SAN AGUSTIN

¿Cómo aprender Humildad? ¡Sólo con humillaciones!
(Beata Teresa de Calcuta)

...Llenaos primero vosotros mismos; sólo así podréis dar a los demás. (San Agustín)

Dios no pretende de mí que tenga éxito. Sólo me exige que le sea fiel.
(Beata Teresa de Calcuta)

GOTA

... lo que hacemos es tan solo una gota en el mar, pero el mar sería menos si le faltara esa gota.
(Beata Teresa de Calcuta)

Contento, Señor, Contento (San Alberto Hurtado)

...y ESO ES LA SANTIDAD, DEJAR QUE EL SEÑOR ESCRIBA NUESTRA HISTORIA... (Papa Francisco)

«No ser, no querer ser; pisotear el yo, enterrarlo si posible fuera...».
(Santa Ángela de la Cruz)

Reconoce cristiano, tu dignidad, que el Hijo de Dios se vino del Cielo, por salvar tu alma. (San León Magno)

sábado, 30 de junio de 2012

El CENTURIÓN , EVANGELIO DE SAN MATEO






 EL CENTURIÓN
El Evangelio de hoy, es especialmente emotivo para mí, y desde hace tiempo en muchos momentos recuerdo sus palabras, ante Dios, ante Su Caridad y Misericordia, ante Su Servicio a todos nosotros, enviándonos a Su Hijo, a Su Espíritu para que le conozcamos cada vez más.
Me atrevo a decir que Él, está a nuestra puerta, llamando, esperando que le abramos y el Centurión con toda humildad le ruega a Jesús la curación de su sirviente y el Centurión obedece ante la indicación de Jesús, que le manifiesta la gran Fe que tiene.
No quiero dejar pasar este día , en el que el Evangelio de hoy ha servido para dar título a este blog.
En la Santa Misa manifestamos las palabras del Centurión." Dómine, non sum dignus ut intres sub tectum meum..."
Palabras de Bondad, Caridad, Fe, Obediencia y Alabanza, que resumo en "Non sum dignus" con la Esperanza contenida del Amor a Dios, con la evidente realidad  de mis pecados y con el ruego de Su Perdón..
Non sum dignus






Evangelio según San Mateo 8,5-17. 
Al entrar en Cafarnaún, se le acercó un centurión, rogándole": 
"Señor, mi sirviente está en casa enfermo de parálisis y sufre terriblemente". 
Jesús le dijo: "Yo mismo iré a curarlo". 
Pero el centurión respondió: "Señor, no soy digno de que entres en mi casa; basta que digas una palabra y mi sirviente se sanará. 
Porque cuando yo, que no soy más que un oficial subalterno, digo a uno de los soldados que están a mis órdenes: 'Ve', él va, y a otro: 'Ven', él viene; y cuando digo a mi sirviente: 'Tienes que hacer esto', él lo hace". 
Al oírlo, Jesús quedó admirado y dijo a los que lo seguían: "Les aseguro que no he encontrado a nadie en Israel que tenga tanta fe. 
Por eso les digo que muchos vendrán de Oriente y de Occidente, y se sentarán a la mesa con Abraham, Isaac y Jacob, en el Reino de los Cielos; 
en cambio, los herederos del Reino serán arrojados afuera, a las tinieblas, donde habrá llantos y rechinar de dientes". 
Y Jesús dijo al centurión: "Ve, y que suceda como has creído". Y el sirviente se curó en ese mismo momento. 
Cuando Jesús llegó a la casa de Pedro, encontró a la suegra de este en cama con fiebre. 
Le tocó la mano y se le pasó la fiebre. Ella se levantó y se puso a servirlo. 
Al atardecer, le llevaron muchos endemoniados, y él, con su palabra, expulsó a los espíritus y curó a todos los que estaban enfermos, 
para que se cumpliera lo que había sido anunciado por el profeta Isaías: El tomó nuestras debilidades y cargó sobre sí nuestras enfermedades. 

viernes, 29 de junio de 2012

SOLEMNIDAD DE SAN PEDRO Y SAN PABLO

San Pedro y san Pablo, unidos por un martirio de amor, en la fe comprometidos, llevadnos hasta el Señor. El Señor te dijo: "Simón, tú eres Piedra, sobre este cimiento fundaré mi Iglesia: la roca perenne, la nave ligera. No podrá el infierno jamás contra ella. Te daré las llaves para abrir la puerta." Vicario de Cristo, timón de la Iglesia. Pablo, tu palabra, como una saeta, llevó el Evangelio por toda la tierra. Doctor de las gentes, vas sembrando Iglesias; leemos tus cartas en las asambleas, y siempre de Cristo nos hablas en ellas; la cruz es tu gloria, tu vida y tu ciencia. San Pedro y san Pablo: en la Roma eterna quedasteis sembrados cual trigo en la tierra; sobre los sepulcros, espigas, cosechas, con riego de sangre plantasteis la Iglesia. San Pedro y san Pablo, columnas señeras, testigos de Cristo y de sus promesas.
San Pedro
















Cuando el gallo, tres veces negaste a tu Maestro; y él tres veces te dijo: "¿Me amas más que éstos?" Se te puso muy triste tu llanto y tu silencio: pero la Voz te habló de apacentar corderos. Tu pecado quemante se convirtió en incendio, y abriste tus dos brazos al madero sangriento. La cabeza hacia abajo y el corazón al cielo: porque, cuando aquel gallo, negaste a tu Maestro. Amén.

San Pablo
Señor, colma de bienes a tu Iglesia
Tú que pediste por Pedro, para que su fe no se apagara,
—da firmeza a la fe de tu Iglesia

Tú que, después de resucitado, te apareciste a Simón Pedro y te manifestaste a Saulo,
—ilumina nuestras mentes para que reconozcamos que vives para siempre.

Tú que escogiste al apóstol Pablo para dar a conocer tu nombre a los pueblos paganos,
—haznos auténticos pregoneros de tu Evangelio
Tú que perdonaste misericordiosamente las negaciones de Pedro,
—perdónanos todas nuestras deudas

Oración




Señor, tú que nos llenas de santa alegría en la celebración de la fiesta de san Pedro y san Pablo, haz que tu Iglesia se mantenga siempre fiel a las enseñanzas de aquellos que fueron fundamento de nuestra fe cristiana.




domingo, 24 de junio de 2012

SOLEMNIDAD

NATIVIDAD DE SAN JUAN BAUTISTA

San Juan Bautista

Niño que, antes de nacer, reconoce a su Señor y da saltos de placer bien puede llegar a ser su profeta y precursor. Su nombre será san Juan, su morada, los desiertos; langostas serán su pan; sobre el agua del Jordán, verá los cielos abiertos. Otros le vieron lejano y le anunciaron primero; Juan le ve ya tan cercano que va extendiendo su mano y señalando al Cordero. Está llegando la hora, ocaso de un Testamento, pero del nuevo la aurora, con la gracia triunfadora de Juan en el nacimiento.

La ley vieja en él fenece, la de gracia en él apunta; de dónde claro parece que en este niño amanece libertad y gracia junta. Claro espejo en el Jordán, después que los dos se han visto y abrazos de paz se dan: resplandece Cristo en Juan, y Juan reverbera en Cristo. Juan a Jesús bautizaba, el cielo entero se abría, la voz del Padre sonaba, la Paloma se posaba en gloriosa teofanía. Nunca se podrá acallar la voz que habló en el desierto, aunque le hayan de cortar la cabeza; estará muerto, mas no dejará de hablar. Gloria al Padre muy amado, gloria al Hijo Salvador, que nos libra del pecado, y gloria al que él ha enviado, al Espíritu de Amor. Amén.

sábado, 23 de junio de 2012

QUIERO CONTAR A LOS PUEBLOS TU AMOR



Esta canción es del padre Ángel Alonso, sacerdote católico panameño, y habla acerca de la vocación, ya sea sacerdotal, religiosa o misionero laico.
Quiero cantar a los pueblos que Tu Gran Amor no tiene fin.

martes, 19 de junio de 2012

VOCACIÓN... SÍGUEME

¿Alguna vez te has preguntado, que Dios te llama a entregar tu vida al servicio de los demás?

 ¿Alguna vez te has planteado si Dios quiere que seas el mismo Cristo en la tierra, celebrando los Sacramentos, y continuar así el Misterio de la Salvación...?


lunes, 18 de junio de 2012

EL CORAZÓN SANTÍSIMO DE JESÚS Y MARÍA



EL CORAZÓN QUE NUNCA OLVIDA
 Antonio Orozco
 Arvo.net, 19.06.2009

En el mes de junio, el pueblo cristiano dedica especial culto y veneración al Sagrado Corazón de Jesús. El lenguaje bíblico no tiene nuestra palabra persona. Sin embargo, “corazón” es un término frecuente y riquísimo de contenido, con el que se puede elaborar una antropología muy ajustada a la realidad humana, material e inmaterial a un tiempo, inmanente y trascendente al mundo. Unidad de cuerpo corruptible y alma inmortal.

 San Josemaría, después de salir al paso de críticas y desviaciones en torno a la tradicional devoción católica al Sagrado Corazón, resume su contenido bíblico, teológico y antropológico, sobre la base de la Escritura: «Tengamos presente, dice, toda la riqueza que se encierra en estas palabras: Sagrado Corazón de Jesús. Cuando hablamos de corazón humano no nos referimos sólo a los sentimientos, aludimos a toda la persona que quiere, que ama y trata a los demás. Y, en el modo de expresarse los hombres, que han recogido las Sagradas Escrituras para que podamos entender así las cosas divinas, el corazón es considerado como el resumen y la fuente, la expresión y el fondo último de los pensamientos, de las palabras, de las acciones. Un hombre vale lo que vale su corazón, podemos decir con lenguaje nuestro.» (Es Cristo que pasa, n. 164).
San Josemaría
 Juan Pablo II lo dice así: « El corazón decide de la profundidad del hombre. Y, en todo caso, indica la medida de esa profundidad, tanto en la experiencia interior de cada uno de nosotros, como en la comunicación interhumana». Sigamos con San Josemaría: «Al corazón pertenecen la alegría: que se alegre mi corazón en tu socorro; el arrepentimiento: mi corazón es como cera que se derrite dentro de mi pecho (Ps 21, 15); la alabanza a Dios: de mi corazón brota un canto hermoso (Ps 44, 2) ; la decisión para oír al Señor: está dispuesto mi corazón (Ps 56, 8); la vela amorosa: yo duermo, pero mi corazón vigila (Cant 5, 2). Y también la duda y el temor: no se turbe vuestro corazón, creed en mí (Ioh 14, 1). 
El corazón no sólo siente; también sabe y entiende. La ley de Dios es recibida en el corazón (Cfr. Ps 39, 9)., y en él permanece escrita(Cfr. Prov 7, 3). Añade también la Escritura: de la abundancia del corazón habla la boca (Mt 12, 34) . El Señor echó en cara a unos escribas: ¿por qué pensáis mal en vuestros corazones? ( Mt 9, 4). Y, para resumir todos los pecados que el hombre puede cometer, dijo: del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, adulterios, fornicaciones, hurtos, falsos testimonios, blasfemias (Mt 15, 19).
Cuando en la Sagrada Escritura se habla del corazón, no se trata de un sentimiento pasajero, que trae la emoción o las lágrimas. Se habla del corazón para referirse a la persona que, como manifestó el mismo Jesucristo, se dirige toda ella -alma y cuerpo- a lo que considera su bien: porque donde está tu tesoro, allí estará también tu corazón (Mt 15, 19.   Por eso al tratar ahora del Corazón de Jesús, ponemos de manifiesto la certidumbre del amor de Dios y la verdad de su entrega a nosotros. Al recomendar la devoción a ese Sagrado Corazón, estamos recomendando que  debemos dirigirnos íntegramente -con todo lo que somos: nuestra alma, nuestros sentimientos, nuestros pensamientos, nuestras palabras y nuestras acciones, nuestros trabajos y nuestras alegrías- a todo Jesús » . (Es Cristo que pasa,  num.164).
 Es a toda la Persona de Cristo a quien se dirige el culto amoroso del cristiano, agradecido a su Dios hecho carne, hombre de carne y hueso, para rescatarnos del pecado y de la «segunda muerte», en palabras de la Escritura. Suele decirse que el Espíritu Santo, tercera persona divina, es el Amor en Persona, y es verdad. Pero las tres Personas son una unidad, un solo Dios, una comunión de Amor. Cada una de ellas es Amor. Jesucristo es el Amor encarnado. Toda su realidad humana, cada momento de su existencia terrena es expresión de su amor de Dios eterno. Así se explica, por su amor sin límite, su anonadamiento en Belén, en Nazaret, en la Pasión, en el Calvario, en la Eucaristía. Y por el amor que contiene, una sola gota de su sangre encierra un valor salvador infinito. Todo ello se plasma de algún modo en el símbolo del corazón.
El Corazón abierto físicamente por una lanza en el Gólgota, del que manó sangre y agua, es también símbolo de la apertura universal de su amor inmenso. Quien no entienda esto, aunque sea solo de un modo teórico, seguramente jamás ha estado enamorado. O lo ha olvidado. Tampoco puede entender las pegatinas con el ingenuo símbolo aludido, las hipérboles amorosas, un elevado tanto por ciento de las canciones populares. En fin, no puede entender casi nada de lo más importante que sucede en este mundo.
«En esto se concreta la verdadera devoción al Corazón de Jesús – dice san Josemaría-: en conocer a Dios y conocernos a nosotros mismos, y en mirar a Jesús y acudir a El, que nos anima, nos enseña, nos guía. 
Sagrado Corazón de Jesús
No cabe en esta devoción más superficialidad que la del hombre que, no siendo íntegramente humano, no acierta a percibir la realidad de Dios encarnado. Jesús en la Cruz, con el corazón traspasado de Amor por los hombres, es una respuesta elocuente -sobran las palabras- a la pregunta por el valor de las cosas y de las personas. Valen tanto los hombres, su vida y su felicidad, que el mismo Hijo de Dios se entrega para redimirlos, para limpiarlos, para elevarlos. ¿Quién no amará su Corazón tan herido?, preguntaba ante eso un alma contemplativa. Y seguía preguntando: ¿quién no devolverá amor por amor? ¿Quién no abrazará un Corazón tan puro? Nosotros, que somos de carne, pagaremos amor por amor, abrazaremos a nuestro herido, al que los impíos atravesaron manos y pies, el costado y el Corazón. Pidamos que se digne ligar nuestro corazón con el vínculo de su amor y herirlo con una lanza, porque es aún duro e impenitente. Son pensamientos, afectos, conversaciones que las almas enamoradas han dedicado a Jesús desde siempre. Pero, para entender ese lenguaje, para saber de verdad lo que es el corazón humano y el Corazón de Cristo y el amor de Dios, hace falta fe y hace falta humildad.» (nn. 164-165)

«Creadores» de «sentido»
 Los símbolos son un medio humano de expresión y comunicación, equivalen a una síntesis, a veces, de elevados conceptos. Dios los ha utilizado a lo largo de la Historia de la salvación para comunicarse con los hombres y sigue haciéndolo. La sagrada liturgia está compuesta de palabras y símbolos, ritos y ceremonias que entran por los sentidos y nos elevan a las realidades más espirituales. Las apariencias del pan y del vino consagrados esconden la Presencia Real del Cuerpo y la Sangre de Nuestro Señor Jesucristo. La separación de ambas especies simboliza la realidad de la presencia del sacrificio de Cristo en la Cruz. «Cuando el centurión en el Gólgota, traspasó con una lanza el Crucificado, de su costado salió sangre y agua. Este es el signo de la muerte. El signo de la muerte humana del Dios Inmortal.» (Juan Pablo II). Hay símbolos que, por voluntad de Dios, son signos de una realidad sobrenatural, como el agua del bautismo, que nos indica el amor de Dios que se derrama, purifica y eleva al bautizado a la participación en la vida divina.
En sentido estricto sólo Dios puede crear «de la nada». También es verdad que nos ha hecho partícipes de su poder creador. Podemos «crear» desde algo previo. No nos limitamos a emitir sonidos, interjecciones, gritos de pánico o rabia, suspiros de bienestar… Las palabras son sonidos a los que hemos conferido una significación, comunican no solo sentimientos y emociones, también pensamientos, argumentos, discursos… No construimos nidos o madrigueras, hacemos casas y las convertimos en hogares, decoradas - con decoro - por múltiples objetos «inútiles» dotados de sentido evocador. Una fotografía en un marco, una flores, una reliquia familiar... Tienen sentidomás que material. Lo hemos creado nosotros.



Margarita






Alguien toma una flor bonita y se la da a otra persona diciendo: «mira, es como tú». Entonces, todos los elementos materiales de la flor, la forma, el color, el aroma... cobran una nueva significación, se humanizan, adquieren un poder evocador, son origen y causa de profundos sentimientos humanos. Esa flor ha adquirido un poderconmovente. Cambian el rumbo de una vida, o de dos, o de muchas. La flor ha sido dotada de sentido por quien la ofrece de ese modo y ha adquirido un sentido para quien la recibe.  El sentido es algo que ponemos y produce efectos reales en las personas. He ahí el sentido de los sacrificios religiosos, presentes en todas las culturas.



El sacrificio religioso es ante todo el reconocimiento de la soberanía de Dios. No es humillación para el hombre. Saberse criatura de Dios es reconocer que sin Dios nada somos, tanto como que con Él somos llamados a la existencia por una razón de amor infinito, y destinados al infinito Amor. Con el misterio de la Encarnación del Verbo, nos sabemos llamados a ser hijos en el Hijo, y lo somos, dice san Juan. Por eso, le adoramos, le glorificamos, le damos gracias. Nos reconocemos de Él y para Él en el Amor de su Espíritu, donde se halla la felicidad completa.



Así la existencia humana se convierte en una historia de amor humano a lo divino. El Hijo se ha entregado gustosamente al sacrificio de la Cruz. Ha dado su vida humana glorificando al Padre en nuestro nombre y el Padre glorifica al Hijo otorgando a su Humanidad todo el poder y la gloria divinas. Un hombre es Dios y, tras su anonadamiento, es exaltado por encima de todo lo creado. Con una vida nueva que nos transmite mediante la comunión eucarística. Dicho todo ello muy en breve. La muerte de cruz era la ejecución de un ser maldito. Cristo antes de entregarse a aquella tortura, en la Última Cena, le confiere un sentido distinto: Este es mi Cuerpo que se entrega por vosotros… Esta es mi Sangre que se derrama para el perdón de los pecados…



Es la más grande declaración de amor habida y que habrá a lo largo y ancho de la Historia. Mediante el Corazón de Jesús el amor ha entrado en la historia de la humanidad como Amor subsistente: «porque tanto amó Dios al mundo, que le dio su unigénito Hijo» (Ioh 3, 16) (cfr. JP II). El amor del Corazón de Cristo transforma el odio de los verdugos en sacrificio de adoración, acción de gracias, expiación por los pecados del mundo, impetración de mercedes para la salvación de todos los que quieran ser salvados.



El Corazón de Cristo es horno ardiente de amor, rezan las Letanías del Sagrado Corazón. Horno, porque ese amor es como el fuego, tan intenso que, el hombre, si pudiera captarlo tal como es, no podría soportarlo. Moriría al instante… ¡de Amor! Nadie puede ver a Dios sin morir. No porque sea terrible y espantoso, sino por que es, para la criatura, un exceso de Luz y de Amor. Nadie puede entrar en la plenitud del amor de Dios sin una completa purificación y elevación de todo su ser a lo que la teología llamabienaventuranza eterna y visión beatífica. Será la vida de amor activo eterna y perfectamente poseído, interminable, todo de una vez. ¿No vale la pena pasar un poco de tiempo «de cruz», siempre es breve el tiempo, para gozar eternamente del Corazón de Dios?



Entretanto, mientras caminamos, el «Horno de caridad» arde a nuestra medida. El Corazón de Jesús, el Corazón humano de Dios-Hombre, está abrazado por la «llama viva» del Amor trinitario, que jamás se extingue. Al arder, quema las impurezas con el amor que lo colma. El Corazón de Jesús es horno ardiente de caridad, porque el amor posee algo de la naturaleza del fuego, que arde y quema para iluminar y calentar. El Corazón de Jesús, horno ardiente de caridad, mientras arde, ilumina las tinieblas de la noche y calienta los cuerpos de los caminantes ateridos (cfr. JP II,). Nos va disponiendo para entrar en el gran «incendio».



Tiene además la bondad de hacernos partícipes de su Amor para poder  conmoverle… ¡a Él!. Hacemos un pequeño sacrificio, un trabajo bien hecho, acabado y le decimos: «¡Es por Ti!». Y Dios se conmueve, y nos aprieta contra su Corazón de Padre, de Hermano, de Amigo, de Enamorado. Esto es unirse a Dios, y por tanto, santificar el trabajo y santificarse en el trabajo, en todo momento: «Es por Ti». Damos sentido divino a todo lo humano que acerca a Dios. Por eso, San Josemaría consideraba que un trozo de madera o de hierro trabajado por un hijo de Dios es una cosa muy «espiritual», y que es propio de los hijos de Dios hacer «endecasílabos de la prosa de cada día». Decimos «Es por Ti»... y espiritualizamos todo lo material.



Así todo puede y debe llevar a Dios, las pequeñas o grandes peripecias de los hombres -y, si fuera preciso decirlo explícitamente, de las mujeres- dejan de ser intrascendentes y todo proyecto humano puede convertirse en un modo de relacionarse amorosamente con Dios, es decir, en oración. El trabajo es medio de santificación, la acción misma del trabajo tiene vibración de eternidad.



Beata Madre Teresa de Calcuta
Dios es Amor. Dios no tiene memoria, en Él es presente, nada puede olvidar, ni detalle alguno escapar de su mente. Él es EL QUE VE… ¿Cómo podrá caérsele de la memoria un «es por Ti», o un «te amo», o un «Señor, perdóname, ayúdame más», o tantas cosas, pequeñas o grandes, que le podemos ofrecer a lo largo de los días que Él nos da de vida en esta tierra? ¿Cómo no ver que todos esos detalles, que nosotros mismos vamos olvidando casi siempre, Él jamás olvidará. ¡No tiene memoria! No la necesita! Es eterno su conocer.  Tiene cada uno de nuestros detalles siempre presentes para siempre. ¿No tenemos experiencia sobrada del primer amor? ¿No sabemos cómo afectan detalles insignificantes para otros, pero extremadamente conmovedores para los que se aman?



Horno ardiente de amor, porque da luz y caldea. Protege el hogar de los fríos, de las soledades, de las indigencias, de las incomprensiones, de los desamores. «Este Corazón es la maravillosa Condescendencia de Dios: el Corazón humano que late con la vida divina: la vida divina que late en el corazón humano» (JPII). El Corazón de Cristo es corazón de hombre abrazado por Dios y corazón de hombre que abraza a Dios y así abraza a todo hombre que viene a este mundo. Es el Corazón humano de Dios, en el se encuentran infinitos tesoros de amor y de sabiduría.




Bajo el Corazón de la Virgen de Nazaret


Inmaculado Corazón de María

Junto al Corazón de Jesús, mejor, en el Corazón de Jesús, se encuentra el Corazón inmaculado de María. Concluyamos esta ya larga meditación con Juan Pablo II, cuando a la hora del Ángelus invita a «venerar ese momento único en la historia del universo en el que Dios-Hijo se hace hombre bajo el Corazón de la Virgen de Nazaret.¨ Es el momento de la Anunciación que refleja la oración del "Angelus Domini".  "Concebirás en tu seno y darás a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús. Él será... llamado Hijo del Altísimo" (Lc 1, 31-32).  María dice: "Hágase en mí según tu palabra" (Lc 1, 38).  Y desde aquel momento su Corazón se prepara a acoger al Dios-Hombre: ¡"Corazón de Jesús, dignísimo de toda alabanza"! Nos unimos con la Madre de Dios para adorar a este Corazón del Hombre que, mediante el misterio de la unión hipostática (unión de las naturalezas), es al mismo tiempo el Corazón de Dios.  Tributamos a Dios la adoración debida al Corazón de Cristo Jesús, desde el primer momento de su concepción en el seno de la Virgen. Junto con María le tributamos la misma adoración en el momento del nacimiento: cuando vino al mundo en la extrema pobreza de Belén. Le tributamos la misma adoración, junto con María, durante todos los días y los años de su vida oculta en Nazaret, durante todos los días y los años en los que cumple su servicio mesiánico en Israel. Y cuando llega el tiempo de la pasión, del despojamiento, de la humillación y del oprobio de la cruz, nos unimos todavía más ardientemente al Corazón de la Madre para gritar: ¡"Corazón de Jesús, dignísimo de toda alabanza"! Sí. ¡Dignísimo de toda alabanza precisamente a causa de este oprobio y humillación! En efecto, entonces el Corazón del Redentor alcanza el culmen del amor de Dios. ¡Y precisamente el Amor es digno de toda alabanza!  Nosotros "no nos gloriaremos a no ser en la cruz de nuestro Señor Jesucristo" (cf. Gál 6, 14), escribirá San Pablo, mientras San Juan enseña: "Dios es amor" (1 Jn 4, 8). Jesucristo está en la gloria de Dios Padre. De esta gloria el Padre rodeó en el Espíritu Santo, el Corazón de su Hijo glorificado. Esta gloria anuncia en los siglos la asunción al cielo del Corazón de su Madre. Y todos nosotros nos unimos con Ella para confesar: "Corazón de Jesús, dignísimo de toda alabanza, ten piedad de nosotros".

©Arvo Net, 25 de Julio de 2004-19 de junio de 2009

domingo, 17 de junio de 2012

MADRE TERESA Y EL CORAZÓN DE JESÚS


Beata Madre Teresa de Calcuta




“De sangre soy albanesa. De ciudadanía, India. En lo referente a la fe, soy una monja Católica. Por mi vocación, pertenezco al mundo. En lo que se refiere a mi corazón, pertenezco totalmente al Corazón de Jesús”


De pequeña estatura, firme como una roca en su fe, a Madre Teresa de Calcuta le fue confiada la misión de proclamar la sed de amor de Dios por la humanidad, especialmente por los más pobres entre los pobres. “Dios ama todavía al mundo y nos envía a ti y a mi para que seamos su amor y su compasión por los pobres”Fue un alma llena de la luz de Cristo, inflamada de amor por Él y ardiendo con un único deseo: “saciar Su Sed de amor y de almas” .




PASAR POR LA VIDA



SANTIDAD y PREDICACIÓN DE LOS LAICOS


Tus mandatos son fieles y seguros;
la santidad es el adorno de tu casa,
Señor, por días sin término.

 (del Salmo 92)


CÓDIGO DERECHO CANÓNICO


Canon 759.
En virtud del bautismo y de la confirmación, los fieles laicos son testigos del anuncio evangélico con su palabra y el ejemplo de su vida cristiana; también pueden ser llamados a cooperar con el Obispo y con los presbíteros en el ejercicio del ministerio de la palabra.

Ha de proponerse íntegra y fielmente el misterio de Cristo en el ministerio de la palabra, que se debe fundar en la sagrada Escritura, en la Tradición, en la liturgia, en el magisterio y en la vida de la Iglesia.


Canon 766.
Los laicos pueden ser admitidos a predicar en una iglesia u oratorio, si en determinadas circunstancias hay necesidad de ello, o si, en casos particulares, lo aconseja la utilidad, según las prescripciones de la Conferencia Episcopal y sin perjuicio del canon 767.1.
1. Entre las formas de predicación destaca la homilía, que es parte de la misma liturgia y está reservada al sacerdote o al diácono; a lo largo del año litúrgico, expónganse en ella, partiendo del texto sagrado, los misterios de la fe y las normas de vida cristiana.









domingo, 10 de junio de 2012

SOLEMNIDAD DEL CORPUS CHRISTI



ADORO TE DEVOTE


CORPUS CHRISTI
                            
ADORO TE DEVOTE

"Adoro te devote, latens Deitas,

Quae sub his figuris vere latitas:
Tibi se cor meum totum subiicit,
Quia te contemplans totum deficit.

Visus, tactus, gustus in te fallitur,

Sed auditu solo tuto creditur.
Credo quidquid dixit Dei Filius;
Nil hoc verbo Veritatis verius.

In cruce latebat sola Deitas,

At hic latet simul et humanitas;
Ambo tamen credens atque confitens,
Peto quod petivit latro paenitens.

Plagas, sicut Thoma, non intueor;

Deum tamen meum te confiteor.
Fac me tibi semper magis credere,
In te spem habere, te diligere.

O memoriale mortis Domini!

Panis vivus, vitam praestans homini!
Praesta meae menti de te vivere
Et te illi semper dulce sapere.

Pie pellicane, Iesu Domine,

Me immundum munda tuo sanguine.
Cuius una stilla salvum facere
Totum mundum quit ab omni scelere

Iesu, quem velatum nunc aspicio,

Oro fiat illud quod tam sitio;
Ut te revelata cernens facie,
Visu sim beatus tuae gloriae.
Amen."



                      


HIMNO ADÓRO TE DEVOTE
Santo Tomas de Aquino

Te adoro con devoción, Dios escondido, oculto verdaderamente bajo estas apariencias. A Ti se somete mi corazón por completo, y se rinde totalmente al contemplarte.
Al juzgar de Ti, se equivocan la vista, el tacto, el gusto; pero basta el oído para creer con firmeza; creo todo lo que ha dicho el Hijo de Dios: nada es más verdadero que esta Palabra de verdad.
En la Cruz se escondía sólo la Divinidad, pero aquí se esconde también la Humanidad; sin embargo, creo y confieso ambas cosas, y pido lo que pidió aquel ladrón arrepentido.
No veo las llagas como las vió Tomás pero confieso que eres mi Dios: haz que yo crea más y más en Ti, que en Ti espere y que te ame.
¡Memorial de la muerte del Señor! Pan vivo que das vida al hombre: concede a mi alma que de Ti viva y que siempre saboree tu dulzura.
Señor Jesús, Pelícano bueno, límpiame a mí, inmundo, con tu Sangre, de la que una sola gota puede liberar de todos los crímenes al mundo entero.
Jesús, a quien ahora veo oculto, te ruego, que se cumpla lo que tanto ansío: que al mirar tu rostro cara a cara, sea yo feliz viendo tu gloria.

Amén.




Homilía del Santo Padre Benedicto XVI

Basílica Papal de San Juan de Letrán
Jueves 7 de junio de 2012

Queridos hermanos y hermanas:

Esta tarde, quisiera meditar con vosotros sobre dos aspectos, entrelazados entre sí, del Misterio eucarístico: el culto de la Eucaristía y su sacralidad. Es importante volver a tomarlos en consideración para preservarlos de visiones incompletas del mismo Misterio, como las que se han verificado en el pasado reciente.

Ante todo, una reflexión sobre el valor del culto eucarístico, en particular de la adoración del Santísimo Sacramento. Es la experiencia, que viviremos también esta tarde, después de la Misa, antes de la procesión, durante su desarrollo y cuando termine. Una interpretación unilateral del Concilio Vaticano II ha penalizado esta dimensión, restringiendo prácticamente la Eucaristía al momento de la celebración. En efecto, fue muy importante reconocer la centralidad de la celebración, en la que el Señor convoca a su pueblo, lo reúne alrededor de la dúplice mesa de la Palabra y del Pan de vida, lo alimenta y lo une a Sí, en la oferta del Sacrificio. Esta valoración de la asamblea litúrgica, en la que el Señor obra y realiza su misterio de comunión, permanece naturalmente válida, pero se debe colocar en su justo equilibrio. En efecto – como sucede a menudo – queriendo subrayar un aspecto, se acaba con sacrificar otro. En este caso, la acentuación realizada sobre la celebración de la Eucaristía ha disminuido la adoración, como acto de fe y de oración dirigido al Señor Jesús, realmente presente en el Sacramento del altar. Este desequilibrio ha tenido repercusiones también sobre la vida espiritual de los fieles. En efecto, concentrando toda la relación con Jesús eucaristía sólo en el momento de la Santa Misa, se corre el riesgo de vaciar de su presencia el resto del tiempo y del espacio existenciales. Y, de este modo, se percibe menos el sentido de la presencia constante de Jesús en medio de nosotros y con nosotros – una presencia concreta, cercana, entre nuestras casas, como «Corazón que late» de la ciudad, del país y del territorio, con sus distintas expresiones y actividades. El Sacramento de la Caridad de Cristo debe permear toda la vida cotidiana.

En realidad, es un error contraponer la celebración y la adoración, como si estuvieran en competencia la una contra la otra. Es precisamente, todo lo contrario: el culto del Santísimo Sacramento constituye el ‘ambiente’ espiritual en el cual la comunidad puede celebrar bien y en verdad la Eucaristía. Sólo si está precedida, acompañada y seguida por esta conducta interior de fe y de adoración, la acción litúrgica puede expresar su pleno significado y valor. El encuentro con Jesús en la Santa Misa se realiza verdadera y plenamente cuando la comunidad es capaz de reconocer que Él, en el Sacramento, habita su casa, nos espera, nos invita a su mesa y, luego, una vez que la asamblea se ha disuelto, permanece con nosotros, con su presencia discreta y silenciosa, y nos acompaña con su intercesión, y sigue recogiendo nuestros sacrificios espirituales y ofreciéndolos al Padre.

En este contexto, me complace subrayar la experiencia que viviremos esta tarde juntos. En el momento de la adoración, estamos todos en el mismo plano, de rodillas ante el Sacramento del Amor. El sacerdocio común y el ministerial se encuentran unidos en el culto eucarístico. Es una experiencia muy bella y significativa, que hemos vivido varias veces en la Basílica de San Pedro y también en las inolvidables vigilias con los jóvenes – recuerdo, por ejemplo las de Colonia, Londres, Zagreb y Madrid. Es evidente para todos que estos momentos de vigilia eucarística preparan la celebración de la Santa Misa, preparan los corazones al encuentro, de forma que éste resulta más fructuoso. Estar todos en silencio prolongado ante el Señor presente en su Sacramento es una de las experiencias más auténticas de nuestro ser Iglesia, que se acompaña de forma complementaria con la de celebrar la Eucaristía, escuchando la Palabra de Dios, cantando, acercándose juntos a la mesa del Pan de vida. No se pueden separar – van juntas - la comunión y la contemplación. Para comunicar verdaderamente con otra persona, tengo que conocerla, saber estar en silencio cerca de ella, escucharla, mirarla con amor. El verdadero amor y la verdadera amistad viven siempre esta reciprocidad de miradas, de silencios intensos, elocuentes, llenos de respeto y de veneración, de forma que el encuentro se viva profundamente, de modo personal y no superficial. Y, lamentablemente, si falta esta dimensión, también la misma comunión sacramental puede llegar a ser, de parte nuestra, un gesto superficial. Sin embargo, en la verdadera comunión, preparada por el coloquio de la oración y de la vida, podemos decirle al Señor palabras de confianza, como las que resonaron hace poco en el Salmo responsorial: «Yo, Señor, soy tu servidor, tu servidor, lo mismo que mi madre: por eso rompiste mis cadenas. Te ofreceré un sacrificio de alabanza, e invocaré el nombre del Señor (Sal 116, 16-17).

Ahora quisiera pasar, brevemente, al segundo aspecto: la sacralidad de la Eucaristía. También aquí hemos sufrido, en el pasado reciente, un malentendido sobre el mensaje auténtico de la Sagrada Escritura. La novedad cristiana en lo que respecta al culto recibió el influjo de cierta mentalidad secularista, de los años sesenta y setenta del siglo pasado. Es verdad, y permanece siempre válido, que el centro del culto ya no está en los ritos y en los sacrificios antiguos, sino en Cristo mismo, en su persona, en su vida, en su misterio pascual. Y, sin embargo, de esta novedad fundamental no se debe deducir que lo sagrado ya no existe, sino que ha encontrado su cumplimiento en Jesucristo, Amor divino encarnado. La Carta a los Hebreos, que escuchamos esta tarde en la segunda Lectura, nos habla precisamente de la novedad del sacerdocio de Cristo, «Sumo Sacerdote de los bienes futuros» (Hb 9,11), pero no dice que el sacerdocio haya terminado. Cristo «es mediador de una Nueva Alianza» (Hb 9,15), establecida en su sangre, que purifica «nuestra conciencia de las obras que llevan a la muerte» (Hb 9,14). Él no abolió lo sagrado, sino que lo llevó a su cumplimiento, inaugurando un culto nuevo, que aun siendo verdaderamente espiritual, mientras estemos en camino en el tiempo, se sirve todavía de signos y de ritos, que desaparecerán sólo al final, en la Jerusalén celeste, donde ya no habrá ningún templo (cfr Ap 21,22) ¡Gracias a Cristo, la sacralidad es más verdadera, más intensa, y, como sucede para los mandamientos, más exigente! No basta la observancia ritual, sino que se requiere la purificación del corazón y la implicación de la vida.

Me complace también subrayar que lo sagrado tiene una función educativa y que su desaparición empobrece, inevitablemente, la cultura, en particular, la formación de las nuevas generaciones. Si, por ejemplo, en nombre de una fe secularizada, que no requiera signos sagrados, se aboliera esta procesión ciudadana del Corpus Domini, el perfil espiritual de Roma quedaría ‘mermado’ y nuestra conciencia personal y comunitaria quedaría debilitada. O, pesemos también en una mamá y en un papá que, en nombre de una fe desacralizada, privaran a sus hijos de toda ritualidad religiosa: en realidad, acabarían por dejar el campo libre a tantos subrogados presentes en la sociedad del consumo, a otros ritos y a otros signos, que con mayor facilidad se pueden volver ídolos. Dios, nuestro Padre, no hizo lo mismo con la humanidad: envió a su Hijo al mundo, no para abolir, sino para dar cumplimiento también a lo sagrado. En el culmen de esta misión, en la Última Cena, Jesús instituyó el Sacramento de su Cuerpo y de su Sangre, el Memorial de su Sacrificio pascual. De este modo, Él se puso a Sí mismo en lugar de los sacrificios antiguos, pero lo hizo en el interior de un rito, que mandó perpetuar a los Apóstoles, como signo supremo y verdadero de lo Sagrado, que es Él mismo. Con esta fe, queridos hermanos y hermanas, nosotros celebramos hoy y cada día el Misterio eucarístico y lo adoramos como centro de nuestra vida y corazón del mundo. Amén.

sábado, 9 de junio de 2012

HISTORIA DE LA SOLEMNIDAD DEL CORPUS CHRISTI



A fines del siglo XIII surgió en Lieja, Bélgica, un Movimiento Eucarístico cuyo centro fue la Abadía de Cornillón fundada en 1124 por el Obispo Albero de Lieja. Este movimiento dio origen a varias costumbres eucarísticas, como por ejemplo la Exposición y Bendición con el Santísimo Sacramento, el uso de las campanillas durante la elevación en la Misa y la fiesta del Corpus Christi.
Santa Juliana de Mont Cornillón, por aquellos años priora de la Abadía, fue la enviada de Dios para propiciar esta Fiesta. La santa nace en Retines cerca de Liège, Bélgica en 1193. Quedó huérfana muy pequeña y fue educada por las monjas Agustinas en Mont Cornillon. Cuando creció, hizo su profesión religiosa y más tarde fue superiora de su comunidad. Murió el 5 de abril de 1258, en la casa de las monjas Cistercienses en Fosses y fue enterrada en Villiers.

Desde joven, Santa Juliana tuvo una gran veneración al Santísimo Sacramento. Y siempre anhelaba que se tuviera una fiesta especial en su honor. Este deseo se dice haber intensificado por una visión que tuvo de la Iglesia bajo la apariencia de luna llena con una mancha negra, que significaba la ausencia de esta solemnidad.

Juliana comunicó estas apariciones a Mons. Roberto de Thorete, el entonces obispo de Lieja, también al docto Dominico Hugh, más tarde cardenal legado de los Países Bajos y a Jacques Pantaleón, en ese tiempo archidiácono de Lieja, más tarde Papa Urbano IV.
El obispo Roberto se impresionó favorablemente y, como en ese tiempo los obispos tenían el derecho de ordenar fiestas para sus diócesis, invocó un sínodo en 1246 y ordenó que la celebración se tuviera el año entrante; al mismo tiempo el Papa ordenó, que un monje de nombre Juan escribiera el oficio para esa ocasión. El decreto está preservado en Binterim (Denkwürdigkeiten, V.I. 276), junto con algunas partes del oficio.

Mons. Roberto no vivió para ver la realización de su orden, ya que murió el 16 de octubre de 1246, pero la fiesta se celebró por primera vez al año siguiente el jueves posterior a la fiesta de la Santísima Trinidad. Más tarde un obispo alemán conoció la costumbre y la extendió por toda la actual Alemania.
El Papa Urbano IV, por aquél entonces, tenía la corte en Orvieto, un poco al norte de Roma. Muy cerca de esta localidad se encuentra Bolsena, donde en 1263 o 1264 se produjo el Milagro de Bolsena: un sacerdote que celebraba la Santa Misa tuvo dudas de que la Consagración fuera algo real. Al momento de partir la Sagrada Forma, vio salir de ella sangre de la que se fue empapando en seguida el corporal. La venerada reliquia fue llevada en procesión a Orvieto el 19 junio de 1264. Hoy se conservan los corporales -donde se apoya el cáliz y la patena durante la Misa- en Orvieto, y también se puede ver la piedra del altar en Bolsena, manchada de sangre.
El Santo Padre movido por el prodigio, y a petición de varios obispos, hace que se extienda la fiesta del Corpus Christi a toda la Iglesia por medio de la bula "Transiturus" del 8 septiembre del mismo año, fijándola para el jueves después de la octava de Pentecostés y otorgando muchas indulgencias a todos los fieles que asistieran a la Santa Misa y al oficio.

Luego, según algunos biógrafos, el Papa Urbano IV encargó un oficio -la liturgia de las horas- a San Buenaventura y a Santo Tomás de Aquino; cuando el Pontífice comenzó a leer en voz alta el oficio hecho por Santo Tomás, San Buenaventura fue rompiendo el suyo en pedazos.
La muerte del Papa Urbano IV (el 2 de octubre de 1264), un poco después de la publicación del decreto, obstaculizó que se difundiera la fiesta. Pero el Papa Clemente V tomó el asunto en sus manos y, en el concilio general de Viena (1311), ordenó una vez más la adopción de esta fiesta. En 1317 se promulga una recopilación de leyes -por Juan XXII- y así se extiende la fiesta a toda la Iglesia.
Ninguno de los decretos habla de la procesión con el Santísimo como un aspecto de la celebración. Sin embargo estas procesiones fueron dotadas de indulgencias por los Papas Martín V y Eugenio IV, y se hicieron bastante comunes a partir del siglo XIV.
La fiesta fue aceptada en Cologne en 1306; en Worms la adoptaron en 1315; en Strasburg en 1316. En Inglaterra fue introducida de Bélgica entre 1320 y 1325. En los Estados Unidos y en otros países la solemnidad se celebra el domingo después del domingo de la Santísima Trinidad.
En la Iglesia griega la fiesta de Corpus Christi es conocida en los calendarios de los sirios, armenios, coptos, melquitas y los rutinios de Galicia, Calabria y Sicilia.
PROCESION DEL CORPUS CHRISTI
VALENCIA (ESPAÑA)

Finalmente, el Concilio de Trento declara que muy piadosa y religiosamente fue introducida en la Iglesia de Dios la costumbre, que todos los años, determinado día festivo, se celebre este excelso y venerable sacramento con singular veneración y solemnidad; y reverente y honoríficamente sea llevado en procesión por las calles y lugares públicos. En esto los cristianos atestiguan su gratitud y recuerdo por tan inefable y verdaderamente divino beneficio, por el que se hace nuevamente presente la victoria y triunfo de la muerte y resurrección de Nuestro Señor Jesucristo.

domingo, 3 de junio de 2012

DOMINGO DE LA SANTISIMA TRINIDAD


SANTÍSIMA TRINIDAD


El Dios uno y trino,
misterio de amor,
habita en los cielos
y en mi corazón.
Dios escondido en el misterio,
como la luz que apaga estrellas;
Dios que te ocultas a los sabios,
y a los pequeños te revelas.
No es soledad, es compañía,
es un hogar tu vida eterna,
es el amor que se desborda
de un mar inmenso sin riberas.
Padre de todos, siempre joven,
al Hijo amado eterno engendras,
y el Santo Espíritu procede
como el Amor que a los dos sella.
Padre, en tu gracia y tu ternura,
la paz, el gozo y la belleza,
danos ser hijos en el Hijo
y hermanos todos en tu Iglesia.
Al Padre, al Hijo y al Espíritu,
acorde melodía eterna,
honor y gloria por los siglos
canten los cielos y la tierra. Amén.



Oración
Dios, Padre todopoderoso, que has enviado al mundo la Palabra de la verdad y el Espíritu de la santificación para revelar a los hombres tu admirable misterio, concédenos profesar la fe verdadera, conocer la gloria de la eterna Trinidad y adorar su Unidad todopoderosa.