SAN AGUSTIN

¿Cómo aprender Humildad? ¡Sólo con humillaciones!
(Beata Teresa de Calcuta)

...Llenaos primero vosotros mismos; sólo así podréis dar a los demás. (San Agustín)

Dios no pretende de mí que tenga éxito. Sólo me exige que le sea fiel.
(Beata Teresa de Calcuta)

GOTA

... lo que hacemos es tan solo una gota en el mar, pero el mar sería menos si le faltara esa gota.
(Beata Teresa de Calcuta)

Contento, Señor, Contento (San Alberto Hurtado)

...y ESO ES LA SANTIDAD, DEJAR QUE EL SEÑOR ESCRIBA NUESTRA HISTORIA... (Papa Francisco)

«No ser, no querer ser; pisotear el yo, enterrarlo si posible fuera...».
(Santa Ángela de la Cruz)

Reconoce cristiano, tu dignidad, que el Hijo de Dios se vino del Cielo, por salvar tu alma. (San León Magno)

viernes, 12 de diciembre de 2014

LA VIRGEN DE GUADALUPE Y MADRE TERESA

La Virgen de Guadalupe y la Madre Teresa...

VERSIÓN ESTENOGRÁFICA DE LA
HOMILÍAPRONUNCIADA POR EL NUNCIO APOSTÓLICO, GIUSEPPE BERTELLO EN EL ANIVERSARIO DE LA BEATIFICACIÓN DE LA MADRE TERESA DE CALCUTA
Una vez más nos hemos reunido para dar gracias a Dios por el don que a hecho a su Iglesia y a su humanidad en la persona de la Madre Teresa. Hoy celebramos su fiesta como beata y lo hacemos aquí, a los pies de la Virgen de Guadalupe, porque la madre (Teresa) nos ha enseñado que María puede ayudarnos de la manera mejor a amar a Jesús e indicarnos el camino más breve para llegar a El.
La Palabra de Dios, que la Iglesia ofrece hoy a nuestra meditación, es como una sinfonía sobre el amor de Dios de un lado, que nosotros sabemos se Encarnó en Jesús, y por el otro lado es la respuesta del hombre. El libro del Cantar de los Cantares, nos dice que Israel, purificado por la prueba del exilio descubre que Dios se dirige no solo a la colectividad sino al corazón de cada de nosotros y el verdadero amor se transforma en un diálogo, en una búsqueda apasionada que se hace respuesta a la llamada y al mismo tiempo se hace compromiso para construir una vida de comunión y de integridad con Dios.
Es Dios que tiene siempre la iniciativa. Su Palabra llena de confianza y de ternura llega derecho al corazón del hombre y lo hace feliz. Madre Teresa ha vivido esta unión de amor con Dios y la ha transmitido a sus hijos y a sus hijas. En el centro de su atención no estaban, como puede parecer a primera vista, la pobreza y la miseria, sino la unión total con Dios y el abandono incondicional a El.
El sentimiento de ser un lápiz pequeño en las manos de Dios, que quiere vivir en Ella, mirar con sus ojos, caminar con sus pies, amar con su corazón. Ella decía a sus hijas: “Dios me ama, yo no estoy aquí sólo para ocupar un lugar, sólo para ser un número más. Vivamos la vida de unión con Dios, todas nuestras pequeñas actividades pueden ser ofrecidas por medio de la Sangre Preciosa , por medio de Jesús. Mi respuesta al gran amor de Dios no puede ser más que un abandono total a El, El puede hacer lo que quiera de mí. Deja que Jesús se sirva de ti, sin consultarte”.
La madre quería que las personas que se le acercaban tuviesen esta experiencia profunda de la ternura del amor de Dios. Ella con la fuerza persuasiva de su palabra y de su ejemplo ha sido una verdadera misionera del amor del Señor, y a todos ha transmitido un mensaje: que El nos ama, nos acepta, es nuestra Providencia.
Son sus palabras: “una misionera de la Caridad debe ser una misionera de amor. Una misionera es una enviada, Dios envió a su Hijo, hoy nos envía a nosotras. Somos enviadas para ser su amor entre los hombres, para llevar su amor y su compasión a los más pobres de los pobres. No debemos tener miedo de amar, una misionera de la caridad, debe ser una misionera de amor, Ella es enviada para ser el amor de Dios”.
Tú y yo, concluía, somos algo especial para El, ser su corazón para amarlo en los pobres, ser sus manos para servirlo en los más pobres de los pobres. Madre Teresa, encontró en el himno de la caridad de San Pablo, que hemos escuchado ahora, el método, el camino para llevar a la humanidad el amor de Dios. Sin el amor no somos nada y lo que hacemos no tiene sentido.
Cuántas personas podrían hacer la misma pregunta de la pobre mujer de Calcuta con su cuerpo lleno de llagas purulentas: hermana, le preguntó un día, ¿por qué tú actúas de esta manera? No todos se portan así ¿quién te lo ha enseñado?. Y la madre con su candor le contestó: “Mi Dios me lo ha enseñado, ahora lo has conocido, Dios se llama amor”.
Pero la caridad de la Palabra de San Pablo no es algo teórico o sentimental, tiene sus raíces en las bienaventuranzas. En esta página del Evangelio de San Mateo Jesús nos presenta la imagen de su discípulo consciente de sus debilidades ciertamente, pero que pone su vida en las manos de Dios y en sus relaciones con los demás sabe tener su mirada fija en El. Por eso es misericordioso, valora la pobreza, busca la justicia y sabe construir la paz.
Madre Teresa, insistía mucho en las palabras de Jesús: “bienaventurados los limpios de corazón porque ellos verán a Dios”, y no se cansaba de repetir que sólo un corazón puro puede ver a Dios, aludiendo a la visión de fe que brota de la orientación de la vida hacia el Señor y permite percibir en todo momento su Providencia. Un corazón puro, abierto para recibir la luz y la Palabra del Señor se presenta ante el prójimo con transparencia, con sencillez, sin egoísmo.
“Somos llamadas a ser contemplativas con el corazón del mundo de hoy”, decía, buscando la cara de Dios en todo, en cada persona , siempre , en cada momento y en cada lugar, sobre todo reconociendo su mano en los acontecimientos y particularmente mirando y adorando la presencia de Jesús bajo las humildes apariencias de la Eucaristía y bajo el mísero disfraz del pobre. En las chozas, Jesús se esconde en la miseria y en la pobreza de nuestra gente. No podemos hacer el voto de caridad si no tenemos la fe que ve a Jesús en la gente que nos rodea, de lo contrario, nuestro trabajo no es más que un trabajo social”.
El Papa Juan Pablo II, recibiendo a la gran familia espiritual nacida del corazón de Madre Teresa, decía: “El mensaje de la Madre, hoy mas que nunca se presenta como una invitación dirigida a todos”. Toda su existencia nos recuerda que ser cristianos significa ser testigos de la Caridad. Esta es la consigna de la nueva Beata. Haciéndome eco de sus palabras, continuaba el Papa, “exhorto a cada uno a seguir con generosidad y valentía los pasos de esa auténtica discípula de Cristo”.
En efecto, una mujer tan pequeña, tan pobre, tan sencilla y humilde ha ejercido y continúa ejerciendo un gran atractivo que no se puede explicar con categorías puramente humanas. La razón profunda está en el hecho que se ha convertido en un signo transparente de la presencia de Jesús y de su Iglesia en el mundo, ocupándose
Del más pequeño de nuestros hermanos.
Y en nuestra época tan confusa, tan violenta y llena de contradicciones, ella ha manifestado lo que es el amor cristiano y ha mostrado que llegar a ser santos significa llegar a ser humanamente santos, sabiendo conjugar la santidad con la bondad, la compasión y la misericordia.
Pienso en ciertas analogías con las primeras comunidades cristianas cuando resaltaba a los ojos de los paganos el testimonio de la fraternidad y de la entrega de caridad al prójimo. Esto es lo que ha hecho Madre Teresa, tratando a los más pobres como personas y sobre todo como hijos de Dios sin tomar en cuenta su creencia o su religión.
Creo que cabe a cada uno de nosotros recoger este modelo y este ejemplo. En medio de nuestras ocupaciones cotidianas no podemos descuidar lo que es esencial: mostrar el amor misericordioso de Dios mediante nuestro ejemplo, mediante nuestro empeño de caridad y nuestra entrega servicial especialmente hacia los más necesitados. La Madre Teresa, con su enseñanza y con su testimonio demostró que ellos tienen nuestros mismos derechos y que el mundo moderno, tan orgulloso de sus conquistas, no puede dejarlos de su costado, si quiere ser un mundo humano.
Madre Teresa no tuvo miedo de defender la vida naciente y a las mujeres que querían abortar les decía: “no los maten, déjenlos a mí, déjenlos nacer”.
Yo quisiera concluir estas palabras recordando una vez más sobre todo a quienes entre nosotros nos sentimos vinculados de una manera o de otra a la espiritualidad de la madre, lo que decía Juan Pablo II: “De una pequeña semilla el Señor ha hecho crecer un árbol grande y rico en frutos”. Y precisamente ustedes, hijas e hijos de Madre Teresa, son los signos más elocuentes de esta fecundidad profética. Conserven inalterado su carisma, sigan sus ejemplos, y ella, desde el cielo, no dejará de sostenerlos en el camino diario. Así sea.

No hay comentarios:

Publicar un comentario