SAN AGUSTIN

¿Cómo aprender Humildad? ¡Sólo con humillaciones!
(Beata Teresa de Calcuta)

...Llenaos primero vosotros mismos; sólo así podréis dar a los demás. (San Agustín)

Dios no pretende de mí que tenga éxito. Sólo me exige que le sea fiel.
(Beata Teresa de Calcuta)

GOTA

... lo que hacemos es tan solo una gota en el mar, pero el mar sería menos si le faltara esa gota.
(Beata Teresa de Calcuta)

Contento, Señor, Contento (San Alberto Hurtado)

...y ESO ES LA SANTIDAD, DEJAR QUE EL SEÑOR ESCRIBA NUESTRA HISTORIA... (Papa Francisco)

«No ser, no querer ser; pisotear el yo, enterrarlo si posible fuera...».
(Santa Ángela de la Cruz)

Reconoce cristiano, tu dignidad, que el Hijo de Dios se vino del Cielo, por salvar tu alma. (San León Magno)

domingo, 22 de enero de 2017

LA SANTA MISA EN EL CONCILIO VATICANO II PARA QUE NADIE DUDE

Cristo está presente en su Iglesia
Vaticano II
Santa Misa


Sacrosanctum Concilium 7-8.106
Cristo está siempre presente en su Iglesia, sobre todo en la acción litúrgica. Está presente en el sacrificio de la misa, tanto en la persona del ministro, ofreciéndose ahora por ministerio de los sacerdotes el mismo que entonces se ofreció en la cruz, como, sobre todo, bajo las especies eucarísticas. Está presente con su fuerza en los sacramentos, de modo que, cuando alguien bautiza, es Cristo quien bautiza. Está presente en su palabra, pues, cuando se lee en la Iglesia la sagrada Escritura, es él quien habla. Está presente, por último, cuando la Iglesia suplica y canta salmos, pues él mismo prometió: Donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.
En verdad, en esta obra tan grande, por la que Dios es perfectamente glorificado y los hombres santificados, Cristo asocia siempre consigo a su amadísima esposa, la Iglesia, que invoca a su Señor y por él tributa culto al Padre eterno.
Con razón, pues, se considera a la liturgia como el ejercicio del sacerdocio de Jesucristo. En ella, los signos sensibles significan y realizan, cada uno a su manera, la santificación del hombre; y así el cuerpo místico de Jesucristo, es decir, la cabeza y sus miembros, ejerce el culto público íntegro.
En consecuencia, toda celebración litúrgica, por ser obra de Cristo sacerdote y de su cuerpo, que es la Iglesia, es la acción sagrada por excelencia, cuya eficacia no es igualada, con el mismo título y en el mismo grado, por ninguna otra acción de la Iglesia.
En la liturgia terrena participamos, pregustándola, de aquella liturgia celestial que se celebra en la ciudad santa de Jerusalén, hacia la cual nos dirigimos como peregrinos, y donde Cristo, ministro del santuario y de la tienda verdadera, está sentado a la derecha de Dios; con todos los coros celestiales, cantamos en la liturgia el himno de la gloria del Señor; veneramos la memoria de los santos, esperando ser admitidos en su asamblea; aguardamos un Salvador: el Señor Jesucristo hasta que aparezca él, vida nuestra; entonces también nosotros apareceremos, juntamente con él, en gloria.
La Iglesia, por una tradición apostólica que se remonta al mismo día de la resurrección de Cristo, celebra el misterio pascual cada ocho días, en el día que es llamado con razón día del Señor o domingo. En este día, los fieles deben reunirse a fin de que, escuchando la palabra de Dios y participando en la eucaristía, celebren el memorial de la pasión, resurrección y gloria del Señor Jesús, y den gracias a Dios, que, por la resurrección de Jesucristo de entre los muertos, nos ha hecho nacer de nuevo para una esperanza viva. Por esto, el domingo es la fiesta primordial, que debe inculcarse a la piedad de los fieles, de modo que sea también día de alegría y de liberación del trabajo. No deben anteponérsele otras solemnidades, a no ser que sean realmente de suma importancia, puesto que el domingo es el fundamento y el núcleo de todo el año litúrgico.
R/. Cristo ora por nosotros como sacerdote nuestro, ora en nosotros por ser nuestra cabeza, es invocado por nosotros como Dios nuestro. Reconozcamos, pues, en él nuestras propias voces y reconozcamos también su voz en nosotros.
V/. Cuando nos dirigimos a Dios con súplicas, no establezcamos separación con el Hijo.

R/. Reconozcamos, pues, en él nuestras propias voces y reconozcamos también su voz en nosotros.
Misa Tradicional (Capilla San Miguel)


Te Deum

A ti, oh Dios, te alabamos,
a ti, Señor, te reconocemos.


A ti, eterno Padre,
te venera toda la creación.



Los ángeles todos, los cielos
y todas las potestades te honran.



Los querubines y serafines
te cantan sin cesar:



Santo, Santo, Santo es el Señor,
Dios del universo.



Los cielos y la tierra 
están llenos de la majestad de tu gloria.



A ti te ensalza
el glorioso coro de los apóstoles,
la multitud admirable de los profetas,
el blanco ejército de los mártires.



A ti la Iglesia santa, 
extendida por toda la tierra, 
te proclama:



Padre de inmensa majestad, 
Hijo único y verdadero, digno de adoración, 
Espíritu Santo, Defensor.



Tú eres el Rey de la gloria, Cristo.



Tú eres el Hijo único del Padre.



Tú, para liberar al hombre, 
aceptaste la condición humana 
sin desdeñar el seno de la Virgen. 



Tú, rotas las cadenas de la muerte, 
abriste a los creyentes el reino del cielo.



Tú te sientas a la derecha de Dios 
en la gloria del Padre.



Creemos que un día 
has de venir como juez.



Te rogamos, pues, 
que vengas en ayuda de tus siervos, 
a quienes redimiste con tu preciosa sangre.



Haz que en la gloria eterna 
nos asociemos a tus santos.




(lo que sigue puede omitirse)



Salva a tu pueblo, Señor, 
y bendice tu heredad.



Sé su pastor 
y ensálzalo eternamente.



Día tras día te bendecimos 
y alabamos tu nombre para siempre, 
por eternidad de eternidades.



Dígnate, Señor, en este día 
guardarnos del pecado.



Ten piedad de nosotros, Señor, 
ten piedad de nosotros.



Que tu misericordia, Señor, 
venga sobre nosotros, 
como lo esperamos de ti.



En ti, Señor, confié, 
no me veré defraudado para siempre.


Santa Misa con las Misioneras de la Caridad de Santa Teresa de Calcuta


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