SAN AGUSTIN

¿Cómo aprender Humildad? ¡Sólo con humillaciones!
(Beata Teresa de Calcuta)

...Llenaos primero vosotros mismos; sólo así podréis dar a los demás. (San Agustín)

Dios no pretende de mí que tenga éxito. Sólo me exige que le sea fiel.
(Beata Teresa de Calcuta)

GOTA

... lo que hacemos es tan solo una gota en el mar, pero el mar sería menos si le faltara esa gota.
(Beata Teresa de Calcuta)

Contento, Señor, Contento (San Alberto Hurtado)

...y ESO ES LA SANTIDAD, DEJAR QUE EL SEÑOR ESCRIBA NUESTRA HISTORIA... (Papa Francisco)

«No ser, no querer ser; pisotear el yo, enterrarlo si posible fuera...».
(Santa Ángela de la Cruz)

Reconoce cristiano, tu dignidad, que el Hijo de Dios se vino del Cielo, por salvar tu alma. (San León Magno)

viernes, 21 de agosto de 2015

HOY FIESTA DE SAN PÍO X, PAPA

HOY FIESTA DE SAN PÍO X,MEDITAMOS UNO DE SUS ESCRITOS  Y RECITAMOS LAS LETANÍAS DE LA HUMILDAD, QUE COMPUSO SU SECRETARIO EL CARDENAL MERRY DEL  VAL.

La voz de la Iglesia resuena dulcemente
San Pío X, Papa   
De la constitución apostólica Divino afflatu (AAS 3 [1911], 633-635)
Es un hecho demostrado que los salmos, compuestos por inspiración divina, cuya colección forma parte de las sagradas Escrituras, ya desde los orígenes de la Iglesia sirvieron admirablemente para fomentar la piedad de los fieles, que ofrecían continuamente a Dios un sacrificio de alabanza, es decir, el fruto de unos labios que confiesan su nombre, y que además, por una costumbre heredada del antiguo Testamento, alcanzaron un lugar importante en la sagrada liturgia y en el Oficio divino. De ahí nació lo que san Basilio llama «la voz de la Iglesia», y la salmodia, calificada por nuestro antecesor Urbano octavo como «hija de la himnodia que se canta asiduamente ante el trono de Dios y del Cordero», y que, según el dicho de san Atanasio, enseña, sobre todo a las personas dedicadas al culto divino, «cómo hay que alabar a Dios y cuáles son las palabras más adecuadas» para ensalzarlo. Con relación a este tema, dice bellamente san Agustín: «Para que el hombre alabara dignamente a Dios, Dios se alabó a sí mismo; y, porque se dignó alabarse, por esto el hombre halló el modo de alabarlo».
Los salmos tienen, además, una eficacia especial para suscitar en las almas el deseo de todas las virtudes. En efecto, «si bien es verdad que toda Escritura, tanto del antiguo como del nuevo Testamento, inspirada por Dios es útil para enseñar, según está escrito, sin embargo, el libro de los salmos, como el paraíso en el que se hallan (los frutos) de todos los demás (libros sagrados), prorrumpe en cánticos y, al salmodiar, pone de manifiesto sus propios frutos junto con aquellos otros». Estas palabras son también de san Atanasio, quien añade asimismo: «A mi modo de ver, los salmos vienen a ser como un espejo, en el que quienes salmodian se contemplan a sí mismos y sus diversos sentimientos, y con esta sensación los recitan». San Agustín dice en el libro de sus Confesiones: ¡Cuánto lloré con tus himnos y cánticos, conmovido intensamente por las voces de tu Iglesia que resonaban dulcemente! A medida que aquellas voces se infiltraban en mis oídos, la verdad se iba haciendo más clara en mi interior y me sentía inflamado en sentimientos de piedad, y corrían las lágrimas, que me hacían mucho bien».
En efecto, ¿quién dejará de conmoverse ante aquellas frecuentes expresiones de los salmos en las que se ensalza de un modo tan elevado la inmensa majestad de Dios, su omnipotencia, su inefable justicia, su bondad o clemencia y todos sus demás infinitos atributos, dignos de alabanza? ¿En quién no encontrarán eco aquellos sentimientos de acción de gracias por los beneficios recibidos de Dios, o aquellas humildes y confiadas súplicas por los que se espera recibir, o aquellos lamentos del alma que llora sus pecados? ¿Quién no se sentirá inflamado de amor al descubrir la imagen esbozada de Cristo redentor, de quien san Agustín «oía la voz en todos los salmos, ora salmodiando, ora gimiendo, ora alegre por la esperanza, ora suspirando por la realidad»?
R/. Dios nos ha aprobado y nos ha confiado el Evangelio, y así lo predicamos, no para contentar a los hombres, sino a Dios.
V/. Nuestra exhortación no procedía de error o de motivos turbios, ni usaba engaños.
R/. No para contentar a los hombres, sino a Dios.
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LETANÍAS DE LA HUMILDAD


Letanías de la humildad
Cardenal Merry del Val (Secretario de San Pío X)
¡Oh, Jesús, manso y humilde de corazón! Óyeme.
Del deseo de ser estimado… Líbrame, Señor.
Del deseo de ser amado…
Del deseo de ser respetado…
Del deseo de ser alabado…
Del deseo de ser preferido a los otros…
Del deseo de ser consultado…
 Del deseo de ser aprobado…
Del deseo de ser honrado...
Del temor de ser humillado…
Del temor de ser despreciado…
Del temor de ser reprendido...
Del temor de rechazado…
Del temor de ser calumniado…
Del temor de ser olvidado…
Del temor de caer en ridículo…
Del temor de ser injuriado…
Del temor de ser juzgado con malicia…


Jesús, dame la gracia de desear…
- Que los demás sean más amados que yo,
 - que los demás sean más estimados que yo,
 - que los demás se engrandezcan en la opinión del mundo y yo disminuya,
 - que los demás sean escogidos y yo no,
- que los otros sean ensalzados y yo despreciado,
- que los otros puedan serme preferidos en todo,
- que otros sean empleados en cargos y a mí se juzgue inútil
- que los otros sean más santos que yo, con tal que yo sea lo más santo que pueda ser.


Concédeme, Jesús:
 - El conocimiento y el amor de mi nada,
 - el perpetuo recuerdo de mis pecados,
 - la persuasión de mi mezquindad,
- el aborrecimiento de toda vanidad,
 - la pura intención de servir a Dios,
- la perfecta sumisión a la voluntad del Padre,
- el verdadero espíritu de compunción,
- la decidida obediencia a mis superiores,
 - el odio santo a toda envida y celo,
 - la prontitud en el perdón de las ofensas,
 - la prudencia en el callar los asuntos ajenos,
- la paz y la caridad con todos,
- el ardiente anhelo de desprecios y humillaciones,
- el ansia de ser tratado como Tú y la gracia de saber aceptarlo santamente.


María, Reina, Madre y Maestra de los humildes… Ruega por mí.
San José, protector y modelo del los humildes…Ruega por mí


San Miguel Arcángel, primero en abatir a los soberbios…Ruega por mí


Santos todos, santificados por el espíritu de humildad… Rogad por mí.

Oración: Señor Jesús, que siendo Dios te humillaste hasta la muerte y muerte de cruz, para ser ejemplo perenne que confunda nuestro orgullo y amor propio, concédenos la gracia de imitar tu ejemplo para que humillándonos como corresponde a nuestra miseria en la tierra, podamos ser ensalzados hasta gozar eternamente de ti en el cielo. Amén.

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