SAN AGUSTIN

¿Cómo aprender Humildad? ¡Sólo con humillaciones!
(Beata Teresa de Calcuta)

...Llenaos primero vosotros mismos; sólo así podréis dar a los demás. (San Agustín)

Dios no pretende de mí que tenga éxito. Sólo me exige que le sea fiel.
(Beata Teresa de Calcuta)

GOTA

... lo que hacemos es tan solo una gota en el mar, pero el mar sería menos si le faltara esa gota.
(Beata Teresa de Calcuta)

Contento, Señor, Contento (San Alberto Hurtado)

...y ESO ES LA SANTIDAD, DEJAR QUE EL SEÑOR ESCRIBA NUESTRA HISTORIA... (Papa Francisco)

«No ser, no querer ser; pisotear el yo, enterrarlo si posible fuera...».
(Santa Ángela de la Cruz)

Reconoce cristiano, tu dignidad, que el Hijo de Dios se vino del Cielo, por salvar tu alma. (San León Magno)

miércoles, 10 de febrero de 2016

MIERCOLES DE CENIZA.AÑO 2016. OFICIO DE LECTURAS PARA MEDITAR, CAMINAR HACIA NUESTRO INTERIOR Y ENCONTRARNOS CON EL DIOS QUE NOS ESPERA






V/. Arrepentíos y convertíos de vuestros delitos.
R/. Estrenad un corazón nuevo y un espíritu nuevo.
El ayuno agradable a Dios
Is 58,1-12
Así dice el Señor Dios:
«Grita a plena voz, sin cesar, alza la voz como una trompeta, denuncia a mi pueblo sus delitos, a la casa de Jacob sus pecados.
Consultan mi oráculo a diario, muestran deseo de conocer mi camino, como un pueblo que practicara la justicia y no abandonase el mandato de Dios. Me piden sentencias justas, desean tener cerca a Dios.»
«¿Para qué ayunar, si no haces caso?, ¿mortificarnos, si tú no te fijas? »
«Mirad: el día de ayuno buscáis vuestro interés y apremiáis a vuestros servidores; mirad: ayunáis entre riñas y disputas, dando puñetazos sin piedad. No ayunéis como ahora, haciendo oír en el cielo vuestras voces.
¿Es ése el ayuno que el Señor desea, para el día en que el hombre se mortifica?, mover la cabeza como un junco, acostarse sobre saco y ceniza, ¿a eso lo llamáis ayuno, día agradable al Señor?
El ayuno que yo quiero es éste: Abrir las prisiones injustas, hacer saltar los cerrojos de los cepos, dejar libres a los oprimidos, romper todos los cepos; partir tu pan con el hambriento, hospedar a los pobres sin techo, vestir al que ves desnudo, y no cerrarte a tu propia carne.
Entonces romperá tu luz como la aurora, en seguida te brotará la carne sana; te abrirá camino la justicia, detrás irá la gloria del Señor. Entonces clamarás al Señor, y te responderá; gritarás, y te dirá: "Aquí estoy."
Cuando destierres de ti la opresión, el gesto amenazador y la maledicencia, cuando partas tu pan con el hambriento y sacies el estómago del indigente, brillará tu luz en las tinieblas, tu oscuridad se volverá mediodía.
El Señor te dará reposo permanente, en el desierto saciará tu hambre, hará fuertes tus huesos, serás un huerto bien regado, un manantial de aguas cuya vena nunca engaña; reconstruirás viejas ruinas, levantarás sobre cimientos de antaño; te llamarán reparador de brechas, restaurador de casas en ruinas.»
R/. El ayuno que yo quiero es éste -dice el Señor-: Partir tu pan con el hambriento, hospedar a los pobres sin techo. Entonces clamarás al Señor, y te responderá; gritarás, y te dirá: «Aquí estoy.»
V/. Cuando venga el Hijo del hombre, dirá a los de su derecha: «Venid, tuve hambre, y me disteis de comer.»
R/. Entonces clamarás al Señor, y te responderá; gritarás, y te dirá: «Aquí estoy.»

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Convertíos
San Clemente Romano
Carta a los Corintios 7,4-8,3; 8,5-9; 13,1-4; 19,2

Fijemos con atención nuestra mirada en la sangre de Cristo, y 
reconozcamos cuán preciosa ha sido a los ojos de Dios, su Padre, 
pues, derramada por nuestra salvación, alcanzó la gracia de la 
penitencia para todo el mundo.
Recorramos todas las generaciones y aprenderemos cómo el Señor, de generación en generación, concedió un tiempo de penitencia a los que  
deseaban convertirse a él.
 Jonás anunció a los ninivitas la destrucción de su ciudad, y ellos, arrepentidos de sus pecados, pidieron perdón a Dios y, a fuerza desúplicas, alcanzaron la indulgencia, a pesar de no ser del pueblo elegido.
De la penitencia hablaron, inspirados por el Espíritu Santo, los que       fueron ministros de la gracia de Dios. Y el mismo Señor de todas las cosas habló también con juramento de la penitencia, diciendo: Por mi vida, oráculo del Señor, juro que no quiero la muerte del malvado, sino que cambie de   conducta; y añade aquella hermosa sentencia: Cesad de obrar mal, casa    de Israel. Di a los hijos de mi pueblo: «Aunque vuestros pecados lleguen         hasta el cielo, aunque sean como púrpura y rojos como escarlata, si os  convertís a mí de todo corazón y decís: «Padre», os escucharé como a mi pueblo santo».
Queriendo, pues, el Señor que todos los que él ama tengan parte en la penitencia, lo confirmó así con su omnipotente voluntad.
Obedezcamos, por tanto, a su magnífico y glorioso designio,                         e implorando con súplicas su misericordia y benignidad, recurramos a su misericordia y convirtámonos, dejadas a un lado las vanas obras, las     contiendas y la envidia que conduce a la muerte.
Seamos, pues, humildes, hermanos, y deponiendo toda jactancia, ostentación, insensatez y los arrebatos de la ira, cumplamos lo que está   escrito, pues lo dice el Espíritu Santo: No se gloríe el sabio de su sabiduría, no se gloríe el fuerte de su fortaleza, no se gloríe el rico de su riqueza; el que se gloríe, que se gloríe en el Señor, para buscarle a él y practicar el derecho y la justicia; especialmente si tenemos presentes las palabras del Señor Jesús, aquellas que pronunció para enseñarnos la benignidad y la longanimidad.
Dijo, en efecto: Sed misericordiosos, y alcanzaréis misericordia;                      perdonad, y se os perdonará; como vosotros hagáis, así se os hará  a vosotros; dad, y se os dará; no juzguéis, y no os juzgaráncomo usareis           la benignidad, así la usarán con vosotros; la medida que uséis la usarán               con vosotros.
Que estos mandamientos y estos preceptos nos comuniquen firmeza        para poder caminar, con toda humildad, en la obediencia de sus santos consejos. Pues dice la Escritura santa: En ése pondré mis ojos: en el        humilde y el abatido, que se estremece ante mis palabras.
Como quiera, pues, que hemos participado de tantos, tan grandes y          tan ilustres hechos, emprendamos otra vez la carrera hacia la meta de            paz  que nos fue anunciada desde el principio y fijemos nuestra mirada            en el Padre y Creador del universo, acogiéndonos a los magníficos y sobreabundantes dones y beneficios de su paz.
R/. Que el malvado abandone su camino, y el criminal sus planes; que regrese al Señor, y él tendrá piedad. Porque es comprensivo y misericordioso, se arrepiente de las amenazas, el Señor, nuestro Dios.
V/. El Señor no quiere la muerte del pecador, sino que cambie de conducta y viva.
R/. Porque es comprensivo y misericordioso, se arrepiente de las amenazas, el Señor, nuestro Dios.


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