EL CORAZÓN QUE NUNCA OLVIDA
Antonio Orozco
Arvo.net, 19.06.2009
En el mes de junio, el pueblo cristiano dedica especial culto y veneración al Sagrado Corazón de Jesús. El lenguaje bíblico no tiene nuestra palabra persona. Sin embargo, “corazón” es un término frecuente y riquísimo de contenido, con el que se puede elaborar una antropología muy ajustada a la realidad humana, material e inmaterial a un tiempo, inmanente y trascendente al mundo. Unidad de cuerpo corruptible y alma inmortal.
San Josemaría |
El corazón no sólo siente; también sabe y entiende. La ley de Dios es recibida en el corazón (Cfr. Ps 39, 9)., y en él permanece escrita(Cfr. Prov 7, 3). Añade también la Escritura: de la abundancia del corazón habla la boca (Mt 12, 34) . El Señor echó en cara a unos escribas: ¿por qué pensáis mal en vuestros corazones? ( Mt 9, 4). Y, para resumir todos los pecados que el hombre puede cometer, dijo: del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, adulterios, fornicaciones, hurtos, falsos testimonios, blasfemias (Mt 15, 19).
Cuando en la Sagrada Escritura se habla del corazón, no se trata de un sentimiento pasajero, que trae la emoción o las lágrimas. Se habla del corazón para referirse a la persona que, como manifestó el mismo Jesucristo, se dirige toda ella -alma y cuerpo- a lo que considera su bien: porque donde está tu tesoro, allí estará también tu corazón (Mt 15, 19. Por eso al tratar ahora del Corazón de Jesús, ponemos de manifiesto la certidumbre del amor de Dios y la verdad de su entrega a nosotros. Al recomendar la devoción a ese Sagrado Corazón, estamos recomendando que debemos dirigirnos íntegramente -con todo lo que somos: nuestra alma, nuestros sentimientos, nuestros pensamientos, nuestras palabras y nuestras acciones, nuestros trabajos y nuestras alegrías- a todo Jesús » . (Es Cristo que pasa, num.164).
El Corazón abierto físicamente por una lanza en el Gólgota, del que manó sangre y agua, es también símbolo de la apertura universal de su amor inmenso. Quien no entienda esto, aunque sea solo de un modo teórico, seguramente jamás ha estado enamorado. O lo ha olvidado. Tampoco puede entender las pegatinas con el ingenuo símbolo aludido, las hipérboles amorosas, un elevado tanto por ciento de las canciones populares. En fin, no puede entender casi nada de lo más importante que sucede en este mundo.
«En esto se concreta la verdadera devoción al Corazón de Jesús – dice san Josemaría-: en conocer a Dios y conocernos a nosotros mismos, y en mirar a Jesús y acudir a El, que nos anima, nos enseña, nos guía.
Sagrado Corazón de Jesús |
En sentido estricto sólo Dios puede crear «de la nada». También es verdad que nos ha hecho partícipes de su poder creador. Podemos «crear» desde algo previo. No nos limitamos a emitir sonidos, interjecciones, gritos de pánico o rabia, suspiros de bienestar… Las palabras son sonidos a los que hemos conferido una significación, comunican no solo sentimientos y emociones, también pensamientos, argumentos, discursos… No construimos nidos o madrigueras, hacemos casas y las convertimos en hogares, decoradas - con decoro - por múltiples objetos «inútiles» dotados de sentido evocador. Una fotografía en un marco, una flores, una reliquia familiar... Tienen sentidomás que material. Lo hemos creado nosotros.
Margarita |
Alguien toma una flor bonita y se la da a otra persona diciendo: «mira, es como tú». Entonces, todos los elementos materiales de la flor, la forma, el color, el aroma... cobran una nueva significación, se humanizan, adquieren un poder evocador, son origen y causa de profundos sentimientos humanos. Esa flor ha adquirido un poderconmovente. Cambian el rumbo de una vida, o de dos, o de muchas. La flor ha sido dotada de sentido por quien la ofrece de ese modo y ha adquirido un sentido para quien la recibe. El sentido es algo que ponemos y produce efectos reales en las personas. He ahí el sentido de los sacrificios religiosos, presentes en todas las culturas.
El sacrificio religioso es ante todo el reconocimiento de la soberanía de Dios. No es humillación para el hombre. Saberse criatura de Dios es reconocer que sin Dios nada somos, tanto como que con Él somos llamados a la existencia por una razón de amor infinito, y destinados al infinito Amor. Con el misterio de la Encarnación del Verbo, nos sabemos llamados a ser hijos en el Hijo, y lo somos, dice san Juan. Por eso, le adoramos, le glorificamos, le damos gracias. Nos reconocemos de Él y para Él en el Amor de su Espíritu, donde se halla la felicidad completa.
Así la existencia humana se convierte en una historia de amor humano a lo divino. El Hijo se ha entregado gustosamente al sacrificio de la Cruz. Ha dado su vida humana glorificando al Padre en nuestro nombre y el Padre glorifica al Hijo otorgando a su Humanidad todo el poder y la gloria divinas. Un hombre es Dios y, tras su anonadamiento, es exaltado por encima de todo lo creado. Con una vida nueva que nos transmite mediante la comunión eucarística. Dicho todo ello muy en breve. La muerte de cruz era la ejecución de un ser maldito. Cristo antes de entregarse a aquella tortura, en la Última Cena, le confiere un sentido distinto: Este es mi Cuerpo que se entrega por vosotros… Esta es mi Sangre que se derrama para el perdón de los pecados…
Es la más grande declaración de amor habida y que habrá a lo largo y ancho de la Historia. Mediante el Corazón de Jesús el amor ha entrado en la historia de la humanidad como Amor subsistente: «porque tanto amó Dios al mundo, que le dio su unigénito Hijo» (Ioh 3, 16) (cfr. JP II). El amor del Corazón de Cristo transforma el odio de los verdugos en sacrificio de adoración, acción de gracias, expiación por los pecados del mundo, impetración de mercedes para la salvación de todos los que quieran ser salvados.
El Corazón de Cristo es horno ardiente de amor, rezan las Letanías del Sagrado Corazón. Horno, porque ese amor es como el fuego, tan intenso que, el hombre, si pudiera captarlo tal como es, no podría soportarlo. Moriría al instante… ¡de Amor! Nadie puede ver a Dios sin morir. No porque sea terrible y espantoso, sino por que es, para la criatura, un exceso de Luz y de Amor. Nadie puede entrar en la plenitud del amor de Dios sin una completa purificación y elevación de todo su ser a lo que la teología llamabienaventuranza eterna y visión beatífica. Será la vida de amor activo eterna y perfectamente poseído, interminable, todo de una vez. ¿No vale la pena pasar un poco de tiempo «de cruz», siempre es breve el tiempo, para gozar eternamente del Corazón de Dios?
Entretanto, mientras caminamos, el «Horno de caridad» arde a nuestra medida. El Corazón de Jesús, el Corazón humano de Dios-Hombre, está abrazado por la «llama viva» del Amor trinitario, que jamás se extingue. Al arder, quema las impurezas con el amor que lo colma. El Corazón de Jesús es horno ardiente de caridad, porque el amor posee algo de la naturaleza del fuego, que arde y quema para iluminar y calentar. El Corazón de Jesús, horno ardiente de caridad, mientras arde, ilumina las tinieblas de la noche y calienta los cuerpos de los caminantes ateridos (cfr. JP II,). Nos va disponiendo para entrar en el gran «incendio».
Tiene además la bondad de hacernos partícipes de su Amor para poder conmoverle… ¡a Él!. Hacemos un pequeño sacrificio, un trabajo bien hecho, acabado y le decimos: «¡Es por Ti!». Y Dios se conmueve, y nos aprieta contra su Corazón de Padre, de Hermano, de Amigo, de Enamorado. Esto es unirse a Dios, y por tanto, santificar el trabajo y santificarse en el trabajo, en todo momento: «Es por Ti». Damos sentido divino a todo lo humano que acerca a Dios. Por eso, San Josemaría consideraba que un trozo de madera o de hierro trabajado por un hijo de Dios es una cosa muy «espiritual», y que es propio de los hijos de Dios hacer «endecasílabos de la prosa de cada día». Decimos «Es por Ti»... y espiritualizamos todo lo material.
Así todo puede y debe llevar a Dios, las pequeñas o grandes peripecias de los hombres -y, si fuera preciso decirlo explícitamente, de las mujeres- dejan de ser intrascendentes y todo proyecto humano puede convertirse en un modo de relacionarse amorosamente con Dios, es decir, en oración. El trabajo es medio de santificación, la acción misma del trabajo tiene vibración de eternidad.
Beata Madre Teresa de Calcuta |
Horno ardiente de amor, porque da luz y caldea. Protege el hogar de los fríos, de las soledades, de las indigencias, de las incomprensiones, de los desamores. «Este Corazón es la maravillosa Condescendencia de Dios: el Corazón humano que late con la vida divina: la vida divina que late en el corazón humano» (JPII). El Corazón de Cristo es corazón de hombre abrazado por Dios y corazón de hombre que abraza a Dios y así abraza a todo hombre que viene a este mundo. Es el Corazón humano de Dios, en el se encuentran infinitos tesoros de amor y de sabiduría.
Junto al Corazón de Jesús, mejor, en el Corazón de Jesús, se encuentra el Corazón inmaculado de María. Concluyamos esta ya larga meditación con Juan Pablo II, cuando a la hora del Ángelus invita a «venerar ese momento único en la historia del universo en el que Dios-Hijo se hace hombre bajo el Corazón de la Virgen de Nazaret. ¨ Es el momento de la Anunciación que refleja la oración del "Angelus Domini". "Concebirás en tu seno y darás a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús. Él será... llamado Hijo del Altísimo" (Lc 1, 31-32). María dice: "Hágase en mí según tu palabra" (Lc 1, 38). Y desde aquel momento su Corazón se prepara a acoger al Dios-Hombre: ¡"Corazón de Jesús, dignísimo de toda alabanza"! Nos unimos con la Madre de Dios para adorar a este Corazón del Hombre que, mediante el misterio de la unión hipostática (unión de las naturalezas), es al mismo tiempo el Corazón de Dios. Tributamos a Dios la adoración debida al Corazón de Cristo Jesús, desde el primer momento de su concepción en el seno de la Virgen. Junto con María le tributamos la misma adoración en el momento del nacimiento: cuando vino al mundo en la extrema pobreza de Belén. Le tributamos la misma adoración, junto con María, durante todos los días y los años de su vida oculta en Nazaret, durante todos los días y los años en los que cumple su servicio mesiánico en Israel. Y cuando llega el tiempo de la pasión, del despojamiento, de la humillación y del oprobio de la cruz, nos unimos todavía más ardientemente al Corazón de la Madre para gritar: ¡"Corazón de Jesús, dignísimo de toda alabanza"! Sí. ¡Dignísimo de toda alabanza precisamente a causa de este oprobio y humillación! En efecto, entonces el Corazón del Redentor alcanza el culmen del amor de Dios. ¡Y precisamente el Amor es digno de toda alabanza! Nosotros "no nos gloriaremos a no ser en la cruz de nuestro Señor Jesucristo" (cf. Gál 6, 14), escribirá San Pablo, mientras San Juan enseña: "Dios es amor" (1 Jn 4, 8). Jesucristo está en la gloria de Dios Padre. De esta gloria el Padre rodeó en el Espíritu Santo, el Corazón de su Hijo glorificado. Esta gloria anuncia en los siglos la asunción al cielo del Corazón de su Madre. Y todos nosotros nos unimos con Ella para confesar: "Corazón de Jesús, dignísimo de toda alabanza, ten piedad de nosotros".
©Arvo Net, 25 de Julio de 2004-19 de junio de 2009
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