Hoy en todas las casas del Hermanas y Hermanos Misioneros de la Caridad, en la de los laicos y los Padres y en todos aquellos hogares donde la Madre Teresa de Calcuta es el referente para servir a los más Pobres de entre los Pobres, reina la Alegría y en muchas Parroquias donde la Diócesis ha sido autorizada para rendir culto público a esta Beata , se celebran Misas en su Honor y es mostrada como testimonio a toda la Iglesia para ser imitada en el servicio a los más necesitados de todos.
Madre Teresa no trabaja por altruismo o por solidaridad, no es una especial trabajador social de la iglesia...no, no es esto lo que Madre Teresa quiere mostrar al mundo...Jesús, le pidió ser su Luz para los mas desfavorecidos y le mostró la necesidad de servir a los últimos, a los que más sufren, a los solos y abandonados, a los no nacidos...en ellos, en cada uno de ellos, Madre Teresa ve a Jesús, sirve a Jesús...y todo los hace por Amor a Jesús...Sin este amor auténtico, no sería posible tener fuerzas para realizar su trabajo, muy desagradable, a veces, con una sonrisa. Sin la Oración, la Eucaristía y la Adoración al Santísimo, que realizan y viven cada día, esto no sería posible.
Horas, podrían pasar, escribiendo en este blog dedicado a ella, a su obra.
Recuerdo que me pidieron dar una charla sobre Madre Teresa y cuando buscaba bibliografía, cuanto mas estudiaba su vida para poder trasmitirla a los demás, más costoso era rea realizar el resumen a explicar al foro que me esperaba.
Miles de fotografías, pensamientos, realidades, hermanas, hermanos, padres, laicos...que dedicaban su vida a servir como les había enseñado ella, en sus Constituciones y Estatutos, Cartas y demás información, cada vez mas extensa, favores y milagros atribuidos a su intercesión, hacen de esta Pequeña Gran Mujer, un referente a imitar en toda la Iglesia. Una Beata, que personalmente espero sea pronto Canonizada por S.S. el Papa Francisco, como regalo a esta Iglesia Universal.
Felicidades a todos por haber conocido a esta santa del siglo XX.
Beata Teresa de Calcuta. Ruega por nosotros Recemos
Beata Teresa Gonhxa Bojaxhiu, «Madre Teresa de Calcuta»,
virgen y fundadora
fecha: 5 de septiembre
n.: 1910 - †: 1997 - país: India
canonización: B: Juan Pablo II 19 oct 2003
hagiografía: Vaticano
En Calcuta, en la India, beata Teresa
(Inés) Gonhxa Bojaxhiu, virgen, la cual, nacida en Albania, trató de apagar la
sed de Cristo clavado en la cruz atendiendo con eximia caridad a los hermanos
más pobres y fundando las congregaciones de Misioneros y de Misioneras de la
Caridad, para servir a los enfermos y abandonados.
«De sangre soy albanesa. De
ciudadanía, India. En lo referente a la fe, soy una monja Católica. Por mi
vocación, pertenezco al mundo. En lo que se refiere a mi corazón, pertenezco
totalmente al Corazón de Jesús.»
De pequeña estatura, firme como
una roca en su fe, a Madre Teresa de Calcuta le fue confiada la misión de
proclamar la sed de amor de Dios por la humanidad, especialmente por los más
pobres entre los pobres. «Dios ama todavía al mundo y nos envía a ti y a mi
para que seamos su amor y su compasión por los pobres”. Fue un alma llena de la
luz de Cristo, inflamada de amor por Él y ardiendo con un único deseo: “saciar
su sed de amor y de almas.»
Esta mensajera luminosa del amor
de Dios nació el 26 de agosto de 1910 en Skopje, una ciudad situada en el cruce
de la historia de los Balcanes. Era la menor de los hijos de Nikola y Drane
Bojaxhiu, recibió en el bautismo el nombre de Gonxha Agnes, hizo su Primera
Comunión a la edad de cinco años y medio y recibió la Confirmación en noviembre
de 1916. Desde el día de su Primera Comunión, llevaba en su interior el amor
por las almas. La repentina muerte de su padre, cuando Gonxha tenía unos ocho
años de edad, dejó a la familia en una gran estrechez financiera. Drane crió a
sus hijos con firmeza y amor, influyendo grandemente en el carácter y la
vocación de si hija. En su formación religiosa, Gonxha fue asistida además por
la vibrante Parroquia Jesuita del Sagrado Corazón, en la que ella estaba muy
integrada.
Cuando tenía dieciocho años, animada por el deseo de hacerse misionera, Gonxha dejó su casa en septiembre de 1928 para ingresar en el Instituto de la Bienaventurada Virgen María, conocido como Hermanas de Loreto, en Irlanda. Allí recibió el nombre de Hermana María Teresa (por Santa Teresa de Lisieux). En el mes de diciembre inició su viaje hacia India, llegando a Calcuta el 6 de enero de 1929. Después de profesar sus primeros votos en mayo de 1931, la Hermana Teresa fue destinada a la comunidad de Loreto Entally en Calcuta, donde enseñó en la Escuela para chicas St. Mary. El 24 de mayo de 1937, la Hermana Teresa hizo su profesión perpétua convirtiéndose entonces, como ella misma dijo, en “esposa de Jesús” para “toda la eternidad”. Desde ese momento se la llamó Madre Teresa. Continuó a enseñar en St. Mary convirtiéndose en directora del centro en 1944. Al ser una persona de profunda oración y de arraigado amor por sus hermanas religiosas y por sus estudiantes, los veinte años que Madre Teresa transcurrió en Loreto estuvieron impregnados de profunda alegría. Caracterizada por su caridad, altruismo y coraje, por su capacidad para el trabajo duro y por un talento natural de organizadora, vivió su consagración a Jesús entre sus compañeras con fidelidad y alegría.
El 10 de septiembre de 1946,
durante un viaje de Calcuta a Darjeeling para realizar su retiro anual, Madre
Teresa recibió su “inspiración,” su “llamada dentro de la llamada”. Ese día, de
una manera que nunca explicaría, la sed de amor y de almas se apoderó de su
corazón y el deseo de saciar la sed de Jesús se convirtió en la fuerza motriz
de toda su vida. Durante las sucesivas semanas y meses, mediante locuciones
interiores y visiones, Jesús le reveló el deseo de su corazón de encontrar “víctimas
de amor” que “irradiasen a las almas su amor”. “Ven y sé mi luz”, Jesús le
suplicó. “No puedo ir solo”. Le reveló su dolor por el olvido de los pobres, su
pena por la ignorancia que tenían de Él y el deseo de ser amado por ellos. Le
pidió a Madre Teresa que fundase una congregación religiosa, Misioneras de la
Caridad, dedicadas al servicio de los más pobres entre los pobres. Pasaron casi
dos años de pruebas y discernimiento antes de que Madre Teresa recibiese el
permiso para comenzar. El 17 de agosto de 1948 se vistió por primera vez con el
sari blanco orlado de azul y atravesó las puertas de su amado convento de
Loreto para entrar en el mundo de los pobres.
Después de un breve curso con
las Hermanas Médicas Misioneras en Patna, Madre Teresa volvió a Calcuta donde
encontró alojamiento temporal con las Hermanitas de los Pobres. El 21 de
diciembre va por vez primera a los barrios pobres. Visitó a las familias, lavó
las heridas de algunos niños, se ocupó de un anciano enfermo que estaba
extendido en la calle y cuidó a una mujer que se estaba muriendo de hambre y de
tuberculosis. Comenzaba cada día entrando en comunión con Jesús en la
Eucaristía y salía de casa, con el rosario en la mano, para encontrar y servir
a Jesús en “los no deseados, los no amados, aquellos de los que nadie se
ocupaba”. Después de algunos meses comenzaron a unirse a ella, una a una, sus
antiguas alumnas.
El 7 de octubre de 1950 fue
establecida oficialmente en la Archidiócesis de Calcuta la nueva congregación
de las Misioneras de la Caridad. Al inicio de los años sesenta, Madre Teresa
comenzó a enviar a sus Hermanas a otras partes de India. El Decreto de
Alabanza, concedido por el Papa Pablo VI a la Congregación en febrero de 1965,
animó a Madre Teresa a abrir una casa en Venezuela. Ésta fue seguida
rápidamente por las fundaciones de Roma, Tanzania y, sucesivamente, en todos
los continentes. Comenzando en 1980 y continuando durante la década de los años
noventa, Madre Teresa abrió casas en casi todos los países comunistas,
incluyendo la antigua Unión Soviética, Albania y Cuba.
Para mejor responder a las
necesidades físicas y espirituales de los pobres, Madre Teresa fundó los
Hermanos Misioneros de la Caridad en 1963, en 1976 la rama contemplativa de las
Hermanas, en 1979 los Hermanos Contemplativos y en 1984 los Padres Misioneros
de la Caridad. Sin embargo, su inspiración no se limitò solamente a aquellos
que sentían la vocación a la vida religiosa. Creó los Colaboradores de Madre
Teresa y los Colaboradores Enfermos y Sufrientes, personas de distintas
creencias y nacionalidades con los cuales compartió su espíritu de oración,
sencillez, sacrificio y su apostolado basado en humildes obras de amor. Este
espíritu inspiró posteriormente a los Misioneros de la Caridad Laicos. En
respuesta a las peticiones de muchos sacerdotes, Madre Teresa inició también en
1981 el Movimiento Sacerdotal Corpus Christi como un“pequeño camino de
santidad” para aquellos sacerdotes que deseasen compartir su carisma y
espíritu.
Durante estos años de rápido
desarrollo, el mundo comenzó a fijarse en Madre Teresa y en la obra que ella
había iniciado. Numerosos premios, comenzando por el Premio Indio Padmashri en
1962 y de modo mucho más notorio el Premio Nobel de la Paz en 1979, hicieron
honra a su obra. Al mismo tiempo, los medios de comunicación comenzaron a
seguir sus actividades con un interés cada vez mayor. Ella recibió, tanto los
premios como la creciente atención “para gloria de Dios y en nombre de los
pobres”.
Toda la vida y el trabajo de
Madre Teresa fue un testimonio de la alegría de amar, de la grandeza y de la
dignidad de cada persona humana, del valor de las cosas pequeñas hechas con
fidelidad y amor, y del valor incomparable de la amistad con Dios. Pero,
existía otro lado heroico de esta mujer que salió a la luz solo después de su
muerte. Oculta a todas las miradas, oculta incluso a los más cercanos a ella,
su vida interior estuvo marcada por la experiencia de un profundo, doloroso y
constante sentimiento de separación de Dios, incluso de sentirse rechazada por
Él, unido a un deseo cada vez mayor de su amor. Ella misma llamó “oscuridad” a
su experiencia interior. La “dolorosa noche” de su alma, que comenzó más o
menos cuando dio inicio a su trabajo con los pobres y continuó hasta el final
de su vida, condujo a Madre Teresa a una siempre más profunda unión con Dios.
Mediante la oscuridad, ella participó de la sed de Jesús (el doloroso y
ardiente deseo de amor de Jesús) y compartió la desolación interior de los
pobres.
Durante los últimos años de su
vida, a pesar de los cada vez más graves problemas de salud, Madre Teresa
continuó dirigiendo su Instituto y respondiendo a las necesidades de los pobres
y de la Iglesia. En 1997 las Hermanas de Madre Teresa contaban casi con 4.000
miembros y se habían establecido en 610 fundaciones en 123 países del mundo. En
marzo de 1997, Madre Teresa bendijo a su recién elegida sucesora como Superiora
General de las Misioneras de la Caridad, llevando a cabo sucesivamente un nuevo
viaje al extranjero. Después de encontrarse por última vez con el Papa Juan
Pablo II, volvió a Calcuta donde transcurrió las últimas semanas de su vida
recibiendo a las personas que acudían a visitarla e instruyendo a sus Hermanas.
El 5 de septiembre, la vida terrena de Madre Teresa llegó a su fin. El Gobierno
de India le concedió el honor de celebrar un funeral de estado y su cuerpo fue
enterrado en la Casa Madre de las Misioneras de la Caridad. Su tumba se
convirtió rápidamente en un lugar de peregrinación y oración para gente de fe y
de extracción social diversa (ricos y pobres indistintamente). Madre Teresa nos
dejó el ejemplo de una fe sólida, de una esperanza invencible y de una caridad
extraordinaria. Su respuesta a la llamada de Jesús, “Ven y sé mi luz”, hizo de
ella una Misionera de la Caridad, una “madre para los pobres”, un símbolo de
compasión para el mundo y un testigo viviente de la sed de amor de Dios.
Menos de dos años después de su
muerte, a causa de lo extendido de la fama de santidad de Madre Teresa y de los
favores que se le atribuían, el Papa Juan Pablo II permitió la apertura de su
Causa de Canonización. El 20 de diciembre del 2002 el mismo Papa aprobó los
decretos sobre la heroicidad de las virtudes y sobre el milagro obtenido por
intercesión de Madre Teresa
19 de octubre de 2003
Homilía del Papa Juan Pablo II en la Beatificación
de la Madre Teresa de Calcuta
19 de octubre de 2003
1. “El que quiera ser el primero entre vosotros, será esclavo de todos” (Mc 10, 44). Estas palabras de Jesús a los discípulos, que acaban de resonar en esta Plaza, indican cuál es el camino que conduce a la grandeza evangélica. Es el camino que Cristo mismo recorrió hasta la Cruz; un itinerario de amor y de servicio que va contra toda lógica humana. ¡Ser el siervo de todos!
Por esta lógica se dejó guiar la Madre Teresa de Calcuta, Fundadora de los Misioneros y las Misioneras de la Caridad, que hoy tengo la alegría de inscribir en el Catálogo de los Beatos. Estoy personalmente agradecido a esta valerosa mujer, a quien siempre he sentido cerca de mí. Imagen del Buen Samaritano, se acercaba a cualquier lugar para servir a Cristo en los más pobres entre los pobres. Ni los conflictos ni las guerras lograban detenerla.
De vez en cuando venía a hablarme de sus experiencias en el servicio de los valores evangélicos. Recuerdo, por ejemplo, cuando dijo al recibir el premio Nobel de la Paz: “Si oís que alguna mujer no quiere tener a su hijo y desea abortar, intentad convencerla para que me traiga a ese niño. Yo lo amaré, viendo en él el signo del amor de Dios” (Oslo, 10 de diciembre de 1979).
2. ¿No es significativo que su beatificación tenga lugar precisamente en el día en que la Iglesia celebra la Jornada Misionera Mundial? Con el testimonio de su vida, la Madre Teresa recuerda a todos que la misión evangelizadora de la Iglesia pasa a través de la caridad, alimentada en la oración y en la escucha de la palabra de Dios. Emblemática de este estilo misionero es la imagen que refleja a la nueva Beata mientras sostiene, con una mano, la de un niño y, con la otra, recorre la corona del Rosario.
Contemplación y acción, evangelización y promoción humana: la Madre Teresa proclama el Evangelio con su vida entregada por entero a los pobres, pero, al mismo tiempo, envuelta en la oración.
3. “Quien quiera ser grande entre vosotros debe ser vuestro servidor” (Mc 10, 43). Con particular emoción recordamos hoy a la Madre Teresa, una gran servidora de los pobres, de la Iglesia y del mundo entero. Su vida es un testimonio de la dignidad y del privilegio del servicio humilde. Eligió ser no sólo la última, sino la sierva de los últimos. Como una verdadera madre de los pobres, se inclinó a los que sufrían diferentes formas de pobreza. Su grandeza reside en su capacidad de dar sin importar el coste, dar “hasta que duela”. Su vida fue una vida radical y una valiente proclamación del Evangelio.
El grito de Jesús en la cruz, “Tengo sed” (Jn 19, 28), expresando la profundidad del deseo de Dios por el hombre, penetró el alma de la Madre Teresa y halló tierra fértil en su corazón. Saciar la sed de amor y de almas de Jesús, en unión con María, la Madre de Jesús: esto se convirtió en el objetivo de la existencia de la Madre Teresa y en la fuerza que la sacó de sí misma y la llevó a recorrer el mundo para trabajar por la salvación y la santificación de los más pobres entre los pobres.
4. “Cuanto hicisteis a uno de esos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis” (Mt 25, 49). Este pasaje del Evangelio, crucial para comprender el servicio de la Madre Teresa a los pobres, era la base de su convicción llena de fe de que al tocar los cuerpos rotos de los pobres estaba tocando el cuerpo de Cristo. Era al propio Jesús, oculto bajo la dolorosa apariencia de los más pobres entre los pobres, a quien se dirigía su servicio. La Madre Teresa pone de relieve el significado más profundo del servicio: un acto de amor hecho al que tiene hambre, sed, al extranjero, al que está desnudo, al enfermo, al prisionero (Cf. Mt 25, 34-36) se hace al propio Jesús.
Reconociéndole a Él, ella se consagró con toda devoción, expresando la delicadeza de su amor esponsal. De esta forma, en total donación de sí misma a Dios y al prójimo, la Madre Teresa halló su gran realización y vivió las más nobles cualidades de su feminidad. Quiso ser un signo “del amor de Dios, de la presencia de Dios, de la compasión de Dios” y así recordó a todos el valor y la dignidad de cada hijo de Dios, “creado para amar y ser amado”. Así hizo la Madre Teresa, “llevando las almas a Dios y Dios a las almas” y saciando la sed de Cristo, especialmente en aquellos más necesitados, aquellos cuya visión de Dios había quedado oscurecida por el sufrimiento y el dolor.
5. “El Hijo del hombre ha venido para dar su propia vida en rescate de muchos” (Mc 10, 45). La Madre Teresa participó en la pasión del Crucificado, de forma especial durante largos años de “oscuridad interior”. Fue aquella una prueba a veces muy dolorosa, acogida como un singular “don y privilegio”.
En las horas más oscuras se aferraba con mayor tenacidad a la oración ante el Santísimo Sacramento. Este duro trabajo espiritual la llevó a identificarse cada vez más con quienes servía a diario, experimentando la tristeza y hasta el rechazo. Amaba repetir que la mayor pobreza es no ser deseado, no tener a nadie que se ocupe de uno.
6. “¡Danos, Señor, tu gracia, y en Ti esperamos!”. Cuántas veces, como el Salmista, también la Madre Teresa en los momentos de desolación interior repitió a su Señor: “¡En Ti, en Ti espero, Dios mío!”.
Nuestra admiración a esta pequeña mujer enamorada de Dios, humilde mensajera del Evangelio e infatigable bienhechora de la humanidad. Honremos en ella a una de las personalidades más relevantes de nuestra época. Acojamos su mensaje y sigamos su ejemplo.
Virgen María, Reina de todos los Santos, ayúdanos a ser a ser mansos y humildes de corazón como esta intrépida mensajera del Amor. Ayúdanos a servir con la alegría y la sonrisa a toda persona que encontremos. Ayúdanos a ser misioneros de Cristo, nuestra paz y nuestra esperanza. ¡Amén!
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