CARDENAL ROBERT SARAH |
Un Papa desde el África negra
Sería el primero de la historia. Y podría ser el próximo. Un nombre: Robert Sarah, autor de un libro revelación
de Sandro Magister
ROMA, 10 de abril de 2015 – Lo ha dicho él con candor: “Tengo la sensación de que Dios me ha puesto aquí para una cosa breve”. Cuatro o cinco años, incluso menos.
Es natural que esta confidencia del Papa Francisco haya vuelto a encender las conjeturas sobre quién será su sucesor.
Y en la cabeza de la clasificación de los que hacen apuestas y de los expertos se ha situado enseguida el cardenal que ha sido bautizado “el Papa Francisco de Asia”, Luis Antonio Gokim Tagle, filipino de madre china, 56 años: viaja en autobús, acoge a los vagabundos en la catedral, no condena sino que abraza y ha hecho sus estudios de teología en los Estados Unidos con famosos maestros “progresistas”. Suyo era el feliz rostro que aparecía al lado de Francisco en el triunfal viaje a Filipinas de enero pasado.
Pero pocos se dieron cuenta de que Francisco había llevado consigo desde Roma a otro cardenal, que ya había estado en las islas después del maremoto de 2013 para llevar “la caridad del Papa” en calidad de presidente de “Cor unum”.
Su nombre es Robert Sarah, es africano, tiene 70 años y antes de que su libro-entrevista fuera publicado en Francia hace un mes revelando un perfil asombroso era desconocido para la mayoría. Sorprendentemente, Francisco lo promovió, el pasado noviembre, al cargo de prefecto de la congregación vaticana para el culto divino, un nombramiento importante para la nueva curia en vías de reforma.
Para la Iglesia es el momento de África, un continente de conversos: los católicos eran dos millones en 1900 y hoy son ciento ochenta y cinco millones; es tierra de mártires, degollados como corderos a orillas del Mediterráneo o masacrados en un campus universitario de Kenia. También esto forma parte de la biografía de Sarah.
Nacido en una remota aldea de la savana, en una familia que se acaba de convertir, es circuncidado a los doce años e iniciado a la vida adulta en la selva. Estudia para ser sacerdote y lo consigue, mientras su país, Guinea, está bajo el régimen sanguinario del marxista Sekou Touré, con el obispo de Conakry, la capital, encarcelado y torturado.
Estudia Teología en Roma, en la Gregoriana y sobre todo en el Bíblico, siendo rector Carlo Maria Martini y con maestros como Lyonnet, Vanhoye, de la Potterie. Durante un año frecuenta la prestigiosa École Biblique de Jerusalén.
Y después vuelve como humilde párroco a Guinea, donde camina a pie por la savana para llegar al último de sus fieles, en una población de mayoría musulmana. Hasta que en 1978 Pablo VI lo nombra obispo, el más joven del mundo, a los 33 años. Y le confía Conakry, con un Sekou Touré cada vez más enfurecido contra este nuevo pastor, indómito defensor de la fe. Después de la muerte repentina del tirano, en 1984, se descubrirá que Sarah era el primero en la lista de los enemigos que había que eliminar.
Juan Pablo II lo llama a Roma en 2001 y lo nombra secretario de la congregación para la evangelización de los pueblos, para que se ocupe de las más de mil diócesis de los países de misión. Y cuando su prefecto enferma se convierte, a partir de 2008, en el efectivo número uno de Propaganda Fide, en contacto personal con Benedicto XVI que en 2010 lo nombra cardenal y presidente de “Cor unum”.
Sarah siente una ilimitada admiración hacia el Papa Joseph Ratzinger: comparte con él la idea de que para la Iglesia de hoy la prioridad absoluta es llevar a Dios al corazón de las civilizaciones, tanto a las de antigua cristiandad – ofuscada o rechazada -, como a las que siguen siendo paganas.
Es el mismo objetivo que él le atribuye al Concilio Vaticano II. Éste y ningún otro, porque el eclipse de Dios es el decaimiento del hombre. “Dieu ou rien”, Dios o nada, es el título de su libro, más de cuatrocientas páginas fulgurantes por su profundidad y claridad.
Dios también debe revelar la caridad a los reyecillos del mundo. Sin descuentos. No es aceptable, dice Sarah, que “mientras los cristianos mueren por su fidelidad a Jesús, en Occidente algunos hombres de Iglesia debatan para reducir al mínimo las exigencias del Evangelio”.
Dios también debe revelar la caridad a los reyecillos del mundo. Sin descuentos. No es aceptable, dice Sarah, que “mientras los cristianos mueren por su fidelidad a Jesús, en Occidente algunos hombres de Iglesia debatan para reducir al mínimo las exigencias del Evangelio”.
El cardenal Walter Kasper, el primero de los grandes electores de Jorge Mario Bergoglio, ya está pensando en el después y se inquieta. En su última entrevista se ha preguntado: “¿Será el pontificado de Francisco sólo un breve interludio en la historia de la Iglesia?”.
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Esta nota ha sido publicada en “L’Espresso” n. 10 del 2015, en los kioscos a partir del 10 de abril, en la página de opinión titulada “Settimo cielo” confiada a Sandro Magister.
He aquí el índice de todas las notas precedentes:
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El libro:
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PÁGINA ELEGIDAS DE “DIEU OU RIEN”
de Robert Sarah
MISERICORDIA SIN CONVERSIÓN
Ya no nos equivocamos cuando se constata que existe una forma de rechazo a los dogmas de la Iglesia, o una distancia creciente entre los hombres, los fieles y los dogmas. Sobre la cuestión del matrimonio existe un abismo entre un cierto mundo y la Iglesia. La pregunta, al final, es muy simple: ¿es el mundo el que debe de cambiar de actitud o la Iglesia su fidelidad a Dios? Porque si los fieles aún aman a la Iglesia y al Papa, pero no aplican su doctrina y no cambian para nada su vida, ni siquiera después de haber ido a escuchar al sucesor de Pedro a Roma, ¿qué futuro podemos esperar?
Muchos fieles se alegran de oír hablar de la misericordia divina y esperan que la radicalidad del Evangelio pueda mitigarse también en favor de quienes han hecho la elección de vivir en ruptura con el amor crucificado de Jesús. Piensan que a causa de la infinita bondad del Señor todo es posible, también decidiendo no cambiar en nada sus vidas. Para muchos es normal que Dios vierta sobre ellos su misericordia mientras habitan en el pecado. No entienden que la luz y las tinieblas no pueden coexistir, a pesar de los múltiples llamamientos de San Pablo: “¿Qué diremos entonces? ¿Que debemos seguir pecando para que abunde la gracia? ¡Ni pensarlo!” […]
Esta confusión exige respuestas rápidas. La Iglesia no puede seguir adelante como si la realidad no existiera: no puede contentarse con entusiasmos efímeros que duran el espacio de grandes encuentros o de asambleas litúrgicas, por muy bellas y ricas que sean. No podemos evitar por más tiempo una reflexión práctica sobre el subjetivismo como raíz de la mayor parte de los errores actuales. ¿De qué sirve saber que la cuenta twitter del Papa es seguida por centenares de miles de personas si los hombres no cambian sus vidas de manera concreta? ¿De qué sirve conformarse con las asombrosas cifras de las multitudes que se rinden y se convierten ante los Papas si no estamos seguros de que dichas conversiones son reales y profundas? […]
Frente a la oleada de subjetivismo que parece envolver el mundo, los hombres de Iglesia deben guardarse de negar la realidad complaciéndose con apariencias y glorias engañosas. […] Para poner en marcha un cambio radical de la vida concreta, la enseñanza de Jesús y de la Iglesia debe alcanzar el corazón del hombre. Hace dos milenios, los apóstoles siguieron a Cristo. Dejaron todo y su existencia ya no fue la misma. El camino de los apóstoles sigue siendo también hoy un modelo.
La Iglesia debe volver a encontrar una visión. Si su enseñanza no es entendida, no debe temer de volver a poner cien veces a prueba su capacidad. No se trata de ablandar las exigencias del Evangelio o de cambiar la doctrina de Jesús y de los apóstoles para adaptarse a las modas evanescentes, sino de volver a ponernos en causa sobre la manera con la que nosotros mismos vivimos el Evangelio de Jesús y presentamos el dogma.
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NADIE, NI SIQUIERA EL PAPA…
Francisco ha titulado un capítulo de su exhortación: “La realidad es más importante que la idea”. […] Yo pienso que el Papa desea ardientemente dar a la Iglesia el gusto de lo real, en el sentido de que hay cristianos – y a veces también clérigos – que pueden tener en ocasiones la tentación de esconderse detrás de las ideas para olvidarse de las situaciones reales de las personas.
Viceversa, algunos temen que esta concepción del Papa ponga en peligro la integridad del magistero. El reciente debate sobre el problema de los divorciados y de los que se han vuelto a casar está a menudo guiado por este tipo de tensión.
Por mi parte, no creo que el pensamiento del Papa sea poner en peligro la integridad del magistero. Efectivamente, nadie, ni tan siquiera el Papa, puede demolir o cambiar la enseñanza de Cristo. Nadie, ni tan siquiera el Papa, puede oponer la pastoral a la doctrina. Sería rebelarse contra Jesucristo y su enseñanza.
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UNA NUEVA FORMA DE HEREJÍA
Según mi experiencia, en particular después de veinte y tres años como arzobispo de Conakry y nueve como secretario de la congregación para la evangelización de los pueblos, la cuestión de los creyentes divorciados o vueltos a casar por lo civil no es un desafío urgente para las Iglesias de África y Asia. Al contrario, se trata de una obsesión de ciertas Iglesias occidentales que quieren imponer soluciones llamadas “teológicamente responsables y pastoralmente apropiadas”, que contradicen de manera radical la enseñanza de Jesús y del magisterio de la Iglesia. […]
Frente a la crisis moral, en modo particular del matrimonio y de la familia, la Iglesia puede contribuir con la búsqueda de soluciones justas y constructivas, pero no tiene otras posibilidades que participar haciendo referencia de manera enérgica a lo que la fe en Jesucristo aporta de propio y de único al proyecto humano. En este sentido, no es posible imaginar una distorsión entre el magisterio y la pastoral. La idea basada en poner el magisterio en un bello cofre separándolo de la práctica pastoral, que podría evolucionar según las circunstancias, las modas y las pasiones, es una forma de herejía, una peligrosa patología esquizofrénica.
Por consiguiente, afirmo solemnemente que la Iglesia de África se opondrá firmemente a cualquier rebelión contra la enseñanza de Jesús y del magisterio. […]
¿Cómo podría un sínodo volver a la enseñanza constante, concorde y profunda del Beato Pablo VI, de San Juan Pablo II y de Benedicto XVI? Yo pongo mi confianza en la fidelidad de Francisco.
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EL VERDADERO ESCÁNDALO, EN EL SIGLO DE LOS MÁRTIRES
Los mártires son el signo de que Dios está vivo y está siempre en medio de nosotros. […] En la muerte cruel de tantos cristianos fusilados, crucificados, decapitados y quemados vivos se cumple “el derramamiento de Dios contra sí mismo” para consuelo y salvación del mundo. […]
[Pero] mientras los cristianos mueren por su fe y su fidelidad a Jesús, en Occidente algunos hombres de Iglesia intentan reducir al mínimo las exigencias del Evangelio.
Llegamos incluso a utilizar la misericordia de Dios, sofocando la justicia y la verdad, para “acoger – según los términos de la ‘Relatio post disceptationem’ del sínodo sobre la familia de octubre de 2014 – las dotes y las cualidades que las personas homosexuales tienen que ofrecer a la comunidad cristiana”. Este documento proseguía afirmando también que “la cuestión homosexual nos interpela a una reflexión seria sobre cómo elaborar caminos realistas de crecimiento afectivo y de madurez humana y evangélica integrando la dimensión sexual”. En realidad, el verdadero escándalo no es la existencia de pecadores, pues la misericordia y el perdón existen siempre para ellos, sino la confusión entre el bien y el mal obrada por los pastores católicos. Si hombres consagrados no son capaces de entender la radicalidad del Evangelio e intentan anestesiarlo, nos desviaremos del camino. He aquí la verdadera falta de misericordia.
Mientras centenares de miles de cristianos viven cada día con el miedo en el cuerpo, algunos quieren evitar que sufran los divorciados que se han vuelto a casar, que se sentirían discriminados al ser excluidos de la comunión sacramental. A pesar de un estado de adulterio permanente, a pesar de un estado de vida que testimonia un rechazo de adhesión a la Palabra que eleva a quienes están casados sacramentalmente a ser el signo revelador del misterio pascual de Cristo, algunos teólogos quieren dar acceso a la comunión eucarística a los divorciados que se han vuelto a casar. La supresión de esta prohibición de la comunión sacramental a los divorciados que se han vuelto a casar, que se han autorizados ellos mismos pasando por encima de la Palabra de Dios – “Lo que Dios ha unido, no lo separe el hombre” – significa claramente la negación de la indisolubilidad del matrimonio sacramental. […]
Existe hoy una oposición y una rebelión contra Dios, una batalla organizada contra Cristo y su Iglesia. ¿Cómo se puede entender que pastores católicos sometan al voto la doctrina, la ley de Dios y la enseñanza de la Iglesia sobre la homosexualidad, el divorcio y el segundo matrimonio, como si la Palabra de Dios y el magisterio tuvieran que ser autentificados, aprobados por el voto de la mayoría?
Los hombres que edifican y estructuran estrategias para matar a Dios y demolir la doctrina y la enseñanza seculares de la Iglesia serán ellos mismos engullidos, precipitados por su victoria en la gehena eterna.
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