El personaje del libro de Daniel, identificado como “el hijo del hombre” (primera lectura) ha sido, para las comunidades cristianas, Jesús que, como siervo sufriente, nos ha librado de nuestros pecados por su sangre (segunda lectura) y nos hace partícipes de su reinado de verdad por la escucha de su voz (evangelio).
Esta solemnidad, que marca el final del año litúrgico, fue instituida por Pio XI en 1925, cuando el reinado social de Cristo era la línea a seguir en la evangelización de la Iglesia. Si bien la manera de concebir el Reinado de Dios, desde Jesús rey, ha variado en sus matices más evangélicos después del Vaticano II. Esto se manifiesta en el cambio del nombre que pasa de “Cristo Rey” a “Nuestro Señor Jesucristo Rey del universo”, porque la realeza de Cristo no es de este mundo, sino que preanuncia el señorío universal de Jesús, “Alfa y Omega”, al que toda la creación se dirige. Un reino de verdad que nos recuerda que no hay verdad que se imponga por la fuerza, sino como la que se acoge en la relación de escucha de la voz del “maestro Jesús”.
Una verdad que pasa por la cruz, como el signo que, desde el amor misericordioso, rompe las barreras que el pecado pone entre Dios y los seres humanos. Por eso en el cristianismo no puede haber verdad fuera de la vida de Jesús; y por eso también la verdad del cristianismo consiste en dar la vida desde el amor a los demás. Es una verdad que incluye y nunca excluye, porque así es Dios mismo y porque “la primera verdad de la Iglesia es el amor de Cristo” (Misericordiae Vultus 12).
De ahí que el Papa Francisco, en continuidad con San Juan Pablo II, propone como prioridad en la evangelización el anuncio y el testimonio de la misericordia (Cfr. Misericordiae Vultus 10-11), por el que el Reino se extiende, y por eso el año jubilar entrante se acabará ese día, como para recordarnos que la tarea de cada día es: “…hacer llegar el bálsamo de la misericordia como signo del Reino de Dios que está ya presente en medio de nosotros” (Misericordiae Vultus 5).
¿Son así nuestras comunidades?; ¿Trabajamos por extender la Verdad del amor de Cristo, o todavía luchamos por la defensa de la verdad como si Cristo tuviese que ser defendido como un Rey de este mundo? Así pensaban los discípulos de Jesús al principio y por ello huyeron despavoridos al final, cuando la cruz se manifestó en toda su tragedia. Quiero acabar con una frase que cito de memoria y que, creo recordar, se atribuía a Juan XXIII: “la verdad no necesita ser defendida a gritos porque se defiende por sí sola”, y esta verdad se transmite desde el amor, porque “sólo el amor es creíble”, como el de Nuestro Señor Jesucristo Rey del Universo.
Feliz semana y día de Acción de Gracias.
(Copiado del Blog Siete en Familia.Gracias) P. Nicolás Sánchez Toledano
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