Benedicto XVI ha explicado que para Israel, el Éxodo “es el acontecimiento histórico central en que Dios revela su poderosa acción.
Dios libera a los israelitas de la esclavitud en Egipto, para que puedan regresar a la Tierra Prometida y adorarlo como el único Dios verdadero.
Israel no se pone en marcha para ser un pueblo como los demás (...) sino para servir a Dios, con el culto y con la vida, (...)y dar testimonio suyo ante los otros pueblos.
Y la celebración de este evento es hacerlo presente y actual porque la obra de Dios no cesa”.
Dios se revela no solo en el acto primordial de la creación, sino entrando en nuestra historia, en la historia de un pequeño pueblo que no era ni el más numeroso, ni el más fuerte.
Y esta revelación de Dios (...) culmina en Jesucristo. Dios, el Logos, la Palabra creadora que está en el origen del mundo, se ha encarnado en Jesús y ha mostrado el verdadero rostro de Dios. En Jesús se cumplen todas las promesas, en Él culmina la historia de Dios con la humanidad”.
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