El camino del encuentro
Está Dios en el alma escondido, y ahí le ha de buscar con amor, pues ese es el mejor rastro de su presencia para el hombre que cree a Dios ausente y no sabe, cómo o dónde encontrarlo.
«No hay prioridad más grande que esta: abrir de nuevo al hombre de hoy el acceso a Dios, al Dios que habla y nos comunica su amor para que tengamos vida abundante (cf. Jn 10.10)» VD 2. Esta prioridad, que Benedicto XVI propone para toda la Iglesia, se convierte en la luz y la meta hacia la que tiende la Cuaresma, pues su objetivo no es otro que «reavivar el encuentro personal y comunitario con Cristo»(cf. VD 2).
¿Dónde y cuándo proponer el acceso al Dios que nos habla? En un mundo de ruidos y de agitación, la Palabra de Dios nos hace dirigir la mirada al interior: «Tú, en cambio, cuando ores, entra en tu cuarto cierra la puerta y ora a tu Padre,que está en lo secreto, y tu Padre,que ve en lo secreto, te lo recompensará» Mt 6,6. Es en el interior del corazón donde se produce ese encuentro, personal y único a la vez, con Dios.
A una generación que pide signos espectaculares para creer, sin embargo, el Dios escondido o ausente le pide que salga de sí, de sus esquemas y seguridades y dé un paso hacia ese interior con el que parece no contar, para descubrir en el íntimo ser de su alma el rostro amado de Dios, que busca a tientas y oscuras entre los flashes y slogans del exterior.
Está Dios en el alma escondido, y ahí le ha de buscar con amor, pues ese es el mejor rastro de su presencia para el hombre que cree a Dios ausente y no sabe, cómo o dónde encontrarlo. El camino del encuentro no es espectacular, sino personal y escondido a las miradas como el de todo enamoramiento.Nos dice alguien que sabe bien de amores y de encuentro con Dios, como San Juan de la Cruz; «alma que tanto deseas saber el lugar donde está tu Amado para buscarle y unirte con él, tú misma eres el aposento donde él está escondido; que es cosa de grande contentamiento y alegría ver que todo tu bien y esperanza está tan cerca de tí que esté en tí, o, por mejor decir, tú no puedes estar sin él.» CE 1,7.
«El reino de Dios está dentro de vosotros» (Lc 17,21) y «Vosotros sois templo de Dios» (2Cor 6,16). Es en la interior bodega donde nuestra sed de amor y encuentro con Dios puede ser saciada, donde Dios nos da a beber amor de su Amor. Sólo una cosa hace falta para este viaje interior en palabras de San Ignacio de Loyola: salir del amor propio que nos encierra, del querer que nos aisla y del interés que nos ciega" (cf. EE.EE 189).
Antonio Eloy Madueño Porras, sacerdote diocesano
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