SAN AGUSTIN

¿Cómo aprender Humildad? ¡Sólo con humillaciones!
(Beata Teresa de Calcuta)

...Llenaos primero vosotros mismos; sólo así podréis dar a los demás. (San Agustín)

Dios no pretende de mí que tenga éxito. Sólo me exige que le sea fiel.
(Beata Teresa de Calcuta)

GOTA

... lo que hacemos es tan solo una gota en el mar, pero el mar sería menos si le faltara esa gota.
(Beata Teresa de Calcuta)

Contento, Señor, Contento (San Alberto Hurtado)

...y ESO ES LA SANTIDAD, DEJAR QUE EL SEÑOR ESCRIBA NUESTRA HISTORIA... (Papa Francisco)

«No ser, no querer ser; pisotear el yo, enterrarlo si posible fuera...».
(Santa Ángela de la Cruz)

Reconoce cristiano, tu dignidad, que el Hijo de Dios se vino del Cielo, por salvar tu alma. (San León Magno)

martes, 28 de febrero de 2012


HIMNO ADORO TE DEVOTE
                                                              (Santo Tomás de Aquino)









Te adoro con devoción, Dios escondido, oculto verdaderamente bajo estas apariencias. A Ti se somete mi corazón por completo, y se rinde totalmente al contemplarte.

Al juzgar de Ti, se equivocan la vista, el tacto, el gusto; pero basta el oído para creer con firmeza; creo todo lo que ha dicho el Hijo de Dios: nada es más verdadero que esta Palabra de verdad.

En la Cruz se escondía sólo la Divinidad, pero aquí se esconde también la Humanidad; sin embargo, creo y confieso ambas cosas, y pido lo que pidió aquel ladrón arrepentido.

No veo las llagas como las vió Tomás pero confieso que eres mi Dios: haz que yo crea más y más en Ti, que en Ti espere y que te ame.

¡Memorial de la muerte del Señor! Pan vivo que das vida al hombre: concede a mi alma que de Ti viva y que siempre saboree tu dulzura.

Señor Jesús, Pelícano bueno, límpiame a mí, inmundo, con tu Sangre, de la que una sola gota puede liberar de todos los crímenes al mundo entero.

Jesús, a quien ahora veo oculto, te ruego, que se cumpla lo que tanto ansío: que al mirar tu rostro cara a cara, sea yo feliz viendo tu gloria.

Amén.

ADORO TE DEVOTE CANTO GREGORIANO


Adoro te devote, latens Deitas,
Quae sub his figuris vere latitas:
Tibi se cor meum totum subiicit,
Quia te contemplans totum deficit.
Visus, tactus, gustus in te fallitur,
Sed auditu solo tuto creditur.
Credo quidquid dixit Dei Filius:
Nil hoc verbo Veritatis verius.
In cruce latebat sola Deitas,
At hic latet simul et humanitas;
Ambo tamen credens atque confitens,
Peto quod petivit latro paenitens.
Plagas, sicut Thomas, non intueor;
Deum tamen meum te confiteor.
Fac me tibi semper magis credere,
In te spem habere, te diligere.
O memoriale mortis Domini!
Panis vivus, vitam praestans homini!
Praesta meae menti de te vivere
Et te illi semper dulce sapere.
Pie pellicane, Iesu Domine,
Me immundum munda tuo sanguine.
Cuius una stilla salvum facere
Totum mundum quit ab omni scelere.
Iesu, quem velatum nunc aspicio,
Oro fiat illud quod tam sitio;
Ut te revelata cernens facie,
Visu sim beatus tuae gloriae.
Amen

domingo, 26 de febrero de 2012

VIA CRUCIS CON MADRE TERESA Y LOS MISIONEROS DE LA CARIDAD



VIA CRUCIS 

COMO BROTA DE  “EL ALMA DE MADRE TERESA”
Y DE SUS REFLEXIONES



“Yo te lo pido,
ellos te lo han pedido
y ella, Mi Madre, te lo ha pedido.
¿Rehusarás hacer esto por Mí,
cuidarte de ellos, traerlos a Mí?”.
“Sí, Señor mío ”


Sólo unas palabras:

  Este Vía Crucis, que se funda en el documento “El alma de Madre Teresa”, está destinado principalmente a aquéllos que conocen este documento.

La primera estación, inmediatamente después de la oración introductoria, es la agonía de Jesús en el huerto de los olivos pero, estando habituados al Víacrucis de catorce estaciones, no se ha considerado cambiar el acostumbrado orden de las mismas. Es por ello que a la primera estación no se le ha asignado un número.

Esperamos que la devoción a este Víacrucis pueda proporcionar no solamente una profundización del espíritu y el carisma de los Misioneros de la Caridad sino, también, una unión siempre más fuerte de toda la Familia de los Misioneros de la Caridad Laicos. Oramos por ello y pedimos las oraciones de todos.

P. SEBASTIÁN VAZHAKALA M.C.

   


Oración


Oh Dios, desde lo profundo del corazón te rogamos que nada pueda empañar nuestra absoluta pobreza de la Cruz, nuestra obediencia y caridad de la Cruz, para ser auténticas víctimas de tu amor por los más pobres entre los pobres, los enfermos, los moribundos, los abandonados, los niños de la calle y todos aquéllos que viven en la desesperación y en la sombra de la muerte. Te lo pedimos por Jesucristo, Nuestro Señor. Amén.

“¡Permanece a nuestro lado a lo largo del camino,
guía cada uno de nuestros pasos,
llévanos a Jesús, tu amado Hijo,
Ven con nosotros, María, ven!”.


La Agonía de Jesús en el huerto de los olivos


“¡Oh Jesús mío!, lo que me pides sobrepasa mis fuerzas. Comprendo a duras penas la mitad de cuanto me pides. Soy  indigna, pecadora y débil. Ve, Jesús, y encuentra un alma más digna y generosa”.

Lector:  Te adoramos, Oh Cristo, y te bendecimos.
 Todos: Porque por tu santa Cruz has  redimido al mundo.

“¡Cuánto me tortura hoy, Jesús, Dios mío, esta soledad mía!.
Me pregunto: ¿durante cuánto tiempo podrá mi corazón soportarla?. ¡Cuántas lágrimas!. Todos ven mi debilidad. Dios mío, dame fuerzas para luchar contra mi “yo” y contra la tentación. Haz que no me aparte del sacrificio que he hecho por mi libre elección y convicción. Corazón Inmaculado de María, ten piedad de tu pobre niña. Quiero, por tu amor, vivir y morir como Misionera de la Caridad”.   

Todos:  Santa Madre, haz que  las heridas del Señor  sean      grabadas en mi corazón.



1º Estación
Nuestro Señor es sentenciado a muerte

Lector:  Te adoramos, Oh Cristo, y te bendecimos.
 Todos: Porque por tu santa Cruz has  redimido al mundo. 
“No temáis, soy Yo. Simplemente obedeced. Obedeced alegre y prontamente, sin preguntar nada”.

“Sufrirás, sufrirás mucho, pero recuerda que estoy a tu lado aunque todo el mundo te rechace. Recuerda que Me perteneces y que Yo te pertenezco. No temas. Tan sólo obedece. Si me obedeces, no te abandonaré nunca”.

1.       Estás, oh Madre dolorosa,
          junto a la Cruz lacrimosa,
          donde está clavado el Hijo.

Santa Madre...



                                                           
                                2ª Estación

Jesús con la cruz a cuestas

Lector:  Te adoramos, Oh Cristo, y te bendecimos.
 Todos: Porque por tu santa Cruz has  redimido al mundo. 
“Tu vocación es amar, sufrir y salvar almas. Cumpliendo esto realizarás el deseo de Mi corazón por ti”..

 “Ven, ven, pequeña mía, llévame a los tugurios de los pobres.
Ven y sé Mi luz. No puedo ir solo. Ven, ve en medio de ellos. Llévame contigo a sus vidas. Cuánto deseo entrar en sus tugurios, en sus casas tristes y vacías. Ven y sé víctima por ellos. En tu inmolación, en tu amor por Mí, Me verán, Me conocerán, Me querrán”.

2.      Una espada te traspasa
el alma; a ti, gimiente,
tiernísima y  doliente.

  Santa Madre...   


                                 3ª Estación

Jesús cae por primera vez

Lector:  Te adoramos, Oh Cristo, y te bendecimos.
 Todos: Porque por tu santa Cruz has  redimido al mundo. 
“¡La soledad es tan grande, tanto exteriormente como en lo íntimo del corazón!. No tengo a nadie a quien dirigirme. Se me ha privado de toda ayuda espiritual e, incluso, humana; no puedo hablar con nadie y, si lo hago, nada entra en mi alma...”.

“Tú tienes miedo, y cuánto me hiere este miedo tuyo. No temas. Soy Yo quien te pide que hagas esto por Mí. Aunque todo el mundo esté en contra tuya, se mofe de ti o tus hermanas te miren con suficiencia, no temas. Yo estoy dentro de ti, contigo y por ti”. “¡Basta ya!, sabed que yo soy Dios” (Sal. 46,11).  

3.      Cuán triste, cuán afligida,
estás, oh Madre, abandonada,
cerca del Unigénito.

Santa Madre...



4ª Estación

Jesús encuentra a su Madre

Lector:  Te adoramos, Oh Cristo, y te bendecimos.
 Todos: Porque por tu santa Cruz has  redimido al mundo. 
“Tu corazón no se ha sumergido nunca en el dolor como lo ha hecho el de Mi Madre. Entre los dos lo hemos dado todo por las almas. ¿Y tú?”.

“Estaba arrodillada cerca de María, que se había vuelto hacia aquella gran muchedumbre de rostros doloridos y sufrientes. No vi su cara, pero le oí decir: “Cuida de ellos. Me pertenecen. Condúcelos hacia Jesús. Lleva a Jesús a ellos. No temas. Enséñales a orar con el Rosario, el Rosario en familia, y todo saldrá bien. No temas. Jesús y yo esteremos contigo y con tus hijos”.

4.     ¿Quién a las lágrimas no se rinde,
Madre Santa, si te ve sollozar
en el tormento?.

Santa Madre...




5ª Estación

El Cireneo ayuda a Jesús

Lector:  Te adoramos, Oh Cristo, y te bendecimos.
 Todos: Porque por tu santa Cruz has  redimido al mundo. 
“Tú sabes, Jesús, que estoy pronta a ir inmediatamente”.

“Por qué me ha sucedido todo esto a mí, que soy la más indigna de Sus criaturas?. No lo sé. He intentado frecuentemente persuadir a Nuestro Señor de que busque otra alma más generosa y más fuerte, pero Él parece complacerse en mi confusión y debilidad”.
“He hecho cuanto he podido pero, si hubiese sido posible darle una taza de leche caliente, o algo similar, su cuerpo habría recuperado la vida. Tengo que buscar un lugar bastante cercano a las personas, donde encuentre lo que es necesario”.

5.       Por las culpas de la gente,
 has visto azotar entre tormentos
  a Tu Hijo.

Santa Madre...
 

  
6ª Estación

La Verónica enjuga el rostro de Jesús

Lector:  Te adoramos, Oh Cristo, y te bendecimos.
 Todos: Porque por tu santa Cruz has  redimido al mundo.

“Cuánto me hiere, si lo  supieras, ver estos niños manchados por el pecado”.

“El número de pobres y sus necesidades precisan de una mano amable. ¿Cómo pueden dejar a sus pequeños vivir en la calle y caer en el pecado?. Cuántos mueren sin Dios, sólo porque no hay nadie que les hable de Su misericordia. Los sufrimientos del cuerpo hacen que olviden los terribles padecimientos que sus almas experimentarán por toda una eternidad. Todos nosotros estamos invitados a compartir sus sufrimientos y aliviar el dolor de sus rostros”.

6.      Madre, fuente del amor,
haz que yo sienta tu dolor
y también tus lágrimas.

Santa Madre...    

  
7ª Estación

Jesús cae por segunda vez

Lector:  Te adoramos, Oh Cristo, y te bendecimos.
 Todos: Porque por tu santa Cruz has  redimido al mundo. 
“Tengo tanto miedo, Jesús; un miedo terrible. Haz que no me engañe. Tengo tanto miedo”.

“Has dicho siempre: Haz de mí lo que Te plazca. Ahora quiero obrar, déjame hacerlo, Mi pequeña Esposa, pequeña Mía. No temas. Siempre estaré contigo. Sufrirás, y ya estás sufriendo ahora, pero si eres Mi pequeña Esposa, deberás soportar estos tormentos en tu corazón. Déjame obrar, no rehuses. Confía amorosamente en Mí, confía ciegamente en Mí”.

7.      Santa Madre del Señor,
inflígeme fuertemente
dentro del corazón sus heridas.

Santa Madre...  


  
8ª Estación

Jesús  consuela a las mujeres de Jerusalén

Lector:  Te adoramos, Oh Cristo, y te bendecimos.
 Todos: Porque por tu santa Cruz has  redimido al mundo. 
“El amor debe ser su palabra, el fuego que le conducirá a vivir con plenitud esta vida”.

“Pequeña Mía, dame almas. Dame las almas de los niños pobres de la calle. Ardo en deseo de la pureza de su amor. ¡Si  respondieras a mi llamada y condujeses hacia Mí estas almas, arrebatándolas de las manos del maligno!. ¡Si supieses cuántos pequeños caen en le pecado cada día!. Estamos aquí para amarlos, cuidarlos y rogar por ellos”.

8.      Haz que contigo, Madre,
yo llore por los padecimientos
 de Jesús mientras viva.

Santa Madre...



9ª Estación

Jesús cae por tercera vez

Lector:  Te adoramos, Oh Cristo, y te bendecimos.
 Todos: Porque por tu santa Cruz has  redimido al mundo. 
“Ofrece aún más sacrificios, sonríe más dulcemente, ora más fervorosamente y todas las dificultades desaparecerán”.

“Tengo tanto miedo, Jesús; un miedo terrible. Tengo miedo a los sufrimientos. Esto me demuestra cuánto me amo a mí  misma. Jesús, Jesús mío, soy tan sólo Tuya. Soy tan torpe. No sé que decir. Haz de mí lo que Te plazca, como Te plazca, hasta cuando quieras. No Te amo por lo que me das, sino por lo que me tomas”.

9.     Madre mía, deseo estar contigo
junto a la Cruz, y unirme a
tu llanto.

Santa Madre...


                                              10ª Estación

Jesús es despojado de sus vestiduras



Lector:  Te adoramos, Oh Cristo, y te bendecimos.
 Todos: Porque por tu santa Cruz has  redimido al mundo.
“Tu hábito es santo porque es Mi símbolo”.

“¿Se ha enfriado tu generosidad?. ¿He pasado, para ti, a un segundo plano?. Quiero que Me traigas pobres. Tú eres, lo sé, la persona más incapaz, débil y pecadora pero, precisamente porque eres así, deseo emplearte para Mi gloria. ¿Rehusarás?.

10.      Mientras esté viva pediré
a Jesús perdón por mis
innumerables errores.

Santa Madre...



11ª Estación

Jesús es clavado sobre la Cruz

Lector:  Te adoramos, Oh Cristo, y te bendecimos.
 Todos: Porque por tu santa Cruz has  redimido al mundo. 
“Renuncia y sacrificio serán los medios para conseguir nuestro objetivo. Tendremos muchas desilusiones, pero el buen Dios desea precisamente sólo nuestro amor y nuestra confianza en Él”. “Confía amorosamente en Mí. Confía ciegamente en Mí”.

“Cuando se ha tratado de salvar tu alma no he pensado en Mí mismo, sino que Me he entregado completamente a ti en la Cruz. Y ahora, tú ¿rehusarás?. Quiero hermanas y hermanos libres, revestidos de Mi pobreza en la Cruz; quiero hermanas y hermanos obedientes, revestidos de Mi obediencia en la Cruz; quiero hermanas y hermanos llenos de amor, revestidos de Mi caridad en la Cruz; que, así, estén fuertemente unidos a Mí, para irradiar Mi amor a las almas”.

11.      Deseo adorar sus llagas,
participar del dolor de Jesús.

Santa Madre...



12ª Estación

Jesús muere en la Cruz

Lector:  Te adoramos, Oh Cristo, y te bendecimos.
 Todos: Porque por tu santa Cruz has  redimido al mundo.

“Me entrego en Sus manos. Puede disponer de mí como quiera”.
  
“La misma gran muchedumbre, todos envueltos por las tinieblas, pero no obstante puedo verle. Nuestro Señor está sobre la Cruz; María no lejos de ella y yo, como una niña, frente a Él. Su mano izquierda reposaba sobre mi hombro izquierdo, y su mano derecha sostenía mi brazo derecho. Las dos estábamos vueltas hacia la Cruz. Nuestro Señor dijo: “Yo te lo he pedido. Ellos te lo han pedido y ella, Mi Madre, te lo ha pedido. ¿Rehusarás hacer esto por Mí, cuidarte de ellos, traérmelos a Mí?”.

“Lo sabes, Jesús, ansío ser solamente Tuya y para las almas; quiero que Tú seas amado tiernamente por muchos. Estoy pronta a ir inmediatamente”.

12.      También tú, Madre, muriendo
con Jesús en aquel momento,
has redimido a los hombres.

Santa Madre...

  
13ª Estación

Jesús es depositado en el sepulcro

Lector:  Te adoramos, Oh Cristo, y te bendecimos.
 Todos: Porque por tu santa Cruz has  redimido al mundo. 
“Me pregunto porqué los pobres están tan abandonados en su pobreza”

“Si no nos enamoramos de Jesús no podremos llevar esta vida de continuas inmolaciones por las almas. Cada uno de nosotros debe entender que, si queremos ser Misioneros de la Caridad Laicos, debemos enamorarnos de Jesús crucificado y ser víctimas Suyas por amor a las almas”.

13.     “He aquí a  tu Hijo, muerto
en la Cruz, portado
por débiles brazos”.

Santa Madre...



14ª Estación

Sepultura de Jesús

Lector:  Te adoramos, Oh Cristo, y te bendecimos.
 Todos: Porque por tu santa Cruz has  redimido al mundo. 
“¡Cuán maravillosas son las obras de Dios!. En toda su pobreza, el lugar es muy rico. Debo aceptar lo que me das y no lo que prefiero”.

“Sí, hay mucho sufrimiento, pero estas personas podrían ser felices si Nuestro Señor entrase cada vez más en su vida. Por mi libre elección y por Tu amor, deseo quedarme y hacer todo cuanto sea Tu voluntad. Auque tuviese que sufrir aún más de lo que sufro ahora, quiero, sin embargo, hacer Tu santa voluntad. Esta es la noche oscura del nacimiento de la Congregación. Dios mío, dame valor ahora, en este momento, para perseverar y seguir Tu llamada”.

14.      Cuando la muerte esté llegando,
ven, Madre, hacia mí, dándome
tu maternal amor.      

 Santa Madre...
          

.                                                       Oración

Señor nuestro y Dios nuestro, ilumínanos. Envía sobre nosotros Tu Santo Espíritu para que nos revele Tu voluntad,  nos dé fuerza para cumplir aquello que más Te complace y cargar con nuestra cruz de cada día. Jesús, no permitas que nos engañemos sino concédenos todas las gracias que son necesarias para hacer Tu santa voluntad.
María, que tu mano izquierda  esté siempre sobre nuestros hombros y tu mano derecha sostenga nuestros brazos mientras miramos a Jesús y nos esforzamos en hacer del Vía-Crucis nuestro modo de vida.

Señor, Tú eres mi Dios, Tú eres mi Esposo.


















sábado, 25 de febrero de 2012

El camino del encuentro

Acabo de encontrar en la web de la Diócesis de Málaga, el artículo, que reproduzco a continuación, que nos ofrece a la meditación el sacerdote D. Antonio Eloy Madueño, lo cual le agradezco.


El camino del encuentro

Está Dios en el alma escondido, y ahí le ha de buscar con amor, pues ese es el mejor rastro de su presencia para el hombre que cree a Dios ausente y no sabe, cómo o dónde encontrarlo.
Antonio Eloy Madueño, sacerdote - 22/02/2012. 204 vistas.
«No hay prioridad más grande que esta: abrir de nuevo al hombre de hoy el acceso a Dios, al Dios que habla y nos comunica su amor para que tengamos vida abundante (cf. Jn 10.10)» VD 2. Esta prioridad, que Benedicto XVI propone para toda la Iglesia, se convierte en la luz y la meta hacia la que tiende la Cuaresma, pues su objetivo no es otro que «reavivar el encuentro personal y comunitario con Cristo»(cf. VD 2).
¿Dónde y cuándo proponer el acceso al Dios que nos habla? En un mundo de ruidos y de agitación, la Palabra de Dios nos hace dirigir la mirada al interior: «Tú, en cambio, cuando ores, entra en tu cuarto cierra la puerta y ora a tu Padre,que está en lo secreto, y tu Padre,que ve en lo secreto, te lo recompensará» Mt 6,6. Es en el interior del corazón donde se produce ese encuentro, personal y único a la vez, con Dios.
A una generación que pide signos espectaculares para creer, sin embargo, el Dios escondido o ausente le pide que salga de sí, de sus esquemas y seguridades y dé un paso hacia ese interior con el que parece no contar, para descubrir en el íntimo ser de su alma el rostro amado de Dios, que busca a tientas y oscuras entre los flashes y slogans del exterior.
Está Dios en el alma escondido, y ahí le ha de buscar con amor, pues ese es el mejor rastro de su presencia para el hombre que cree a Dios ausente y no sabe, cómo o dónde encontrarlo. El camino del encuentro no es espectacular, sino personal y escondido a las miradas como el de todo enamoramiento.Nos dice alguien que sabe bien de amores y de encuentro con Dios, como San Juan de la Cruz; «alma que tanto deseas saber el lugar donde está tu Amado para buscarle y unirte con él, tú misma eres el aposento donde él está escondido; que es cosa de grande contentamiento y alegría ver que todo tu bien y esperanza está tan cerca de tí que esté en tí, o, por mejor decir, tú no puedes estar sin él.» CE 1,7.
«El reino de Dios está dentro de vosotros» (Lc 17,21) y «Vosotros sois templo de Dios» (2Cor 6,16). Es en la interior bodega donde nuestra sed de amor y encuentro con Dios puede ser saciada, donde Dios nos da a beber amor de su Amor. Sólo una cosa hace falta para este viaje interior en palabras de San Ignacio de Loyola: salir del amor propio que nos encierra, del querer que nos aisla y del interés que nos ciega" (cf. EE.EE 189).
Antonio Eloy Madueño Porras, sacerdote diocesano
  

miércoles, 22 de febrero de 2012

MIÉRCOLES DE CENIZA




MENSAJE DEL SANTO PADRE
BENEDICTO XVI
PARA LA CUARESMA 201
2

«Fijémonos los unos en los otros
para estímulo de la caridad y las buenas obras»
 (Hb 10, 24)

Queridos hermanos y hermanas
La Cuaresma nos ofrece una vez más la oportunidad de reflexionar sobre el corazón de la vida cristiana: la caridad. En efecto, este es un tiempo propicio para que, con la ayuda de la Palabra de Dios y de los Sacramentos, renovemos nuestro camino de fe, tanto personal como comunitario. Se trata de un itinerario marcado por la oración y el compartir, por el silencio y el ayuno, en espera de vivir la alegría pascual.
Este año deseo proponer algunas reflexiones a la luz de un breve texto bíblico tomado de la Carta a los Hebreos«Fijémonos los unos en los otros para estímulo de la caridad y las buenas obras» (10,24). Esta frase forma parte de una perícopa en la que el escritor sagrado exhorta a confiar en Jesucristo como sumo sacerdote, que nos obtuvo el perdón y el acceso a Dios. El fruto de acoger a Cristo es una vida que se despliega según las tres virtudes teologales: se trata de acercarse al Señor «con corazón sincero y llenos de fe» (v. 22), de mantenernos firmes «en laesperanza que profesamos» (v. 23), con una atención constante para realizar junto con los hermanos «la caridad y las buenas obras» (v. 24). Asimismo, se afirma que para sostener esta conducta evangélica es importante participar en los encuentros litúrgicos y de oración de la comunidad, mirando a la meta escatológica: la comunión plena en Dios (v. 25). Me detengo en el versículo 24, que, en pocas palabras, ofrece una enseñanza preciosa y siempre actual sobre tres aspectos de la vida cristiana: la atención al otro, la reciprocidad y la santidad personal.










1. “Fijémonos”: la responsabilidad para con el hermano.
El primer elemento es la invitación a «fijarse»: el verbo griego usado es katanoein, que significa observar bien, estar atentos, mirar conscientemente, darse cuenta de una realidad. Lo encontramos en el Evangelio, cuando Jesús invita a los discípulos a «fijarse» en los pájaros del cielo, que no se afanan y son objeto de la solícita y atenta providencia divina (cf. Lc 12,24), y a «reparar» en la viga que hay en nuestro propio ojo antes de mirar la brizna en el ojo del hermano (cf. Lc 6,41). Lo encontramos también en otro pasaje de la misma Carta a los Hebreos, como invitación a «fijarse en Jesús» (cf. 3,1), el Apóstol y Sumo Sacerdote de nuestra fe. Por tanto, el verbo que abre nuestra exhortación invita a fijar la mirada en el otro, ante todo en Jesús, y a estar atentos los unos a los otros, a no mostrarse extraños, indiferentes a la suerte de los hermanos. Sin embargo, con frecuencia prevalece la actitud contraria: la indiferencia o el desinterés, que nacen del egoísmo, encubierto bajo la apariencia del respeto por la «esfera privada». También hoy resuena con fuerza la voz del Señor que nos llama a cada uno de nosotros a hacernos cargo del otro. Hoy Dios nos sigue pidiendo que seamos «guardianes» de nuestros hermanos (cf. Gn 4,9), que entablemos relaciones caracterizadas por el cuidado reciproco, por la atención al bien del otro y a todo su bien. El gran mandamiento del amor al prójimo exige y urge a tomar conciencia de que tenemos una responsabilidad respecto a quien, como yo, es criatura e hijo de Dios: el hecho de ser hermanos en humanidad y, en muchos casos, también en la fe, debe llevarnos a ver en el otro a un verdaderoalter ego, a quien el Señor ama infinitamente. Si cultivamos esta mirada de fraternidad, la solidaridad, la justicia, así como la misericordia y la compasión, brotarán naturalmente de nuestro corazón. El Siervo de Dios Pablo VI afirmaba que el mundo actual sufre especialmente de una falta de fraternidad: «El mundo está enfermo. Su mal está menos en la dilapidación de los recursos y en el acaparamiento por parte de algunos que en la falta de fraternidad entre los hombres y entre los pueblos» (Carta. enc. Populorum progressio [26 de marzo de 1967], n. 66).
La atención al otro conlleva desear el bien para él o para ella en todos los aspectos: físico, moral y espiritual. La cultura contemporánea parece haber perdido el sentido del bien y del mal, por lo que es necesario reafirmar con fuerza que el bien existe y vence, porque Dios es «bueno y hace el bien» (Sal 119,68). El bien es lo que suscita, protege y promueve la vida, la fraternidad y la comunión. La responsabilidad para con el prójimo significa, por tanto, querer y hacer el bien del otro, deseando que también él se abra a la lógica del bien; interesarse por el hermano significa abrir los ojos a sus necesidades. La Sagrada Escritura nos pone en guardia ante el peligro de tener el corazón endurecido por una especie de «anestesia espiritual» que nos deja ciegos ante los sufrimientos de los demás. El evangelista Lucas refiere dos parábolas de Jesús, en las cuales se indican dos ejemplos de esta situación que puede crearse en el corazón del hombre. En la parábola del buen Samaritano, el sacerdote y el levita «dieron un rodeo», con indiferencia, delante del hombre al cual los salteadores habían despojado y dado una paliza (cf. Lc 10,30-32), y en la del rico epulón, ese hombre saturado de bienes no se percata de la condición del pobre Lázaro, que muere de hambre delante de su puerta (cf. Lc 16,19). En ambos casos se trata de lo contrario de «fijarse», de mirar con amor y compasión. ¿Qué es lo que impide esta mirada humana y amorosa hacia el hermano? Con frecuencia son la riqueza material y la saciedad, pero también el anteponer los propios intereses y las propias preocupaciones a todo lo demás. Nunca debemos ser incapaces de «tener misericordia» para con quien sufre; nuestras cosas y nuestros problemas nunca deben absorber nuestro corazón hasta el punto de hacernos sordos al grito del pobre. En cambio, precisamente la humildad de corazón y la experiencia personal del sufrimiento pueden ser la fuente de un despertar interior a la compasión y a la empatía: «El justo reconoce los derechos del pobre, el malvado es incapaz de conocerlos» (Pr 29,7). Se comprende así la bienaventuranza de «los que lloran» (Mt5,4), es decir, de quienes son capaces de salir de sí mismos para conmoverse por el dolor de los demás. El encuentro con el otro y el hecho de abrir el corazón a su necesidad son ocasión de salvación y de bienaventuranza.
El «fijarse» en el hermano comprende además la solicitud por su bien espiritual. Y aquí deseo recordar un aspecto de la vida cristiana que a mi parecer ha caído en el olvido: la corrección fraterna con vistas a la salvación eterna. Hoy somos generalmente muy sensibles al aspecto del cuidado y la caridad en relación al bien físico y material de los demás, pero callamos casi por completo respecto a la responsabilidad espiritual para con los hermanos. No era así en la Iglesia de los primeros tiempos y en las comunidades verdaderamente maduras en la fe, en las que las personas no sólo se interesaban por la salud corporal del hermano, sino también por la de su alma, por su destino último. En la Sagrada Escritura leemos: «Reprende al sabio y te amará. Da consejos al sabio y se hará más sabio todavía; enseña al justo y crecerá su doctrina» (Pr 9,8ss). Cristo mismo nos manda reprender al hermano que está cometiendo un pecado (cf. Mt 18,15). El verbo usado para definir la corrección fraterna —elenchein—es el mismo que indica la misión profética, propia de los cristianos, que denuncian una generación que se entrega al mal (cf. Ef 5,11). La tradición de la Iglesia enumera entre las obras de misericordia espiritual la de «corregir al que se equivoca». Es importante recuperar esta dimensión de la caridad cristiana. Frente al mal no hay que callar. Pienso aquí en la actitud de aquellos cristianos que, por respeto humano o por simple comodidad, se adecúan a la mentalidad común, en lugar de poner en guardia a sus hermanos acerca de los modos de pensar y de actuar que contradicen la verdad y no siguen el camino del bien. Sin embargo, lo que anima la reprensión cristiana nunca es un espíritu de condena o recriminación; lo que la mueve es siempre el amor y la misericordia, y brota de la verdadera solicitud por el bien del hermano. El apóstol Pablo afirma: «Si alguno es sorprendido en alguna falta, vosotros, los espirituales, corregidle con espíritu de mansedumbre, y cuídate de ti mismo, pues también tú puedes ser tentado» (Ga 6,1). En nuestro mundo impregnado de individualismo, es necesario que se redescubra la importancia de la corrección fraterna, para caminar juntos hacia la santidad. Incluso «el justo cae siete veces» (Pr 24,16), dice la Escritura, y todos somos débiles y caemos (cf. 1 Jn 1,8). Por lo tanto, es un gran servicio ayudar y dejarse ayudar a leer con verdad dentro de uno mismo, para mejorar nuestra vida y caminar cada vez más rectamente por los caminos del Señor. Siempre es necesaria una mirada que ame y corrija, que conozca y reconozca, que discierna y perdone (cf. Lc 22,61), como ha hecho y hace Dios con cada uno de nosotros.


2. “Los unos en los otros”: el don de la reciprocidad.
Este ser «guardianes» de los demás contrasta con una mentalidad que, al reducir la vida sólo a la dimensión terrena, no la considera en perspectiva escatológica y acepta cualquier decisión moral en nombre de la libertad individual. Una sociedad como la actual puede llegar a ser sorda, tanto ante los sufrimientos físicos, como ante las exigencias espirituales y morales de la vida. En la comunidad cristiana no debe ser así. El apóstol Pablo invita a buscar lo que «fomente la paz y la mutua edificación» (Rm 14,19), tratando de «agradar a su prójimo para el bien, buscando su edificación» (ib. 15,2), sin buscar el propio beneficio «sino el de la mayoría, para que se salven» (1 Co 10,33). Esta corrección y exhortación mutua, con espíritu de humildad y de caridad, debe formar parte de la vida de la comunidad cristiana.
Los discípulos del Señor, unidos a Cristo mediante la Eucaristía, viven en una comunión que los vincula los unos a los otros como miembros de un solo cuerpo. Esto significa que el otro me pertenece, su vida, su salvación, tienen que ver con mi vida y mi salvación. Aquí tocamos un elemento muy profundo de la comunión: nuestra existencia está relacionada con la de los demás, tanto en el bien como en el mal; tanto el pecado como las obras de caridad tienen también una dimensión social. En la Iglesia, cuerpo místico de Cristo, se verifica esta reciprocidad: la comunidad no cesa de hacer penitencia y de invocar perdón por los pecados de sus hijos, pero al mismo tiempo se alegra, y continuamente se llena de júbilo por los testimonios de virtud y de caridad, que se multiplican. «Que todos los miembros se preocupen los unos de los otros» (1 Co 12,25), afirma san Pablo, porque formamos un solo cuerpo. La caridad para con los hermanos, una de cuyas expresiones es la limosna —una típica práctica cuaresmal junto con la oración y el ayuno—, radica en esta pertenencia común. Todo cristiano puede expresar en la preocupación concreta por los más pobres su participación del único cuerpo que es la Iglesia. La atención a los demás en la reciprocidad es también reconocer el bien que el Señor realiza en ellos y agradecer con ellos los prodigios de gracia que el Dios bueno y todopoderoso sigue realizando en sus hijos. Cuando un cristiano se percata de la acción del Espíritu Santo en el otro, no puede por menos que alegrarse y glorificar al Padre que está en los cielos (cf. Mt 5,16).


3. “Para estímulo de la caridad y las buenas obras”: caminar juntos en la santidad.
Esta expresión de la Carta a los Hebreos (10, 24) nos lleva a considerar la llamada universal a la santidad, el camino constante en la vida espiritual, a aspirar a los carismas superiores y a una caridad cada vez más alta y fecunda (cf. 1 Co 12,31-13,13). La atención recíproca tiene como finalidad animarse mutuamente a un amor efectivo cada vez mayor, «como la luz del alba, que va en aumento hasta llegar a pleno día» (Pr 4,18), en espera de vivir el día sin ocaso en Dios. El tiempo que se nos ha dado en nuestra vida es precioso para descubrir y realizar buenas obras en el amor de Dios. Así la Iglesia misma crece y se desarrolla para llegar a la madurez de la plenitud de Cristo (cf. Ef 4,13). En esta perspectiva dinámica de crecimiento se sitúa nuestra exhortación a animarnos recíprocamente para alcanzar la plenitud del amor y de las buenas obras.
Lamentablemente, siempre está presente la tentación de la tibieza, de sofocar el Espíritu, de negarse a «comerciar con los talentos» que se nos ha dado para nuestro bien y el de los demás (cf. Mt25,25ss). Todos hemos recibido riquezas espirituales o materiales útiles para el cumplimiento del plan divino, para el bien de la Iglesia y la salvación personal (cf. Lc 12,21b; 1 Tm 6,18). Los maestros de espiritualidad recuerdan que, en la vida de fe, quien no avanza, retrocede. Queridos hermanos y hermanas, aceptemos la invitación, siempre actual, de aspirar a un «alto grado de la vida cristiana» (Juan Pablo II, Carta ap. Novo millennio ineunte [6 de enero de 2001], n. 31). Al reconocer y proclamar beatos y santos a algunos cristianos ejemplares, la sabiduría de la Iglesia tiene también por objeto suscitar el deseo de imitar sus virtudes. San Pablo exhorta: «Que cada cual estime a los otros más que a sí mismo» (Rm 12,10).
Ante un mundo que exige de los cristianos un testimonio renovado de amor y fidelidad al Señor, todos han de sentir la urgencia de ponerse a competir en la caridad, en el servicio y en las buenas obras (cf. Hb 6,10). Esta llamada es especialmente intensa en el tiempo santo de preparación a la Pascua. Con mis mejores deseos de una santa y fecunda Cuaresma, os encomiendo a la intercesión de la Santísima Virgen María y de corazón imparto a todos la Bendición Apostólica.
Vaticano, 3 de noviembre de 2011

BENEDICTUS PP. XVI



Oración
Señor, fortalécenos con tu auxilio al empezar la Cuaresma, para 
que nos mantengamos en espíritu de conversión; que la austeridad 
penitencial de estos días nos ayude en el combate cristiano contra 
las fuerzas del mal. 
—Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo 
en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los 
siglos.
R/. Amén.