(San Agustín)
Jesús fue llevado al desierto por el Espíritu para ser tentado por el diablo; y, después de ayunar cuarenta días con sus cuarenta noches, al fin sintió hambre
Domingo I de Cuaresma, ciclo B: Gn 9,8-15; Sal 24,4bc-5ab.6-7bc.8-9; 1P 3,18-22; Mc 1,12-15
por Abad Felipe, OSB
22 de febrero de 2012
Mis hermanas y hermanos en Cristo:
La Cuaresma es un tiempo para conocer más profundamente el amor de Dios por nosotros. El propósito de todas las «buenas obras» que hacemos en Cuaresma es abrir nuestros corazones más completamente al amor de Dios. Al igual que el libro del Génesis nos recuerda una vez más que tenemos un pacto con Dios y Dios tiene un pacto con nosotros, también el Evangelio de hoy recuerda ese Pacto entre Dios y nosotros. El Reino de Dios es la expresión de este Pacto sagrado.
Cuando el evangelio de hoy nos dice «convertíos y creed en el Evangelio», tenemos que ser conscientes de que la frase no significa en absoluto el evangelio escrito, porque no existía todavía. Cuando nuestras Escrituras se refieren al Evangelio, puede ser traducido como «la buena noticia». La buena noticia es que Dios ha decidido enviar a su Hijo único al mundo para que nosotros podamos tener vida a través de ese Hijo. Es una buena noticia.
Dios nos ama. Es buena noticia. Dios nos perdona. Es buena noticia. Dios nos invita a compartir su vida. Es buena noticia. No importa cuántas veces nos negamos a la invitación de Dios, él nos sigue invitando. Es buena noticia. No importa cuántas veces pecamos, Dios está dispuesto a perdonarnos. Es buena noticia.
La Cuaresma no tiene que ver con que somos malos y nosotros mismos tenemos que apalearnos. Es para saber que Dios nos ama y nos invita a conocer la buena noticia y a vivirla. Siempre es una invitación, nunca una condenación.
En Cuaresma somos invitados a la penitencia, a cambiar nuestras vidas, a creer en la buena noticia. Esto puede y debe ser una experiencia absolutamente alegre, porque sabemos que nos estamos preparando para la alegría de celebrar la resurrección de Cristo.
Debemos abrazar las pequeñas disciplinas cuaresmales para que nuestros corazones se alegren aún más cuando celebremos la resurrección de Cristo en Semana Santa, la gran Pascua, el gran evento de toda la historia, que nos une al amor divino.
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Y yo, como respondo ante las diversas y persisitenten tentaciones
que el Maligno me presenta, intentando engañar para separarme de Dios?
-Ser tentado es ser obligado a ejercer la libertad
-Cuales son mis tentaciones mas frecuentes y cuales son las sutilezas del diablo
que aprovecha de nosotros?
-Ser tentado es ser obligado a ejercer la libertad
-Cuales son mis tentaciones mas frecuentes y cuales son las sutilezas del diablo
que aprovecha de nosotros?
RECEMOS
Jesús también fue tentado. Pero venció. Su ejemplo nos deja cinco recursos que la Iglesia recoge y recomienda:
1. Vigilar. No sólo evitar las ocasiones de peligro innecesario. Hay que vigilarse a uno mismo, las propias inclinaciones y tendencias, y discernir qué conviene y qué no en cada momento.
2. Orar. La oración es la fuerza de los débiles. Y frente a la tentación todos somos débiles. “Quien no hace quince minutos de oración al día –decía santa Teresa– no necesita demonio que lo tiente”.
3. Luchar. Es decir, resistir, defender, acometer; pero hacerlo con inteligencia. Hay que recurrir al auxilio de la gracia, reconcentrar las energías, reemplazar la tentación con otra ocupación, etc.
4. Huir. Sobre todo cuando se presentan tentaciones contra la fe y la pureza. En estos dos casos, particularmente, quien se mete a la refriega sale acribillado.
5. Esperar. La tentación siempre es pasajera. Hay que saber esperar. Toda tentación termina por diluirse y desaparecer.
RECEMOS
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