Mujer transgresora, con una espiritualidad difícil de resumir por ser rica, sutil y con una fuerza que emanaba de sus acciones. Fue reformadora contra viento y marea, perspicaz, psicóloga, mística, poeta, escritora y luchadora. Fundó la orden femenina y masculina de los Carmelitas Descalzos, hoy presente en los cinco continentes, para ayudar a todos los necesitados en nombre de Dios.
Castellana, de procedencia burguesa y origen judío, fue una mujer con identidad propia, hoy seguida por miles de personas de todo el mundo.
Como escritora, estuvo expuesta al riesgo de ser denunciada y perseguida por la Inquisición, y así lo asumió. En cada uno de sus escritos queda constancia de que Santa Teresa fue una mujer audaz, valiente y lucida. Primera doctora de la Iglesia Católica y patrona de los escritores españoles. Santa Teresa, junto con otros grandes de la literatura española formaron el “Siglo de Oro”. Su literatura mística, ha sido a lo largo del tiempo referente cultural paras las letras castellanas y para el mundo de la pintura, escultura y el cine.
El V Centenario de su nacimiento es un momento único para recordar su fuerza, que nacía del amor, amor que era capaz de cambiar el mundo. Hoy podemos aplicar esa fuerza en nuestras vidas, podemos ser conscientes de que todo puede mejorar y luchar por un mundo mucho más justo y solidario, optar por una vida sencilla y comprometida, de acuerdo al Evangelio de Jesús, el Evangelio del amor.
Santa Teresa . Patrona de Ávila |
Teresa nació en Ávila el 28 de marzo de 1515. A los dieciocho años, entra en el Carmelo. A los cuarenta y cinco años, para responder a las gracias extraordinarias del Señor, emprende una nueva vida cuya divisa será: «O sufrir o morir». Es entonces cuando funda el convento de San José de Ávila, primero de los quince Carmelos que establecerá en España. Con San Juan de la Cruz, introdujo la gran reforma carmelitana. Sus escritos son un modelo seguro en los caminos de la plegaria y de la perfección. Murió en Alba de Tormes, al anochecer del 4 de octubre de 1582. Pablo VI la declaró doctora de la Iglesia el 27 de septiembre de 1970.
Lucha con la oración
Su prudencia, amabilidad y caridad, a las que añadía un gran encanto personal, le ganaron la estima de todos los que la rodeaban. Según la reprobable costumbre de los conventos españoles de la época, las religiosas podían recibir a cuantos visitantes querían, y Teresa pasaba gran parte de su tiempo charlando en el recibidor del convento. Eso la llevó a descuidar la oración mental y el demonio contribuyó, al inculcarle la íntima convicción, bajo capa de humildad, de que su vida disipada la hacía indigna de conversar familiarmente con Dios. Además, la santa se decía para tranquilizarse, que no había ningún peligro de pecado en hacer lo mismo que tantas otras religiosas mejores que ella y justificaba su descuido de la oración mental, diciéndose que sus enfermedades le impedían meditar. Sin embargo, añade la santa, "el pretexto de mi debilidad corporal no era suficiente para justificar el abandono de un bien tan grande, en el que el amor y la costumbre son más importantes que las fuerzas. En medio de las peores enfermedades puede hacerse la mejor oración, y es un error pensar que sólo se puede orar en la soledad".
Poco después de la muerte de su padre, el confesor de Teresa le hizo ver el peligro en que se hallaba su alma y le aconsejó que volviese a la práctica de la oración. La santa no la abandonó jamás desde entonces. Sin embargo, no se decidía aún a entregarse totalmente a Dios ni a renunciar del todo a las horas que pasaba en el recibidor y al intercambio de regalillos. Es curioso notar que, en todos esos años de indecisión en el servicio de Dios, Santa Teresa no se cansaba jamás de oír sermones "por malos que fuesen"; pero el tiempo que empleaba en la oración "se le iba en desear que los minutos pasasen pronto y que la campana anunciase el fin de la meditación, en vez de reflexionar en las cosas santas".
La penitencia y la cruz
Convencida cada vez más de su indignidad, Teresa invocaba con frecuencia a los grandes santos penitentes, San Agustín y Santa María Magdalena, con quienes están asociados dos hechos que fueron decisivos en la vida de la santa. El primero, fue la lectura de las "Confesiones" de San Agustín. El segundo fue un llamamiento a la penitencia que la santa experimentó ante una imagen de la Pasión del Señor: "Sentí que Santa María Magdalena acudía en mi ayuda . . . y desde entonces he progresado mucho en la vida espiritual".
A la santa le atraían mas los Cristos ensangrentados y manifestando profunda agonía. En una ocasión, al detenerse ante un crucifijo muy sangrante le preguntó: "Señor, ¿quién te puso así?, y le pareció que una voz le decía: "Tus charlas en la sala de visitas, esas fueron las que me pusieron así, Teresa". Ella se echó a llorar y quedó terriblemente impresionada. Pero desde ese día ya no vuelve a perder tiempo en charlas inútiles y en amistades que no llevan a la santidad.
Una vez que Teresa se retiró de las conversaciones del recibidor y de otras ocasiones de disipación y de faltas (los santos son capaces de ver sus faltas), Dios empezó a favorecerla frecuentemente con la oración de quietud y de unión. La oración de unión ocupó un largo periodo de su vida, con el gozo y el amor que le son característicos, y Dios empezó a visitarla con visiones y comunicaciones interiores. Ello la inquietó, porque había oído hablar con frecuencia de ciertas mujeres a las que el demonio había engañado miserablemente con visiones imaginarias. Aunque estaba persuadida de que sus visiones procedían de Dios, su perplejidad la llevó a consultar el asunto con varias personas; desgraciadamente no todas esas personas guardaron el secreto al que estaban obligadas, y la noticia de las visiones de Teresa empezó a divulgarse para gran confusión suya.
Una de las personas a las que consultó Teresa fue Francisco de Salcedo, un hombre casado que era un modelo de virtud. Este la presentó al Padre Daza, doctor tenido por muy virtuoso, quien dictaminó que Teresa era víctima de los engaños del demonio, ya que era imposible que Dios concediese favores tan extraordinarios a una religiosa tan imperfecta como ella pretendía ser. Teresa quedó alarmada e insatisfecha. Francisco de Salcedo, a quien la propia santa afirma que debía su salvación, la animó en sus momentos de desaliento y le aconsejó que acudiese a uno de los padres de la recién fundada Compañía de Jesús. La santa hizo una confesión general con un jesuita, a quien expuso su manera de orar y los favores que había recibido. El jesuita le aseguró que se trataba de gracia de Dios, pero la exhortó a no descuidar el verdadero fundamento de la vida interior. Aunque el confesor de Teresa estaba convencido de que sus visiones procedían de Dios, le ordenó que tratase de resistir durante dos meses a esas gracias. La resistencia de la santa fue en vano.
Otro jesuita, el P. Baltasar Alvarez, le aconsejó que pidiese a Dios ayuda para hacer siempre lo que fuese más agradable a sus ojos y que, con ese fin, recitase diariamente el "Veni Creator Spiritus". Así lo hizo Teresa. Un día, precisamente cuando repetía el himno, fue arrebatada en éxtasis y oyó en el interior de su alma estas palabras: "No quiero que converses con los hombres sino con los ángeles".
…Ella dirá después: "El Espíritu Santo como fuerte huracán hace adelantar más en una hora la navecilla de nuestra alma hacia la santidad, que lo que nosotros habíamos conseguido en meses y años remando con nuestras solas fuerzas".
La santa, que tuvo en su vida posterior repetidas experiencias de palabras divinas afirma que son más claras y distintas que las humanas; dice también que las primeras son operativas, ya que producen en el alma una tendencia a la virtud y la dejan llena de gozo y de paz, convencida de la verdad de lo que ha escuchado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario