LECTURAS DE LA SANTA MISA DOMINGO XIV DEL TIEMPO ORDINARIO 8 DE JULIO DE 2012
PRIMERA LECTURA
Son un pueblo rebelde, sabrán que hubo un profeta en medio de ellos
Lectura de la profecía de Ezequiel 2, 2-5
Lectura de la profecía de Ezequiel 2, 2-5
En aquellos días, el espíritu entró en mí, me puso en pie, oí que me decía:
- «Hijo de Adán, yo te envío a los israelitas, a un pueblo rebelde que se ha rebelado contra mí. Sus padres y ellos me han ofendido hasta el presente día. También los hijos son testarudos y obstinados; a ellos te envío para que les digas: “Esto dice el Señor.” Ellos, te hagan caso o no te hagan caso, pues son un pueblo rebelde, sabrán que hubo un profeta en medio de ellos.»
Palabra de Dios.
Palabra de Dios.
Sal 122, 1-2a. 2bcd. 3-4
R. Nuestros ojos están en el Señor, esperando su misericordia.
A ti levanto mis ojos,
a ti que habitas en el cielo.
Como están los ojos de los esclavos fijos en las manos de sus señores. R.
a ti que habitas en el cielo.
Como están los ojos de los esclavos fijos en las manos de sus señores. R.
Como están los ojos de la esclava fijos en las manos de su señora,
así están nuestros ojos en el Señor,
Dios nuestro, esperando su misericordia. R.
así están nuestros ojos en el Señor,
Dios nuestro, esperando su misericordia. R.
Misericordia, Señor,
misericordia, que estamos saciados de desprecios;
nuestra alma está saciada del sarcasmo de los satisfechos,
del desprecio de los orgullosos. R.
misericordia, que estamos saciados de desprecios;
nuestra alma está saciada del sarcasmo de los satisfechos,
del desprecio de los orgullosos. R.
SEGUNDA LECTURA
Presumo de mis debilidades, porque así residirá en mí la fuerza de Cristo
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Corintios 12, 7b-10
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Corintios 12, 7b-10
Hermanos:
Para que no tenga soberbia, me han metido una espina en la carne: un ángel de Satanás que me apalea, para que no sea soberbio. Tres veces he pedido al Señor verme libre de él; y me ha respondido:
«Te basta mi gracia; la fuerza se realiza en la debilidad.»
Por eso, muy a gusto presumo de mis debilidades, porque así residirá en mí la fuerza de Cristo.
Por eso, vivo contento en medio de mis debilidades, de los insultos, las privaciones, las persecuciones y las dificultades sufridas por Cristo. Porque, cuando soy débil, entonces soy fuerte.
Palabra de Dios.
EVANGELIO
No desprecian a un profeta más que en su tierra
Lectura del santo evangelio según san Marcos 6, 1-6
Lectura del santo evangelio según san Marcos 6, 1-6
En aquel tiempo, fue Jesús a su pueblo en compañía de sus discípulos. Cuando llegó el sábado, empezó a enseñar en la sinagoga; la multitud que lo oía se preguntaba asombrada:
- «¿De dónde saca todo eso? ¿Qué sabiduría es ésa que le han enseñado? ¿Y esos milagros de sus manos? ¿No es éste el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago y José y judas y Simón? Y sus hermanas ¿no viven con nosotros aquí? .»
Y esto les resultaba escandaloso.
Jesús les decía:
- «No desprecian a un profeta más que en su tierra, entre sus parientes y en su casa.»
No pudo hacer allí ningún milagro, sólo curó algunos enfermos imponiéndoles las manos. Y se extrañó de su falta de fe.
Y recorría los pueblos de alrededor enseñando.
Palabra del Señor.
ARCHIDIÓCESIS DE MADRID: COMENTARIO A LAS LECTURAS
Ayudarnos a reconocer al Señor
Existe una dificultad para aceptar lo extraordinario en nuestras vidas. Todo lo que supera lo previsible nos merece sospecha y más aún si resulta desproporcionado. Sin embargo, la vida cristiana conlleva, precisamente experimentar continuamente la sorpresa de la gracia. Así lo expresa san Pablo en la segunda lectura: “te basta mi gracia: la fuerza se realiza en la debilidad”. Por el contrario, en el evangelio, se nos muestra la actitud contraria. Los habitantes de Nazaret saben de los prodigios obrados por Jesús, pero se resisten a aceptar su persona. En lugar de maravillarse ante la gracia buscan afanosamente la debilidad (los orígenes de Jesús, su familia) para, desde ahí, negar la autoridad que reconocen en sus enseñanzas. Por eso caen en la desconfianza, que está en oposición con la fe.
La humildad de la carne de Cristo contrasta con sus enseñanzas y acciones. San Agustín explica en sus Confesiones que él experimentó también esa reticencia ante el evangelio por la tosquedad de su lenguaje, comparado con la elocuencia de los autores clásicos que tan bien conocía. Dice: “Mi hinchazón rechazaba su estilo y mi corta vista no penetraba en su interior”. Esa es la paradoja y lo que le sucede a los habitantes de Nazaret. Creían conocer bien a Jesús y, sin embargo, se les escapaba su verdadera identidad. Lo miraban desde la autosuficiencia de quienes creían saberlo todo sobre él (su madre, su parentela, su oficio…) pero, en realidad eran unos ignorantes que, por orgullo, no veían. Precisamente el salmo hace referencia al “sarcasmo de los satisfechos” y al “desprecio de los orgullosos”. Estos son incapaces de reconocer el camino recorrido por Dios para acercarse a nosotros. A él alude la oración colecta de este domingo: “por medio de la humillación de tu Hijo levantaste a la humanidad caída”.
El Evangelio nos mueve también a colocarnos comunitariamente ante el Señor. A veces en lugar de ayudarnos los unos a los otros a reconocer las obras del Señor nos hundimos todos en el desánimo. Es lo que le sucede a los de Nazaret. Unos a otros, con esas preguntas aparentemente sabias, pero que contienen insinuaciones venenosas, se apartan de la verdad. Los unos se esconden tras las apreciaciones de los otros y, todos, se incapacitan para reconocer a Jesús. Por eso es importante juntarse a quienes nos enseñan a reconocer a Dios en todas las cosas y acontecimientos de la historia y huir de los que sólo interpretan los acontecimientos desde juicios humanos. La fe comporta una mirada distinta sobre la realidad. Los hombres de fe nos enseñan a ver de otra manera.
Vemos también como la vida de fe abre las puertas a la acción de Dios. No es extraño que los santos encuentren soluciones que pasan desapercibida para los incrédulos. El Señor se vale de ellos para actuar. Por el contrario, el escepticismo razonable de los hombres buenos (porque aquella gente acudía a la sinagoga y participaba del culto), nos impermeabiliza para a gracia. Hay una aparente sensatez que no es más que testarudez y obstinación. La misma que, leemos en la primera lectura, impedía escuchar al profeta que Dios enviaba a su pueblo. Es propio de Dios que obre maravillas y los humildes las reconocen y se alegran por ello.
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