SAN AGUSTIN

¿Cómo aprender Humildad? ¡Sólo con humillaciones!
(Beata Teresa de Calcuta)

...Llenaos primero vosotros mismos; sólo así podréis dar a los demás. (San Agustín)

Dios no pretende de mí que tenga éxito. Sólo me exige que le sea fiel.
(Beata Teresa de Calcuta)

GOTA

... lo que hacemos es tan solo una gota en el mar, pero el mar sería menos si le faltara esa gota.
(Beata Teresa de Calcuta)

Contento, Señor, Contento (San Alberto Hurtado)

...y ESO ES LA SANTIDAD, DEJAR QUE EL SEÑOR ESCRIBA NUESTRA HISTORIA... (Papa Francisco)

«No ser, no querer ser; pisotear el yo, enterrarlo si posible fuera...».
(Santa Ángela de la Cruz)

Reconoce cristiano, tu dignidad, que el Hijo de Dios se vino del Cielo, por salvar tu alma. (San León Magno)

martes, 13 de diciembre de 2011

PEDAGOGÍA DE LA CARIDAD



La caridad tiene una importante función pedagógica, que nada puede sustituir. Por eso la educación en la fe requiere de la caridad, para ser una fe viva y operativa, como ya decía San Pablo: “la fe actúa por la caridad” (Ga 5, 6).

Benedicto XVI lo ha subrayado en un discurso con motivo del 40 aniversario de caritas italiana (24-XI-2011). Ha dicho algo que vale para todo cristiano, puesto que es lo característico del cristiano: “Cada uno está llamado a contribuir para que el amor con el que somos amados por Dios desde siempre y para siempre, se convierta en principio animador de la vida, fuerza de servicio, conciencia de responsabilidad”. Pues realmente el “amor de Cristo nos apremia” (2 Co 5,14), Y esto, aunque el camino se haga cuesta arriba, y el esfuerzo parezca no dar resultados.

La caridad debe llevar a escuchar: “escuchar para conocer, ciertamente, pero a la vez para hacerse próximo, para sostener las comunidades cristianas en la atención a quien necesita sentir el calor de Dios a través de las manos abiertas y disponibles de los discípulos de Jesús”. Por eso lleva también a observar, a ser “capaces de percibir y hacer percibir, de anticipar y prevenir, sostener y proponer caminos de solución en el surco seguro del Evangelio y de la doctrina social de la Iglesia”.

Esta pedagogía de la caridad, que enseña a escuchar y atender las necesidades de los demás, se hace hoy más urgente. Implica que las comunidades cristianas (la Iglesia como tal, a nivel universal o local, o las familias cristianas, las parroquias o las escuelas, los asociaciones y estructuras pastorales de la Iglesia) se planteen continuamente (el Papa habla aquí de “discernimiento”) las necesidades que surgen por todas partes.

Así lo dice el Papa: “El individualismo de nuestros días, la presunta suficiencia de la técnica, el relativismo que influye en todos, piden llevar a las personas y comunidades hacia formas altas de escucha, hacia capacidades de apertura de la mirada y del corazón a las necesidades y los recursos, hacia formas comunitarias de discernimiento sobre el modo de ser y de situarse en un mundo que cambia profundamente”.

En efecto. Esto no es exclusivo de Caritas, institución que tiene en el mundo entero, a nivel universal y local, un merecido prestigio por su buen hacer.
De hecho Benedicto XVI invita a abrir las páginas del Evangelio para dejarse conmover por los “gestos” de Jesús: “Gestos que transmiten la Gracia, que educan a la fe y al seguimiento; gestos de curación y de acogida, de misericordia y esperanza, de futuro y de compasión; gestos que inician o perfeccionan una llamada a seguirlo y que desembocan en el reconocimiento del Señor como única razón del presente y del futuro”. Y esta pedagogía de Jesús, añade, es la pedagogía propia de la caridad; pues toda obra de caridad “habla de Dios, anuncia una esperanza, induce a plantearse preguntas”.

¿En qué consiste propiamente esta pedagogía? ¿Bajo qué condiciones las obras de caridad –y en general toda la vida cristiana, pero de modo más concreto las obras de misericordia, como visitar a los enfermos, dar limosna, atender a los pobres, etc.– son “pedagógicas”?

Según el Papa, la condición para que las obras de caridad sean “pedagógicas”, no puede ser otra que la de preocuparse “sobre todo por la motivación interior que las anima,  y por la calidad del testimonio que de ellas proviene”. Al ser obras de la fe, expresan la misión de los cristianos, que implica la promoción humana integral: “Son acciones pedagógicas, porque ayudan a los pobres a crecer en su dignidad, a las comunidades cristianas a caminar en el seguimiento de Cristo, a la sociedad civil a asumir conscientemente sus propias obligaciones”. Y todo ello supone la justicia, para que no se dé como caridad lo que se debe como justicia.

Deduce Benedicto XVI que la caridad lleva a saber descubrir, en la vida de las personas, sus dificultades y preocupaciones, así como las oportunidades y las perspectivas. “La caridad pide apertura de la mente, mirada amplia, intuición y previsión, un ‘corazón que ve’” (cf. Deus caritas est, 25). Y así, “responder a las necesidades significa no sólo dar pan al hambriento, sino también dejarse interpelar por lo que causa su hambre, con la mirada de Jesús que sabía ver la realidad de las personas que se le acercaban”.

Y esto, no en general, sino teniendo en cuenta fenómenos tan concretos y actuales como las migraciones o las emergencias que provocan las calamidades naturales y las guerras; la crisis económica global, como signo de los tiempos que pide la valentía de la fraternidad; las diferencias entre Norte y Sur y las lesiones de la dignidad humana; los problemas de las familias y de los jóvenes, etc.

Este planteamiento desemboca en un principio luminoso, profunda y esencialmente cristiano: “La humanidad no necesita sólo benefactores, sino también personas humildes y concretas que, como Jesús, sepan ponerse al lado de los hermanos compartiendo un poco de su cansancio”. 

Lo que el Papa señala aquí, sirve efectivamente para todos los cristianos. Vale no sólo para el cristiano singular, sino para toda comunidad, familia e institución animada por el Evangelio.

Hay que organizar de alguna manera esta “escuela de la caridad”, cuidando la motivación interior y la autenticidad del testimonio que de ahí se deriva. Y se puede hacer de formas muy distintas. Pero lo importante es caer en la cuenta, impulsarlo, enseñarlo, pasando por encima de las dificultades reales o aparentes.


La petición no puede ser más clara: “Ayudad a toda la Iglesia a hacer visible el amor de Dios. Vivid la gratuidad y ayudar a vivirla. Llevad a todos hacia lo esencial del amor que se hace servicio. Acompañad a los hermanos más débiles. Animad a las comunidades cristianas. Decid al mundo la palabra del amor que viene de Dios. Recordad la caridad como síntesis de todos los carismas del Espíritu Santo (cf. 1 Co 14, 1)”.

Concluyendo, una vez más Benedicto XVI enuncia claramente la necesidad de que los cristianos vivamos la caridad “de verdad”, pues sólo así tendrá eficacia pedagógica para llevar a otros hacia Dios.



artículo de ramiro pellitero, profesor de teología dogmática de la universidad de navarra 

1 comentario:

  1. Querido Jesús, ayúdame a esparcir tu fragancia...
    Permíteme predicarte sin predicar,
    no con palabras, sino con mi ejemplo,
    con la fuerza que atrapa,
    con la influencia compasiva de lo que hago,
    con la evidente plenitud del amor
    que mi corazón siente por ti. Amén

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