SAN AGUSTIN

¿Cómo aprender Humildad? ¡Sólo con humillaciones!
(Beata Teresa de Calcuta)

...Llenaos primero vosotros mismos; sólo así podréis dar a los demás. (San Agustín)

Dios no pretende de mí que tenga éxito. Sólo me exige que le sea fiel.
(Beata Teresa de Calcuta)

GOTA

... lo que hacemos es tan solo una gota en el mar, pero el mar sería menos si le faltara esa gota.
(Beata Teresa de Calcuta)

Contento, Señor, Contento (San Alberto Hurtado)

...y ESO ES LA SANTIDAD, DEJAR QUE EL SEÑOR ESCRIBA NUESTRA HISTORIA... (Papa Francisco)

«No ser, no querer ser; pisotear el yo, enterrarlo si posible fuera...».
(Santa Ángela de la Cruz)

Reconoce cristiano, tu dignidad, que el Hijo de Dios se vino del Cielo, por salvar tu alma. (San León Magno)

domingo, 27 de mayo de 2012

SOLEMNIDAD DE PENTECOSTÉS

El mundo brilla de alegría.
 Se renueva la faz de la tierra. 
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
 Ésta es la hora en que rompe el Espíritu el techo de la tierra, 
y una lengua de fuego innumerable purifica, renueva, enciende, alegra las entrañas del mundo. 
Ésta es la fuerza que pone en pie a la Iglesia en medio de las plazas y levanta testigos en el pueblo,
 para hablar con palabras como espadas delante de los jueces. 
Llama profunda, que escrutas e iluminas el corazón del hombre:
 restablece la fe con tu noticia,
 y el amor ponga en vela la esperanza, 
hasta que el Señor vuelva. Amén

   
(Veni Sancte Spiritus)- Taizé

EL ESPÍRITU DE PENTECOSTÉS

 Hoy el cristiano es enviado fuera de su propio cenáculo, como los apóstoles, y lanzando a la calle para revolucionar a todas las gentes con una gran e increíble noticia: no estamos huérfanos. Dios está con nosotros, tenemos un Espíritu de fuerza y de sabiduría, de gozo y de fe. Nadie puede arrebatarnos la alegría de que el Espíritu de adopción grite en nosotros: Padre, te amo, creo en ti, mi esperanza es tuya. Cuál es el Espíritu de Pentecostés? Es el Espíritu creador y renovador de la faz de la tierra. El que hizo surgir mil imágenes y semejanzas de Dios, el que lo manifestó gozosamente visible en la creación, creando un mundo espléndido de formas y figuras de seres llenos de sentido, de animales y plantas. El que moldeó al hombre para que poblase la tierra. Es el Espíritu que habló por los profetas, hombres sacados de entre los hombres, de labios balbucientes y corazones tímidos y asustadizos, pero que fueran tocados por la inspiración de lo alto para hacer sonar la palabra de Dios que era anuncio, examen, liberación, gozo, cercanía, paz, perdón, exigencia y alianza. La violencia de lo divino les impulsó a ser punto de referencia del auténtico diálogo humano. Es el Espíritu de la Encarnación en la plenitud de los tiempos. El rayo de la gracia divina que tocó a una virgen nazarena y provocó la respuesta más hermosa y más limpia en la historia de los hombres. El “sí” de la Anunciación la hizo portadora de la Palabra de Dios. Desde el silencio fecundo de la Virgen nos fue revelado el gran mensaje y entregada la salvación, hecha carne de niño. Por eso la Madre de Jesús es la esposa del Espíritu Santo. Es el Espíritu que provocó la inspiración de Isabel, al sentir brincar en su seno al hijo aún no nacido. El Espíritu que movió a profetizar al mudo Zacarías y empujó al anciano Simeón hacia el templo, para que viese una luz gloriosa y tuviese en brazos “la vida”. Es el Espíritu que resplandece en todas las acciones y palabras de Jesús, el Hijo de Dios, que anuncia la buena noticia de la salvación, escruta los corazones, revela la verdad, repara el mal, consuela a los afligidos y fortalece a los débiles. Es el Espíritu que le hizo obediente hasta la muerte y le resucitó para la vida eterna. Es el Espíritu que da comienzo a la Iglesia y la extiende con la vivacidad del relámpago. El Espíritu que posibilita creer en el Evangelio, despierta todos los corazones, hace fecundas nuestras obras, inspira nuestras plegarias y nos convierte en testigos del verdadero amor.
(Andrés Pardo)

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 2, 1-11
 Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en el mismo lugar. De repente, un ruido del cielo, como de un viento recio, resonó en toda la casa donde se encontraban. Vieron aparecer unas lenguas, como llamaradas, que se repartían, posándose encima de cada uno. Se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar en lenguas extranjeras, cada uno en la lengua que el Espíritu le sugería. Se encontraban entonces en Jerusalén judíos devotos de todas las naciones de la tierra. Al oír el ruido, acudieron en masa y quedaron desconcertados, porque cada uno los oía hablar en su propio idioma.

 Lectura del Santo Evangelio según San Juan 20, 19-23
 Al anochecer de aquel día, el día primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: - «Paz a vosotros.» Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió: - «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo.» Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: - «Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.»


                           

 Oración
Oh Dios, que por el misterio de Pentecostés santificas a tu Iglesia, extendida por todas las naciones, derrama los dones de tu Espíritu sobre todos los confines de la tierra y no dejes de realizar hoy, en el corazón de tus fieles, aquellas mismas maravillas que obraste en los comienzos de la predicación evangélica

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