SAN AGUSTIN

¿Cómo aprender Humildad? ¡Sólo con humillaciones!
(Beata Teresa de Calcuta)

...Llenaos primero vosotros mismos; sólo así podréis dar a los demás. (San Agustín)

Dios no pretende de mí que tenga éxito. Sólo me exige que le sea fiel.
(Beata Teresa de Calcuta)

GOTA

... lo que hacemos es tan solo una gota en el mar, pero el mar sería menos si le faltara esa gota.
(Beata Teresa de Calcuta)

Contento, Señor, Contento (San Alberto Hurtado)

...y ESO ES LA SANTIDAD, DEJAR QUE EL SEÑOR ESCRIBA NUESTRA HISTORIA... (Papa Francisco)

«No ser, no querer ser; pisotear el yo, enterrarlo si posible fuera...».
(Santa Ángela de la Cruz)

Reconoce cristiano, tu dignidad, que el Hijo de Dios se vino del Cielo, por salvar tu alma. (San León Magno)

miércoles, 30 de septiembre de 2015

MADRE TERESA DE CALCUTA Y LA VIRGEN

Miércoles, 30 de septiembre de 2015 | 00:00HemerotecaContactarSuscríbete a Cari Filii NewsRegala Cari Filli News 
Las visiones que transformaron a Madre Teresa en 1947
En una visión, la Virgen dio un 
mandato a Madre Teresa: 
«Enseña a los pobres a rezar
el Rosario en familia»
En una visión, la Virgen dio un mandato a Madre Teresa: «Enseña a los pobres el Rosario en familia»
La Madre Teresa de Calcuta siempre animó a orar con el Rosario

Actualizado 23 septiembre 2015

Linda OBrien / CatholicExchange

En 1947 la Madre Teresa de Calcuta tuvo una visión en tres partes.

En la primera escena, vio la difícil y dolorosa de los pobres y la aún mayor 

pobreza interior que estaba escondida detrás de su pobreza material... ellos 
estaban tratando de llegar hasta ella.

En la segunda escena, la Madre Teresa vio la misma multitud de pobres... 

La Virgen estaba allí en medio de ellos y la Madre Teresa estaba de rodillas
a su lado; le oyó decir:

"Cuida de ellos... ellos son míos... llévalos a Jesús... llévalos a Jesús... No temas...enséñales a rezar el rosario... el rosario en familia, y todo estará

bien... sin miedo... Jesús y yo estaremos contigo y tus hijos".

En la tercera escena era la misma gente de nuevo y estaban cubiertos con tinieblas.

Allí, en medio de una multitud angustiada que no parecía darse cuenta de su
presencia, estaba Jesús en la Cruz. Nuestra Señora estaba delante de Él...
y Jesús dijo a la Madre Teresa:
"Yo te lo he pedido... ella, mi madre, te lo ha pedido. ¿Vas a negarte a hacer esto por mí... cuidar de ellos, traerlos a mí?"

Luego de esto, toda la vida de la Madre Teresa estuvo dirigida a devolver el amor inconmensurable que el Padre derramó en Jesús crucificado, presente en la Eucaristía,

que moraba en su corazón y se encontraba escondido en los más necesitados.



"La bofetada que recibió, el escupir en su cara, la coronación de espinas,

 la flagelación, quitarle su ropa, la crucifixión... poner su cruz en el centro,
 mostrando que Él era peor que los otros dos. El entierro en la tumba de 
otra persona, todos estos gestos y muchos otros, especialmente el terrible 
anhelo de ser amado, la terrible soledad, el terrible sentimiento de 
dolor de Su Madre. Todas estas son muestras del amor con que Él te amó,
a ti y a mí". (Madre Teresa)

Podemos notar en estas visiones el papel central y decisivo que jugaría Nuestra

Señora en cada aspecto de la vida y trabajo de la Madre Teresa. La Virgen se 
convirtió en un puente entre la Madre Teresa y los pobres que clamaban
a ella y entre los pobres y Jesús crucificado quien tenía sed de ellos, que anhelaba
amarlos y ser amado por ellos.

(Extracto del libro “Madre Teresa: A la sombra de la Virgen” de Joseph Langford, MC; publicado en Catholic Exchange, adaptado al español en PildorasdeFe.net)

martes, 29 de septiembre de 2015

LA VOCACIÓN SACERDOTAL

S.S. BENEDICTO XVI

Meditaciones del Cardenal Joseph Ratzinger sobre el sacerdocio

 «Pero, ¿cuál es la tarea del sacerdote? ¿Para qué recibe la ordenación? Los dos textos del Nuevo Testamento que acabamos de oír (1Pe 5,1-4; Mt 20,25-28) describen su tarea con una parábola: él ha de ser el pastor. Él ha de ser un servidor. Al fondo se halla la figura de Jesucristo, el verdadero Pastor. En el antiguo Oriente, la palabra "pastor" servía para designar al rey. De este modo los reyes expresaban todo el desprecio que abrigaban hacia su pueblo y toda la ambición de poder por la que se regían: los pueblos no eran para ellos más que ovejas, de las que ellos como pastores disponían como mejor les parecía. Jesús, el Hijo de Dios, es el verdadero Pastor, al que pertenecen las ovejas porque son sus creaturas. Y las ama, porque le pertenecen; y quiere lo mejor para ellas. Las apacienta empleando para ello su propia vida. Dicho sin metáforas, quiere decir que Jesús ha mostrado a los hombres cómo han de vivir. Les ha mostrado la verdad, de la que el hombre tiene tanta necesidad como del pan. Les ha regalado la vida, de la que tienen tanta necesidad como del agua de cada día. Y como su palabra no fue suficiente, se entregó a sí mismo: garantizó su palabra con su propia sangre y su propia vida.

El sacerdote debe ser el pastor, igual que Cristo. ¿Cómo lo será? En primer lugar, el sacerdote no es un oficinista, encargado de registros y de decisiones administrativas. Es cierto que siempre tendrá que realizar tareas de este tipo, pero no son éstas las principales, no es eso lo suyo específico; otros podrán y deberán ayudarle en ese cometido. Ser pastor al servicio de Jesucristo es algo más. Es llevar a los hombres a Jesucristo, es decir, a la verdad, al amor y al sentido que necesitan en sus vidas. Pues el hombre tampoco hoy vive sólo de pan y de dinero. Y ese llevarlos hasta Jesucristo, hasta la verdad que les da sentido, sucede en la transmisión de las palabras de Jesucristo y en los sacramentos en los que el Señor nos sigue dando su vida.
Palabra y sacramento son las dos tareas principales del sacerdote; esto suena muy trivial, pero encierra una riqueza capaz de colmar una vida entera. Tenemos en primer lugar la palabra. Lo primero que se nos ocurre es preguntar: ¿y qué es la palabra? No cuentan más que los hechos, las palabras no son nada. Pero quien reflexione más detenidamente, verá la fuerza de la palabra, que produce realidades: una sola palabra falsa puede destrozar una vida entera, puede manchar de modo irrevocable el nombre de una persona. Una sola palabra llena de bondad puede cambiar la vida de un hombre, cuando ninguna otra cosa puede ayudarle. Por eso debemos tener bien claro que es muy importante para la humanidad que en ella no se hable tan sólo de dinero y de guerra, de poder y de provecho; que no exista tan sólo el parloteo de cada día, sino que se hable de Dios y de nosotros mismos, de aquello que hace del hombre un verdadero hombre. Un mundo en el que esto no suceda se convertirá en un mundo inmensamente aburrido y vacío, sin consuelo y sin camino. Hoy estamos experimentando cómo la vida se convierte para el hombre en aburrimiento y contrasentido por más que tenga cuanto pueda desear. Los hombres de hoy ya no saben qué han de hacer, ni qué deben dejar de hacer. El hombre se convierte en un ser sin sentido, incapaz de soportarse a sí mismo. Continuamente ha de estar encontrándose a sí mismo, y no tiene tiempo para hacerlo; no encuentra más que aburrimiento y mezquindad. Por eso se comprende lo que significa cuando decimos que nuestros niños han de aprender a vivir, no sólo a leer y contar. Pues todos los números y las letras de nada les servirán si no saben para qué los aprenden, si no saben para qué estamos sobre la tierra, y ese saber les proporciona libertad, alegría y bondad.
(...)
Junto al servicio de la palabra está también el del sacramento. Los sacramentos abarcan la vida entera e intentan hacérnosla visible en las manos de la Madre Iglesia, en las manos del Señor. Goethe describió una vez, casi con melancolía, el modo como los sacramentos de la Iglesia abarcan y transforman todos los momentos importantes de la vida, desde el nacimiento hasta la difícil hora de la última despedida. Precisamente por razón del sacramento se convierte el sacerdote en un acompañante a lo largo de todo el camino de la vida, que está presente en todas las grandes decisiones, que en definitiva sólo pueden ser bien tomadas si Dios nos da la mano.
EUCARISTÍA
Detengámonos ahora en dos sacramentos decisivos en la vida del sacerdote: el sacramento de la confesión y el sacramento de la Eucaristía. La práctica de la confesión ha disminuido notablemente; pero esto no cambia en nada el hecho de que hoy sigue habiendo culpa y seguimos estando necesitados de perdón. El hecho de que un hombre tenga que arrepentirse significa que a lo largo del año necesita de vez en cuando no echar la culpa a los demás sino reflexionar sobre sí mismo; ver su culpa y confesarla; reconocer que es culpable, que ha cometido faltas. Y el hecho de que exista perdón significa que se puede volver a empezar, que existe un poder con facultadad para decir: vete, tus pecados te son perdonados, Y nosotros en ese perdón de Dios debemos aprender a perdonar, pues un mundo sin perdón no sería más que un mundo de destrucción mutua. Poder pronunciar las palabras del perdón es una de las más hermosas y más difíciles tareas del sacerdote: a veces es agobiante ser el lugar en el que se deposita toda la suciedad de la humanidad. Y sin embargo es una actividad llena de esperanza, es saber que todo puede ser transformado, que el hombre puede transformarse.
CONFESIÓN
El culmen diario de la vida sacerdotal es el sacramento de la Eucaristía, la misteriosa fusión de cielo y tierra que en ella se produce. Dios nos invita a su mesa, quiere que seamos sus invitados. Y es Él mismo quien se nos da, el don de Dios es Dios mismo. La Eucaristía es la santa fiesta que Dios nos regala por más pobres que sean las condiciones exteriores: se trata de la ruptura de lo cotidiano, Dios está celebrando con nosotros una fiesta. Y esta fiesta de Dios es más que todo el tiempo libre de que dispongamos, tiempo libre que es vacío en cuanto no tiene una fiesta que nosotros mismos somos incapaces de hacer. Pero reflexionemos en esto: la fiesta procede del sacrificio; sólo el grano de trigo muerto produce fruto. El centro de la vida sacerdotal es el sacrificio de Jesucristo. Y nosotros somos necesarios para la celebración de este sacrificio, se precisa de la colaboración de nuestro sacrificio. Para el sacerdote esto significa que no puede realizar auténticamente su servicio sin sacrificio, sin el esfuerzo de la renuncia a sí mismo aprendida con paciencia: esto lo acabamos de oír en el Evangelio. Seguir a Cristo significa seguir a aquel que ha venido a servir y a entregarse a sí mismo. Ahí está la grandeza y la dificultad de la tarea sacerdotal. Nunca la llevará del todo a cabo, pues el siervo no está por encima del señor. Y solamente podrá realizarla si está sostenido por una ayuda, la fe y la oración de los demás; pues, en efecto, nuestra vida de cristianos depende también de los demás y cada Eucaristía es una llamada a ese ser-los-unos-para-los-otros.» (Cardenal Joseph Ratzinger, Al Servicio del Evangelio. Meditaciones sobre el sacerdocio de la Iglesia, Vida y Espiritualidad, Lima 2003, pp. 19-26)

Anotaciones sobre la vocación sacerdotal en el Catecismo de la Iglesia Católica

Vocación sacerdotal del Pueblo de Dios

«Al entrar en el Pueblo de Dios por la fe y el Bautismo se participa en la vocación única de este Pueblo: en su vocación sacerdotal: "Cristo el Señor, Pontífice tomado de entre los hombres, ha hecho del nuevo pueblo 'un reino de sacerdotes para Dios, su Padre'. Los bautizados, en efecto, por el nuevo nacimiento y por la unción del Espíritu Santo, quedan consagrados como casa espiritual y sacerdocio santo" (LG 10).» (Catecismo de la Iglesia Católica, 783)

El único sacerdocio de Cristo

«Todas las prefiguraciones del sacerdocio de la Antigua Alianza encuentran su cumplimiento en Cristo Jesús, "único mediador entre Dios y los hombres" (1Tim 2,5). Melquisedec, "sacerdote del Altísimo" (Gn 14,18), es considerado por la Tradición cristiana como una prefiguración del sacerdocio de Cristo, único "Sumo Sacerdote según el orden de Melquisedec" (Hb 5,10; 6,20), "santo, inocente, inmaculado" (Hb 7,26), que, "mediante una sola oblación ha llevado a la perfección para siempre a los santificados" (Hb 10,14), es decir, mediante el único sacrificio de su Cruz.» (Catecismo de la Iglesia Católica, 1544)
«El sacrificio redentor de Cristo es único, realizado una vez por todas. Y por esto se hace presente en el sacrificio eucarístico de la Iglesia. Lo mismo acontece con el único sacerdocio de Cristo: se hace presente por el sacerdocio ministerial sin que con ello se quebrante la unicidad del sacerdocio de Cristo: "Et ideo solus Christus est verus sacerdos, alii autem ministri eius" ("Y por eso sólo Cristo es el verdadero sacerdote; los demás son ministros suyos, S. Tomás de A., Hebr. 7,4.» (Catecismo de la Iglesia Católica, 1545)

Dos modos de particiar en el único sacerdocio de Cristo

«Cristo, sumo sacerdote y único mediador, ha hecho de la Iglesia "un Reino de sacerdotes para su Dios y Padre" (Ap 1, 6; cf Ap 5, 9-10; 1 P 2, 5. 9.). Toda la comunidad de los creyentes es, como tal, sacerdotal. Los fieles ejercen su sacerdocio bautismal a través de su participación, cada uno según su vocación propia, en la misión de Cristo, Sacerdote, Profeta y Rey. Por los sacramentos del Bautismo y de la Confirmación los fieles son "consagrados para ser... un sacerdocio santo" (LG 10).» (Catecismo de la Iglesia Católica, 1546)
«El sacerdocio ministerial o jerárquico de los obispos y de los presbíteros, y el sacerdocio común de todos los fieles, "aunque su diferencia es esencial y no sólo en grado, están ordenados el uno al otro; ambos, en efecto, participan, cada uno a su manera, del único sacerdocio de Cristo". ¿En qué sentido? Mientras el sacerdocio común de los fieles se realiza en el desarrollo de la gracia bautismal (vida de fe, de esperanza y de caridad, vida según el Espíritu), el sacerdocio ministerial está al servicio del sacerdocio común, en orden al desarrollo de la gracia bautismal de todos los cristianos. Es uno de los medios por los cuales Cristo no cesa de construir y de conducir a su Iglesia. Por esto es transmitido mediante un sacramento propio, el sacramento del Orden.» (Catecismo de la Iglesia Católica, 1547)

In persona Christi Capitis...

En el servicio eclesial del ministro ordenado es Cristo mismo quien está presente en su Iglesia como Cabeza de su cuerpo, Pastor de su rebaño, sumo sacerdote del sacrificio redentor, Maestro de la Verdad. Es lo que la Iglesia expresa al decir que el sacerdote, en virtud del sacramento del Orden, actúa «in persona Christi Capitis»:
El ministro posee en verdad el papel del mismo Sacerdote, Cristo Jesús. Si, ciertamente, aquél es asimilado al Sumo Sacerdote, por la consagración sacerdotal recibida, goza de la facultad de actuar por el poder de Cristo mismo a quien representa ("virtute ac persona ipsius Christi") (Pío XII, enc. "Mediator Dei").
"Christus est fons totius sacerdotii: nan sacerdos legalis erat figura ipsius, sacerdos autem novae legis in persona ipsius operatur" ("Cristo es la fuente de todo sacerdocio, pues el sacerdote de la antigua ley era figura de Él, y el sacerdote de la nueva ley actúa en representación suya", S. Tomás de A., s. th. 3,22,4).» (Catecismo de la Iglesia Católica, 1548)
«Por el ministerio ordenado, especialmente por el de los obispos y los presbíteros, la presencia de Cristo como cabeza de la Iglesia se hace visible en medio de la comunidad de los creyentes. Según la bella expresión de S. Ignacio de Antioquía, el obispo es "typos tou Patros", es imagen viva de Dios Padre.» (Catecismo de la Iglesia Católica, 1549)

Otros aspectos importantes

«El ministerio ordenado o sacerdocio ministerial está al servicio del sacerdocio bautismal. Garantiza que, en los sacramentos, sea Cristo quien actúa por el Espíritu Santo en favor de la Iglesia. La misión de salvación confiada por el Padre a su Hijo encarnado es confiada a los apóstoles y por ellos a sus sucesores: reciben el Espíritu de Jesús para actuar en su nombre y en su persona. Así, el ministro ordenado es el vínculo sacramental que une la acción litúrgica a lo que dijeron y realizaron los apóstoles, y por ellos a lo que dijo y realizó Cristo, fuente y fundamento de los sacramentos.» (Catecismo de la Iglesia Católica, 1120)

FIESTA DE LOS ARCÁNGELES GABRIEL, MIGUEL Y RAFAEL

ARCÁNGELES GABRIEL, MIGUEL Y RAFAEL
 Santuario de Torreciudad - Huesca

Miguel, Gabriel, Rafael,
los espíritus señeros
y arcángeles mensajeros
de Dios, que estáis junto a él.

A vuestro lado se siente
alas de fiel protección,
incienso de la oración
y el corazón obediente.

«¿Quién como Dios?» es la enseña,
es el grito de Miguel,
y el orgullo de Luzbel
al abismo se despeña.

Gabriel trae la embajada
divina, y le lleva al Padre
el «sí» de la Virgen Madre,
del Sol de Cristo alborada.

Por la ruta verdadera
Rafael nos encamina
y nos da la medicina
que cura nuestra ceguera.

Dios que nos diste a los ángeles
por guías y mensajeros,
danos el ser compañeros
del cielo de tus arcángeles. Amén.

martes, 22 de septiembre de 2015

EL PAPA FRANCISCO A LOS JÓVENES DE CUBA: NO TENGAN MIEDO

Texto entregado, no leído, en el Centro Félix Varela, en el encuentro con los jóvenes cubanos
SEPTIEMBRE 2015


RAÚL CASTRO REGALA AL PAPA FRANCISCO IMAGEN CRISTO DE KCHO
Y EL PAPA LE REGALA VIRGEN DE LA CARIDAD DEL COBRE
Queridos amigos: Siento una gran alegría de poder estar con ustedes precisamente aquí en este Centro cultural, tan significativo para la historia de Cuba. Doy gracias a Dios por haberme concedido la oportunidad de tener este encuentro con tantos jóvenes que, con su trabajo, estudio y preparación, están soñando y también haciendo ya realidad el mañana de Cuba.

Agradezco a Leonardo sus palabras de saludo, y especialmente porque, pudiendo haber hablado de muchas otras cosas, ciertamente importantes y concretas, como las dificultades, los miedos, las dudas –tan reales y humanas–, nos ha hablado de esperanza, de esos sueños e ilusiones que anidan con fuerza en el corazón de los jóvenes cubanos, más allá de sus diferencias de formación, de cultura, de creencias o de ideas. Gracias, Leonardo, porque yo también, cuando los miro a ustedes, la primera cosa que me viene a la mente y al corazón es la palabra esperanza. No puedo concebir a un joven que no se mueva, que esté paralizado, que no tenga sueños ni ideales, que no aspire a algo más.

Pero, ¿cuál es la esperanza de un joven cubano en esta época de la historia? Ni más ni menos que la de cualquier otro joven de cualquier parte del mundo. Porque la esperanza nos habla de una realidad que está enraizada en lo profundo del ser humano, independientemente de las circunstancias concretas y los condicionamientos históricos en que vive. 

Nos habla de una sed, de una aspiración, de un anhelo de plenitud, de vida lograda, de un querer tocar lo grande, lo que llena el corazón y eleva el espíritu hacia cosas grandes, como la verdad, la bondad y la belleza, la justicia y el amor. 

Sin embargo, eso comporta un riesgo. Requiere estar dispuestos a no dejarse seducir por lo pasajero y caduco, por falsas promesas de felicidad vacía, de placer inmediato y egoísta, de una vida mediocre, centrada en uno mismo, y que sólo deja tras de sí tristeza y amargura en el corazón. No, la esperanza es audaz, sabe mirar más allá de la comodidad personal, de las pequeñas seguridades y compensaciones que estrechan el horizonte, para abrirse a grandes ideales que hacen la vida más bella y digna. Yo le preguntaría a cada uno de ustedes: ¿Qué es lo que mueve tu vida? ¿Qué hay en tu corazón, dónde están tus aspiraciones? ¿Estás dispuesto a arriesgarte siempre por algo más grande?

Tal vez me pueden decir: «Sí, Padre, la atracción de esos ideales es grande. Yo siento su llamado, su belleza, el brillo de su luz en mi alma. Pero, al mismo tiempo, la realidad de mi debilidad y de mis pocas fuerzas es muy fuerte para decidirme a recorrer el camino de la esperanza. La meta es muy alta y mis fuerzas son pocas. Mejor conformarse con poco, con cosas tal vez menos grandes pero más realistas, más al alcance de mis posibilidades». 

Yo comprendo esta reacción, es normal sentir el peso de lo arduo y difícil, sin embargo, cuidado con caer en la tentación de la desilusión, que paraliza la inteligencia y la voluntad, ni dejarnos llevar por la resignación, que es un pesimismo radical frente a toda posibilidad de alcanzar lo soñado. Estas actitudes al final acaban o en una huida de la realidad hacia paraísos artificiales o en un encerrarse en el egoísmo personal, en una especie de cinismo, que no quiere escuchar el grito de justicia, de verdad y de humanidad que se alza a nuestro alrededor y en nuestro interior.

Pero, ¿qué hacer? ¿Cómo hallar caminos de esperanza en la situación en que vivimos? ¿Cómo hacer para que esos sueños de plenitud, de vida auténtica, de justicia y verdad, sean una realidad en nuestra vida personal, en nuestro país y en el mundo? Pienso que hay tres ideas que pueden ser útiles para mantener viva la esperanza.

La esperanza, un camino hecho de memoria y discernimiento. La esperanza es la virtud del que está en camino y se dirige a alguna parte. No es, por tanto, un simple caminar por el gusto de caminar, sino que tiene un fin, una meta, que es la que da sentido e ilumina el sendero. Al mismo tiempo, la esperanza se alimenta de la memoria, abarca con su mirada no sólo el futuro sino el pasado y el presente. 

Para caminar en la vida, además de saber a dónde queremos ir es importante saber también quiénes somos y de dónde venimos. Una persona o un pueblo que no tiene memoria y borra su pasado corre el riesgo de perder su identidad y arruinar su futuro. Se necesita por tanto la memoria de lo que somos, de lo que forma nuestro patrimonio espiritual y moral. Creo que esa es la experiencia y la enseñanza de ese gran cubano que fue el Padre Félix Varela. Y se necesita también el discernimiento, porque es esencial abrirse a la realidad y saber leerla sin miedos ni prejuicios. 

No sirven las lecturas parciales o ideológicas, que deforman la realidad para que entre en nuestros pequeños esquemas preconcebidos, provocando siempre desilusión y desesperanza. Discernimiento y memoria, porque el discernimiento no es ciego, sino que se realiza sobre la base de sólidos criterios éticos, morales, que ayudan a discernir lo que es bueno y justo.

La esperanza, un camino acompañado. Dice un proverbio africano: «Si quieres ir deprisa, ve solo; si quieres ir lejos, ve acompañado». El aislamiento o la clausura en uno mismo nunca generan esperanza, en cambio, la cercanía y el encuentro con el otro, sí. Solos no llegamos a ninguna parte. Tampoco con la exclusión se construye un futuro para nadie, ni siquiera para uno mismo. Un camino de esperanza requiere una cultura del encuentro, del diálogo, que supere los contrastes y el enfrentamiento estéril. Para ello, es fundamental considerar las diferencias en el modo de pensar no como un riesgo, sino como una riqueza y un factor de crecimiento. El mundo necesita esta cultura del encuentro, necesita de jóvenes que quieran conocerse, que quieran amarse, que quieran caminar juntos y construir un país como lo soñaba José Martí: «Con todos y para el bien de todos».

La esperanza, un camino solidario. La cultura del encuentro debe conducir naturalmente a una cultura de la solidaridad. Aprecio mucho lo que ha dicho Leonardo al comienzo cuando ha hablado de la solidaridad como fuerza que ayuda a superar cualquier obstáculo. Efectivamente, si no hay solidaridad no hay futuro para ningún país. Por encima de cualquier otra consideración o interés, tiene que estar la preocupación concreta y real por el ser humano, que puede ser mi amigo, mi compañero, o también alguien que piensa distinto, que tiene sus ideas, pero que es tan ser humano y tan cubano como yo mismo.

No basta la simple tolerancia, hay que ir más allá y pasar de una actitud recelosa y defensiva a otra de acogida, de colaboración, de servicio concreto y ayuda eficaz. No tengan miedo a la solidaridad, al servicio, al dar la mano al otro para que nadie se quede fuera del camino.

Este camino de la vida está iluminado por una esperanza más alta: la que nos viene de la fe en Cristo. Él se ha hecho nuestro compañero de viaje, y no sólo nos alienta sino que nos acompaña, está a nuestro lado y nos tiende su mano de amigo. Él, el Hijo de Dios, ha querido hacerse uno como nosotros, para recorrer también nuestro camino. La fe en su presencia, su amor y su amistad, encienden e iluminan todas nuestras esperanzas e ilusiones. Con Él, aprendemos a discernir la realidad, a vivir el encuentro, a servir a los demás y a caminar en la solidaridad.

Queridos jóvenes cubanos, si Dios mismo ha entrado en nuestra historia y se ha hecho hombre en Jesús, si ha cargado en sus hombros con nuestra debilidad y pecado, no tengan miedo a la esperanza, no tengan miedo al futuro, porque Dios apuesta por ustedes, cree en ustedes, espera en ustedes.

Queridos amigos, gracias por este encuentro. Que la esperanza en Cristo su amigo les guíe siempre en su vida. Y, por favor, no se olviden de rezar por mí. Que el Señor los bendiga.

lunes, 21 de septiembre de 2015

SAN MATEO, APÓSTOL

ELECCIÓN DE MATEO
 Jesús lo vio y, porque lo amó, lo eligió
San Beda el Venerable, presbítero
Homilía 21 (CCL 122,149-151)
Jesús vio a un hombre llamado Mateo, sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo: «Sígueme». Lo vio más con la mirada interna de su amor que con los ojos corporales. Jesús vio al publicano y, porque lo amó, lo eligió, y le dijo: Sígueme. Sígueme, que quiere decir: «Imítame». Le dijo: Sígueme, más que con sus pasos, con su modo de obrar. Porque, quien dice que permanece en Cristo debe vivir como vivió él.
El -continúa el texto sagrado- se levantó y lo siguió. No hay que extrañarse del hecho de que aquel recaudador de impuestos, a la primera indicación imperativa del Señor, abandonase su preocupación por las ganancias terrenas y, dejando de lado todas sus riquezas, se adhiriese al grupo que acompañaba a aquel que él veía carecer en absoluto de bienes. Es que el Señor, que lo llamaba por fuera con su voz, lo iluminaba de un modo interior e invisible para que lo siguiera, infundiendo en su mente la luz de la gracia espiritual, para que comprendiese que aquel que aquí en la tierra lo invitaba a dejar sus negocios temporales era capaz de darle en el cielo un tesoro incorruptible.
SÍGUEME
Y, estando en la mesa en casa de Mateo, muchos publicanos y pecadores, que habían acudido, se sentaron con Jesús y sus discípulos. La conversión de un solo publicano fue una muestra de penitencia y de perdón para muchos otros publicanos y pecadores. Ello fue un hermoso y verdadero presagio, ya que Mateo, que estaba destinado a ser apóstol y maestro de los gentiles, en su primer trato con el Señor arrastró en pos de sí por el camino de la salvación a un considerable grupo de pecadores. De este modo, ya en los inicios de su fe, comienza su ministerio de evangelizador que luego, llegado a la madurez en la virtud, había de desempeñar. Pero, si deseamos penetrar más profundamente el significado de estos hechos, debemos observar que Mateo no sólo ofreció al Señor banquete corporal en su casa terrena, sino que le preparó, por su fe y por su amor, otro banquete mucho más grato en la casa de su interior, según aquellas palabras del Apocalipsis: Estoy a la puerta llamando: si alguien oye y me abre, entraré y comeremos juntos.
Nosotros escuchamos su voz, le abrimos la puerta y lo recibimos en nuestra casa, cuando de buen grado prestamos nuestro asentimiento a sus advertencias, ya vengan desde fuera, ya desde dentro, y ponemos por obra lo que conocemos que es voluntad suya. Él entra para comer con nosotros, y nosotros con él, porque, por el don de su amor, habita en el corazón de los elegidos, para saciarlos con la luz de su continua presencia, haciendo que sus deseos tiendan cada vez más hacia las cosas celestiales y deleitándose él mismo en estos deseos como en un manjar sabrosísimo.
R/. Fue Mateo un ágil escribano, doctísimo en la ley del Dios del cielo, adiestró su corazón para investigar la ley del Señor, para practicar y enseñar sus mandatos, según el don que él le otorgó misericordiosamente.
V/. A él le fue confiado el Evangelio de la gloria de Dios.
R/. Adiestró su corazón para investigar la ley del Señor, para practicar y enseñar sus mandatos, según el don que él le otorgó misericordiosamente.

sábado, 12 de septiembre de 2015

ORACIÓN A MARÍA

POSIBLE CANONIZACIÓN MADRE TERESA.

Milagro en Brasil permitiría canonización de Madre Teresa en el Año de la Misericordia

SAO PAULO, 11 Sep. 15 / 10:17 am (ACI/EWTN Noticias).- El caso de un hombre curado de forma inexplicable en la ciudad de Santos en el estado de Sao Paulo (Brasil) y que ahora está bajo estudio en el Vaticano, podría ser el milagro que llevaría a la canonización de la Beata Madre Teresa de Calcuta.
El Papa Francisco ha expresado su deseo de canonizar a la Madre Teresadurante el Año de la Misericordia que se iniciará el 8 de diciembre como una “señal de misericordia para el mundo” en el servicio a los pobres.
En declaraciones a ACI Prensa el 10 de septiembre, el Padre Caetano Rizzi, Promotor de justicia en el proceso local, explicó que “el Papa desea en este Jubileo beatificar y canonizar a hombres y mujeres que sean señal de misericordia para el mundo y la Madre Teresa es un modelo, por eso hay cierta prisa para avanzar en su proceso”.
El posible milagro que llevaría a la Madre Teresa a la canonización se dio en el año 2008. Un hombre, cuya identidad no ha sido divulgada para mantener la discreción necesaria de estos casos hasta que concluya la investigación, se curó de manera inexplicable de ocho abscesos que tenía en el cerebro y que debía ser operado por ello.
En el diario de Santos, Presença Diocesana, el P. Elmiram Ferreira, explicó que acompañaba a la familia en esa época: “vi el dolor y el sufrimiento de todos ellos porque él estaba iniciando una vida nueva (estaba recién casado) y la dolencia retardaba muchos sueños. Yo le tenía mucha fe a la gran Madre Teresa y siempre rezo la Santa Misa en la Casa de las hermanas Misioneras de la Caridad en Santos. La manera como ella enfrentaba el dolor, el sufrimiento del mismo Cristo me inspiraba a entender también el sufrimiento de aquella familia”, relató.
El sacerdote les dio una oración para pedir la intercesión de la Beata para que todos la rezaran intensamente. “La Madre Teresa se convirtió en el consuelo y aliento en aquella larga jornada. Así, cuando se verificó la completa recuperación de la salud que los médicos no podía explicar, entendí que allí estaba la mano de la Bienaventurada”, afirmó.
El presbítero le contó lo ocurrido a la superiora de las Misioneras de la Caridad en la diócesis de Santos.
“El médico que cuidó al hombre en Santos fue el mismo que cuidó del Papa Francisco en la Jornada Mundial de la Juventud en 2013, y él le contó el caso al Pontífice. Su Santidad expresó el deseo de estudiar mejor el caso y por ello los encargados de Roma vinieron a Santos”, cuenta el P. Ferreira.

Entre los días 19 y 26 de junio se dio en Santos esta fase del proceso de investigación en el que estuvieron presentes el postulador da Causa de Canonización de la Madre Teresa, el P. Brian Kolodiejchuk; el Delegado episcopal vaticano para el tribunal local, Mons. Robert Sarno; y el P. Caetano Rizzi.
En mayo de este año el director de la Sala de Prensa de la Santa Sede, P. Federico Lombardi, dijo que “no existe una fecha oficial para la canonización pero pudo decir que la Congregación para las Causas de los Santos está estudiando esta causa”.
El posible milagro debe pasar por una junta de médicos en ese dicasterio del Vaticano y luego por un consejo teológico. De ser aprobado pasa luego para la aprobación del Papa.
“Yo la conocí en 1980 o 1981, cuando fui a una ponencia en Anhembi (São Paulo) sobre el valor de la vida. La Madre Teresa defendió la vida desde la concepción hasta el fin natural. Para mí ella era una ‘santa en vida”, dijo el P. Rizzi a ACI Prensa
Según el calendario del Jubileo o Año Santo de la Misericordia, el 4 de septiembre de 2016 se celebrará el “Jubileo de los voluntarios y operadores de la misericordia”, en memoria justamente de la Madre Teresa cuya fiesta es el 5 de septiembre.



Traducido por Walter Sánchez Silva. Publicado originalmente en ACI Digital.

DULCE NOMBRE DE MARÍA


      SANTÍSIMO NOMBRE DE MARÍA






MARÍA, EL NOMBRE DE LA VIRGEN
“Y el nombre de la Virgen era María”, nos dirá el Evangelio. En la Sagrada Escritura y en la liturgia el nombre tiene un sentido más profundo que el usual en el lenguaje de nuestros días. Es la expresión de la personalidad del que lo lleva, de la misión que Dios le encomienda al nacer, la razón de ser de su vida.
El nombre de la Madre de Dios no fue escogido al azar. Fue traído del cielo. Todos los siglos han invocado el nombre de María con el mayor respeto, confianza y amor… Si los nombres de personajes bíblicos juegan papel tan importante en el drama de nuestra redención y están llenos de sentido, ¡cuánto más el de María!… Madre del Salvador, tenía que ser el más simbólico y representativo de su tarea en mundo y eternidad. El más dulce y suave, y, al mismo tiempo, el más bello de cuantos nombres se han pronunciado en la tierra después del de Jesús. Sólo para los nombres de María y Jesús ha establecido la liturgia una fiesta especial en su calendario.
España se anticipó en solicitar y obtener de la Santa Sede la celebración de la fiesta del Dulce Nombre de María. Nuestros cruzados, después de ocho siglos de Reconquista, apenas descubierta América, pidieron su celebración en 1513. Cuenca fue la primera diócesis que la solemnizó.

La Virgen en sus distintas advocaciones, coronada de estrellas o atravesada de espadas dolorosas, resume en su culto los amores de la Península Ibérica. Creció bajo su manto, desde las montañas de Covadonga al iniciar la gran cruzada de Occidente, hasta terminarla invocando su nombre en aguas de Lepanto. La carabela de Colón descubriendo América, la prodigiosa de Magallanes dando la primera vuelta al mundo, bordarán también entre los pliegues de sus velas henchidas al viento, el dulce nombre de María, Reina y Auxilio de los cristianos.

HISTORIA
Después de la derrota de Lepanto, los turcos se retiran hacia el interior de Persia. Cien años más tarde, con inesperado coraje, reaccionan y ponen sitio a Viena. Alborea límpido y radiante el sol del 12 de septiembre de 1663. El ejército cruzado ‑sólo unos miles de hombres‑ se consagra a María. El rey polaco Juan Sobieski ayuda la misa con brazos en cruz. Sus guerreros le imitan. Después de comulgar, tras breve oración, se levanta y exclama lleno de fe: ¡Marchemos bajo la poderosa protección de la Virgen Santa María!»
Se lanzan al ataque de los sitiadores. Una tormenta de granizo cae inesperada y violenta sobre el campamento turco. Antes de anochecer, el prodigio se ha realizado. La victoria sonríe a las fuerzas cristianas que se habían lanzado al combate invocando el nombre de María, vencedora en cien batallas. Inocencio XI extiende a toda la iglesia la festividad del dulce y santísimo nombre de María para conmemorar este triunfo de la Virgen.
«Y el nombre de la Virgen era María»… Preguntas: «¿quién eres?»> Con suavidad te responde: «Yo, como una viña, di aroma fragante. Mis flores y frutos son bellos y abundantes. Soy la madre del amor hermoso, del temor, de la santa esperaza. Tengo la gracia del camino y de la verdad. En mí está la esperanza de la vida» (cf. Si 24, 16‑21).
ESTRELLA, LUZ, DULZURA

María, Estrella del mar. En las tormentas de la vida, cuando la galerna ruge y encrespa olas, cuando la navecilla del alma está a punto de naufragar: Dios te salve, María, Estrella del mar.
María, Esperanza. Eso significa también su nombre arco iris de ilusión y anhelo que une el cielo con la tierra. «Feliz el que ama tu santo nombre ‑grita San Buenaventura , pues es fuente de gracia que refresca el alma sedienta y la hace fecunda en frutos de justicia».
Está llena de luz y transparencia. Sostiene en sus brazos a la luz del mundo (cf. Jn 8, 12). Irradia pureza. El nombre de María indica castidad, apunta Pedro Crisólogo. Azucenas y jazmines, nardos y lirios, embalsaman el ambiente con la fragancia de sus perfumes. Pero María, iluminada y pura, nos embriaga con el aroma de su virginidad incontaminada. Nos invita a todos: ,Venid a mí los que me amáis, saciaos de mis frutos. Mi recuerdo es más dulce que la. miel, mi heredad mejor que los panales» (Si 24, 19‑20).
María, mar amargo, simboliza asimismo su nombre. Asociada a la redención dolorosa de Cristo, su corazón es mar de amargura inundado de sufrimientos. Pide reparación y amor aún hoy, en Fátima y Lourdes. Dios te salve María, mar amargo de dolores. Angustia de madre, que ve con tristeza que sus hijos se condenan…
«María, nombre cargado de divinas dulzuras» (San Alfonso de Ligorio, ‑ 1 de agosto). «Puede el Altísimo fabricar un mundo mayor, extender un cielo más espacioso ‑exclama Conrado de Sajonia‑, pero una madre mejor y más excelente no puede hacerla»». Años antes, San Anselmo (‑‑ 21 de abril), prorrumpía lleno de admiración: «Nada hay igual a ti, de cuanto existe, o está sobre ti o debajo de ti. Sobre ti, sólo Dios. Debajo de ti, cuanto no es Dios>.
«Dios te salve, María…» San Bernardo (.‑ 20 de agosto), entusiasmado al mirarla, siente su corazón arrebatarse en amor. Cantaba un día la Salve con sus monjes en un anochecer misterioso. Llenos de melancolía y esperanza, los cistercienses despiden el día rodeando a la Virgen. Al llegar a la petición final ‑‑‑después de este destierro, muéstranos a jesús, fruto bendito de tu vientre‑, Bernardo sigue solo balbuceando lleno de Júbilo, loco de amor: <«¡Oh clementísima, oh piadosísima, oh dulce Virgen María…!»

sábado, 5 de septiembre de 2015

DISCURSO DE MADRE TERESA CONTRA EL ABORTO

El día en que la Madre Teresa de Calcuta dijo: “La mayor amenaza para la paz es el aborto”



Fue un día histórico. La Beata MadreTeresa de Calcuta intervino en el Desayuno de Oración Nacional que se celebra cada año en Washington (Estados Unidos). Fue el 3 de febrero de 1994 ante la clase dirigente estadounidense. La fundadora de las Misioneras de la Caridad proclamó con valentía la verdad sobre el crimen del aborto.
En su discurso ante el entonces presidente Bill Clinton, la primera dama Hillary Clinton, el vicepresidente Al Gore y su esposa y otras grandes figuras políticas que no estaban de acuerdo con ella, la religiosa de origen albanés se refirió al aborto como una amenaza para la paz.
“La amenaza más grande que sufre la paz hoy en día es el aborto, porque el aborto es hacer la guerra al niño, al niño inocente que muere a manos de su propia madre. Si aceptamos que una madre pueda matar a su propio hijo, ¿cómo podremos decir a otros que no se maten? ¿Cómo persuadir a una mujer de que no se practique un aborto? Como siempre, hay que hacerlo con amor y recordar que amar significa dar hasta que duela”.
“Jesús dio su vida por amor a nosotros. Hay que ayudar a la madre que está pensando en abortar; ayudarla a amar, aun cuando ese respeto por la vida de su hijo signifique que tenga que sacrificar proyectos o su tiempo libre. A su vez el padre de esa criatura, sea quien fuere, debe también dar hasta que duela”.
“Al abortar, la madre no ha aprendido a amar; ha tratado de solucionar sus problemas matando a su propio hijo. Y a través del aborto, se le envía un mensaje al padre de que no tiene que asumir la responsabilidad por el hijo engendrado. Un padre así es capaz de poner a otras mujeres en esa misma situación. De ese modo un aborto puede llevar a otros abortos. El país que acepta el aborto no está enseñando a su pueblo a amar sino a aplicar la violencia para conseguir lo que se quiere. Es por eso que el mayor destructor del amor y de la paz es el aborto”.
Además, recuerda Análisis Digital, la Madre Teresa pidió a las mujeres que, si pensaban abortar a sus hijos, se los dieran a ella: “el mayor regalo que Dios le ha dado a nuestra congregación es luchar contra el aborto mediante la adopción. Ya hemos dado, sólo en nuestro hogar en Calcuta, más de tres mil niños en adopción. Y puedo decirles cuánta alegría, cuánto amor y cuánta paz han llevado estos niños a esas familias. Ha sido un verdadero regalo de Dios para ellos y para nosotros”.
“Recuerdo que uno de los pequeños estaba muy enfermo, así que les pedí a los padres que me lo devolvieran y que les daría uno sano. Pero el padre me miró y me dijo: ‘Madre Teresa, llévese mi vida antes que el niño’. Es hermoso ver cuánto amor, cuánta alegría ha llevado ese niño a esa familia.
Recen por nosotros para que podamos seguir con este hermoso regalo. Y también les hago una propuesta: nuestras hermanas están aquí, si alguno no quiere un hijo, dénmelo, yo sí lo quiero”.
Con sus palabras, la fundadora de las Misioneras de la Caridad tocó el corazón de muchos de los presentes y dejó claro también que la mayor pobreza no la encontró en los arrabales de Calcuta sino en los países más ricos cuando falta el amor, en las sociedades que permiten el aborto.
“Para mí, las naciones que han legalizado el aborto son las más pobres, le tienen miedo a un niño no nacido y el niño tiene que morir”.
A pesar de su pequeña estatura, ella no se arrugó en ningún momento, más bien se mostró firme como una roca y removió las conciencias de los poderosos dando voz a los no nacidos: “tomemos una determinación, que ningún niño sea rechazado o que no sea amado, o que no se preocupen por el o que no lo asesinen y lo tiren a la basura”.