El ataque, que el Papa en el telegrama definió como «un acto de violencia insensata y diabólica», forma parte del contexto dramático de la guerra que desde hace más de un año ensangrienta el país, con más de 6 mil víctimas y con el 80% de la población reducido al hambre. Por este motivo, Francisco pidió «n nombre de Dios a todas las partes involucradas en el conflicto» que «renuncien a la violencia, que renueven el propio compromiso por la gente de Yemen, y en particular por los más necesitados», a quienes las misioneras de la madre Teresa de Calcuta «han tratado de servir». «Profundamente entristecido por lo sucedido», el Papa asegura «su oración por las víctimas y su cercanía espiritual a sus familias», además de enviar también «una particular bendición» a las Misioneras de la Caridad.
Justamente la misericordia experimentada al lado de los últimos en un país paupérrimo y devastado desde hace décadas por tensiones políticas es la clave de la presencia en Yemen de las Misioneras de la Caridad y de los sacerdotes salesianos. Fue precisamente la Madre Teresa, cuando en 1973 aceptó la invitación del entonces gobierno de Yemen del norte de abrir una casa para discapacitados en el país, quien insistió en que las monjas pudieran estar presentes y también los sacerdotes. Un deseo que se cumplió gracias a la provincia salesiana de la India, presente con los propios misioneros en Yemen desde hace 29 años: el padre Uzhunnalil es uno de los cinco sacerdotes que todavía se encuentran en el país, al servicio de una pequeñísima comunidad cristiana, conformada principalmente por trabajadores migrantes que llegan de Asia y África (cinco de los trabajadores asesinados en la masacre eran etíopes).
El sacerdote del que no se tienen más noticias tiene 57 años y nació en Ramamuram, en Kerala; es misionero en Yemen desde 2012. La superiora del convento de Aden (que logró escapar de la masacre ocultándose) dijo que el sacerdote estaba en la capilla rezando cuando llegaron los milicianos.
Una de las cuatro monjas asesinadas una era hindú, sor Anselm, otras dos de Rwanda, sor Reginette y sor Margherite, y la última de Kenya, sor Judith. Su trágica muerte se suma a las de otras tres misioneras de la Caridad (las hindúes sor Zelia y sor Aletta, y la filipina sor Michael) asesinadas en 1988 en Hodeidah, otra ciudad del país. Han sido siete las monjas de madre Teresa que han dado sus vidas en un país que cuenta con pocos centenares de católicos, en una población de alrededor de 20 millones de habitantes. Y este nuevo martirio (que refuerza aún más el vínculo entre las monjas de la Caridad y Yemen) llega precisamente a pocos meses de la canonización de la Madre Teresa de Calcuta, que será en septiembre y representará uno de los momentos más importantes del Año Santo de la Misericordia.
La familia salesiana también está siguiendo, evidentemente, con preocupación la situación en la ciudad de Aden. En una nota publicada por la casa generaliza se confirma que los salesianos en Yemen todavía no tienen ninguna información sobre el paradero del padre Uzhunnanil.
En el comunicado, don Francesco Cereda, vicario del rector mayor de los salesianos, invitó a rezar por el salesiano secuestrado y por las monjas y las demás personas asesinadas. «Como don Bosco y la madre Teresa hicieron del servicio a los últimos la misión de la propia vida y el camino para la propia santidad —escribió don Cereca—, así nuestra permanencia en lugares marcados por la división y la pobreza ofrece el testimonio de la feen el mensaje cristiano de que de cada cruz brota la Resurrección.
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