EL CENTURIÓN
El Evangelio de hoy, es especialmente emotivo para mí, y
desde hace tiempo en muchos momentos recuerdo sus palabras, ante Dios, ante Su
Caridad y Misericordia, ante Su Servicio a todos nosotros, enviándonos a Su
Hijo, a Su Espíritu para que le conozcamos cada vez más.
Me atrevo a decir que Él, está a nuestra puerta, llamando,
esperando que le abramos y el Centurión con toda humildad le ruega a Jesús la curación de su sirviente y el Centurión obedece ante la indicación de Jesús, que le manifiesta la gran Fe que tiene.
No quiero dejar pasar este día , en el que el Evangelio de hoy ha servido para dar título a este blog.
En la Santa Misa manifestamos las palabras del Centurión." Dómine, non sum dignus ut intres sub tectum meum..."
Palabras de Bondad, Caridad, Fe, Obediencia y Alabanza, que resumo en "Non sum dignus" con la Esperanza contenida del Amor a Dios, con la evidente realidad de mis pecados y con el ruego de Su Perdón..
Non sum dignus
Evangelio según San Mateo 8,5-17.
Al entrar en Cafarnaún, se le acercó un centurión, rogándole":
"Señor, mi sirviente está en casa enfermo de parálisis y sufre terriblemente".
Jesús le dijo: "Yo mismo iré a curarlo".
Pero el centurión respondió: "Señor, no soy digno de que entres en mi casa; basta que digas una palabra y mi sirviente se sanará.
Porque cuando yo, que no soy más que un oficial subalterno, digo a uno de los soldados que están a mis órdenes: 'Ve', él va, y a otro: 'Ven', él viene; y cuando digo a mi sirviente: 'Tienes que hacer esto', él lo hace".
Al oírlo, Jesús quedó admirado y dijo a los que lo seguían: "Les aseguro que no he encontrado a nadie en Israel que tenga tanta fe.
Por eso les digo que muchos vendrán de Oriente y de Occidente, y se sentarán a la mesa con Abraham, Isaac y Jacob, en el Reino de los Cielos;
en cambio, los herederos del Reino serán arrojados afuera, a las tinieblas, donde habrá llantos y rechinar de dientes".
Y Jesús dijo al centurión: "Ve, y que suceda como has creído". Y el sirviente se curó en ese mismo momento.
Cuando Jesús llegó a la casa de Pedro, encontró a la suegra de este en cama con fiebre.
Le tocó la mano y se le pasó la fiebre. Ella se levantó y se puso a servirlo.
Al atardecer, le llevaron muchos endemoniados, y él, con su palabra, expulsó a los espíritus y curó a todos los que estaban enfermos,
para que se cumpliera lo que había sido anunciado por el profeta Isaías: El tomó nuestras debilidades y cargó sobre sí nuestras enfermedades.
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