SAN AGUSTIN

¿Cómo aprender Humildad? ¡Sólo con humillaciones!
(Beata Teresa de Calcuta)

...Llenaos primero vosotros mismos; sólo así podréis dar a los demás. (San Agustín)

Dios no pretende de mí que tenga éxito. Sólo me exige que le sea fiel.
(Beata Teresa de Calcuta)

GOTA

... lo que hacemos es tan solo una gota en el mar, pero el mar sería menos si le faltara esa gota.
(Beata Teresa de Calcuta)

Contento, Señor, Contento (San Alberto Hurtado)

...y ESO ES LA SANTIDAD, DEJAR QUE EL SEÑOR ESCRIBA NUESTRA HISTORIA... (Papa Francisco)

«No ser, no querer ser; pisotear el yo, enterrarlo si posible fuera...».
(Santa Ángela de la Cruz)

Reconoce cristiano, tu dignidad, que el Hijo de Dios se vino del Cielo, por salvar tu alma. (San León Magno)

sábado, 5 de abril de 2014

LA ORACIÓN. PAPA FRANCISCO. DESCUBRIR DE NUEVO LA MISERICORDIA DE DIOS

Francisco: «La oración debe 
ser insistente, argumentando,
 incluso reprochando; 
y ¡sí, lleva tiempo!»
Actualizado 3 abril 2014
Radio Vaticana / ReL  


Francisco: «La oración debe ser insistente, argumentando, incluso reprochando; y ¡sí, lleva tiempo!»La oración es una lucha con Dios que debe librarse con libertad e insistencia, 
como un diálogo sincero con
 un amigo.
 Esta oración cambia nuestro corazón, 
porque nos hace conocer mejor cómo
 es Dios realmente explicó el Papa 
Francisco  en su homilía en la Misa 
matutina de este  jueves, celebrada en la Capilla de la Casa de Santa Marta.

El Pontífice centró su homilía en el diálogo de Moisés con Dios en

 el Monte Sinaí. 
Dios quiere castigar a su pueblo, porque se ha hecho un ídolo,

 el becerro de oro.

Moisés reza con fuerza al Señor para que cambie de idea:

 “Esta oración – explicó Francisco – es una verdadera lucha con Dios.
 Una lucha del jefe del pueblo para salvar a su pueblo,
 que es el pueblo de Dios. 

Y Moisés habla libremente ante el Señor y nos enseña cómo rezar, sin miedo,

 libremente, y también con insistencia. Moisés insiste. Es valeroso. 
La oración también debe ser “negociar con Dios”, llevando 
“argumentaciones”.

Moisés, al final, convence a Dios y la lectura dice que 

“el Señor se arrepintió del mal que había amenazado hacer a su pueblo”. 
Y el Papa se preguntó: “¿Pero, quién ha cambiado a quién? 
¿Cambió el Señor? Yo creo que no”.

Y dijo: “El que cambió fue Moisés, porque Moisés creía que 

el Señor habría hecho esto, creía que el Señor habría destruido al pueblo,
 y recuerda qué bueno había sido el Señor con su pueblo, cómo lo había 
liberado de la esclavitud de Egipto y conducido con una promesa. 
Y con estas argumentaciones, trata de convencer a Dios, pero en este proceso
 él vuelve a encontrar la memoria de su pueblo, y encuentra 
la misericordia de Dios. 
Moisés, que tenía miedo, miedo de que Dios hiciera esto, al final desciende 
del monte con algo grande en su corazón: 
nuestro Dios es misericordioso. Sabe perdonar. 
Vuelve sobre sus decisiones. Es un Padre”.

Todo esto – observó el Papa – Moisés lo sabía, 

“pero lo sabía más o menos oscuramente y en la oración
 lo reencuentra.
 Esto es lo que hace la oración en nosotros: nos cambia el corazón”:

“La oración nos cambia el corazón. Nos hace comprender mejor 

cómo es nuestro Dios. Pero para esto es importante hablar con el Señor,
 no con palabras vacías. Jesús dice: ‘Como hacen los paganos.
 No, no: hablar con la realidad: ‘Pero, mira, Señor, que tengo 
este problema, en la familia, con mi hijo, con este,
con el otro… ¿Qué se puede hacer? 
¡Pero mira que tú no me puedes dejar así!’. ¡Ésta es la oración!
 ¿Pero tanto tiempo lleva esta oración? Sí, lleva tiempo”.

Es el tiempo que necesitamos para conocer mejor a Dios,

 como se hace con un amigo, porque Moisés – dice la Biblia – rezaba

 con el Señor como un amigo habla a otro amigo:

“La Biblia dice que Moisés hablaba cara a cara con el Señor, 

como con un amigo. Así debe ser la oración: libre, insistente,
 con argumentaciones. Y también reprochando un poco al Señor: 
‘Pero, tú me has prometido esto, y esto no lo has hecho…’, 
así, como se habla con un amigo. 
Abrir el corazón a esta oración. Moisés bajó del monte fortalecido:
 ‘He conocido más al Señor’, y con esa fuerza que le había dado la oración, 
retoma su trabajo de conducir al pueblo hacia la Tierra prometida. 
Porque la oración fortalece: fortalece. 
Que el Señor nos dé a todos nosotros la gracia, porque rezar es una gracia”.

“En toda oración – recordó también el Santo Padre – está el Espíritu Santo”,

 “no se puede rezar sin el Espíritu Santo. 
Es Él quien reza en nosotros, es Él quien nos cambia el corazón, 
es Él quien nos enseña a llamar a Dios ‘Padre’. 
Pidamos al Espíritu Santo – concluyó Francisco su homilía – que
 Él nos enseñe a rezar, sí, como ha rezado Moisés, a negociar con Dios, 
con libertad de espíritu, con coraje. 
Y que el Espíritu Santo, que siempre está presente en nuestra oración,
 nos conduzca por este camino”.

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