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INTRODUCCIÓN
La devoción al Sagrado Corazón de Jesús del P. Alcañiz, editada en forma de
pequeño folleto en 1951 (20ª Edición) es un magnífico instrumento para llegar a
la intimidad del amor de Jesucristo, que encontramos en su Sagrado Corazón.
Esta devoción ha sido refrendada en numerosas ocasiones por el Magisterio
de la Iglesia, y por los Papas Pío XII, Benedicto XV, León XIII y Juan Pablo
II, existiendo tres grandes encíclicas referentes al Sagrado Corazón: Anum
Sacrum; Miserentísimus Redemptor y Haurietis Aquas.
La Consagración del P. Alcañiz está inspirada en los escritos de tres
grandes Apóstoles del Sagrado Corazón: Sta. Margarita María Alacoque
-fundamentalmente-, P. Bernardo de Hoyos y Sor María del Divino Corazón. Las
transcripciones directas de sus escritos aparecen en el texto entrecomilladas.
El P. Alcañiz nos pone en contacto directísimo con el Sagrado Corazón
utilizando para ello la primera persona, ya que toda la consagración se basa en
revelaciones del Corazón de Jesús a sus elegidos, y de esta manera nosotros al
leer el escrito también nos convertimos en receptores directos de las
inspiraciones que el Amor de Jesús sugirió a sus predilectos.
Ramón Horn
Consagración personal
Por
P. Florentino Alcañiz S.I.
I LA IMPORTANCIA DE LA CONSAGRACIÓN
TRES CLASES DE ALMAS
Descansa un poquito, alma cristiana, del tráfago de la vida y escucha las
amorosas palabras del Corazón de Jesús, de ese Dios de amor y misericordia que
tanto anhela tu bien.
Dime, hijo mío, ¿eres feliz? ¿Estás contento? ¿Tu corazón tiene paz? ¿Goza
de aquella tranquilidad en lo hondo parecida a la quietud de la arena que
descansa en el fondo de los mares muy profundos?
Tal vez eres de esas almas desgraciadas que lloran por encontrarse caídas a
cada paso en la culpa, pero que a manera de palomas que tuviesen las alas
apelmazadas de cieno, parece que no pueden acabar de levantarse. Tal vez eres
de esas otras que caminan arrastrando por la senda pendiente y estrecha de la
virtud con la fría languidez de esa tisis del espíritu que se llama tibieza.
Tal vez, en fin, seas de aquellas, ni pecadoras ni tibias, pero en cuya mirada
triste se ve retratado el desaliento: almas que, o bien a la manera de águilas,
con los vuelos recortados, se pasan toda la vida en lanzarse a los espacios y
caer mil veces en tierra desalentadas, o bien, al modo de caminantes que
marchasen por un arenal inmenso, se desaniman y hastían de andar y andar tantos
años y tan poco adelantar. ¡Cuánta compasión me causan todas estas pobrecitas
almas! ¡Y son tantas!
UN GRAN REMEDIO
Sin embargo, oye las consoladoras ideas que he comunicado Yo a mis
confidentes íntimos para que fuesen como acueductos de plata o como cables
eléctricos, por medio de los cuales se trasmitiesen al mundo las luces y los
ardores de mi Corazón amante.
"Los tesoros de bendiciones y de gracias que este Sagrado Corazón
encierra son infinitos; yo no sé que haya ningún ejercicio de devoción en la
vida espiritual, que sea más a propósito para levantar un alma en poco tiempo a
la perfección más alta y para hacerla gustar de las verdaderas dulzuras que se
encuentran en el servicio de Jesucristo".
"Yo no sé, mi querida madre (Se dirige a la Madre Superiora), si
comprenderá Vd. lo que es la devoción al Corazón de Ntro. Señor Jesucristo de
que le hablo, la cual produce un gran fruto y cambio en todos aquellos que se
consagran a ella y se entregan con fervor".
"Cuanto a las personas seglares, ellas hallarán por medio de esta
amable devoción todos los socorros necesarios a su estado; esto es: la paz en
sus familias, el alivio en sus trabajos, las bendiciones del cielo en todas sus
empresas, el consuelo en sus miserias; y en este Sagrado Corazón encontrarán su
lugar de refugio durante la vida y principalmente a la hora de la muerte. ¡Oh
qué dulce es morir después de haber tenido una tierna y constante devoción al
Sagrado Corazón de Jesús" "Sobre todo haga Vd. Porque la abracen las
personas religiosas, porque sacarán de ella tantos auxilios, que no será
necesario otro medio para restablecer el fervor primitivo y la más exacta
regularidad en las comunidades menos observantes, y llevar al colmo de la
perfección a las que viven en la más perfecta observancia".
Un viernes, durante la sagrada Comunión, dijo Él a su indigna esclava, si
mal no recuerdo, estas palabras: "Yo te prometo, en el exceso de la
misericordia de mi Corazón, que su amor todopoderoso concederá a cuantos
comulgaren nueve Primeros Viernes de mes seguidos la gracia de la penitencia
final, o sea que no morirán en desgracia mía, ni sin recibir los Sacramentos, y
que mi Corazón se constituirá en seguro asilo de ellos en aquel postrer
momento".
"Nuestro glorioso protector San Miguel acompañado de innumerable
multitud de espíritus angélicos, me certificó de nuevo estar él encargado de la
causa del Corazón de Jesús, como de uno de los mayores negocios de la gloria de
Dios y utilidad de la Iglesia, que en toda la sucesión de los siglos se han
tratado lo que ha que el mundo es mundo... Este misterio escondido a los
siglos, este sacramento manifiesto nuevamente al mundo, este designio formado
en la mente divina a favor de los hombres y descubierto ahora a la Iglesia, es
uno de los que, por decirlo así, se llevan las atenciones de un Dios cuidadoso
de nuestro bien y de la gloria del Salvador".
"Parecióme ver (interiormente) que esta luz, el Corazón de
Jesús, este sol adorable derramaba sus rayos sobre la tierra, primero en un
espacio reducido, y que luego se extendían hasta iluminar el mundo entero. Y me
dijo: con el resplandor de esa luz, los pueblos y las naciones serán iluminados
y con su ardor recaldeados".
Dime ahora, con toda sinceridad, hijo mío, si después de leer estas ideas
¿no comienzas casi casi a persuadirte de que la devoción al Corazón de Jesús es
algo grande en el mundo? Sí, hijo mío; si lo dudas, estudia con detención este
asunto y te convencerás por ti mismo; esta convicción personal desearía Yo en
todos mis fieles, sobre todo en mis sacerdotes y en mis religiosos; no creer
porque se ha oído, sino conocer porque se ha visto, de esta manera se forman
los convencidos, que son los que hacen algo en la tierra. ¡Oh, si lograse que
tú fueses uno de esos convencidos de mi Corazón divino!
DOS CLASES DE DEVOCIÓN
Yacen Mis alhajas más preciosas allá en el fondo del cofre, porque todavía
quedan muchos que no han caído enteramente en la cuenta. Esta devoción divina
es un grueso filón de oro que atraviesa todo el campo de la Iglesia;
generalmente se explotan las capas más exteriores que se hallan a flor de
tierra, y por eso todo el mundo las descubre, y con muy poco trabajo puede
aprovecharse de ellas; ¿quién no conoce, p. ej., la Comunión de los Primeros
Viernes de mes y la Consagración de las familias? ¿Quién no asiste de cuando en
cuando a alguna fiesta en mi honor? ¿Quién no tiene su nombre escrito en la
lista de alguna Congregación y cumple con una u otra de sus prácticas más
fáciles? Todos estos son viajeros que, al pasar por el filón, se detienen un
momento, remueven algo la arena, hallan algunas pepitas de oro y continúan su
camino. Mas son pocos, hijo mío, los que se lanzan a ahondar de lleno en la
mina, los que pudieran llamarse mineros de profesión.
II LA CONSAGRACIÓN
En efecto, la Consagración es la práctica fundamental de la devoción a mi
Corazón divino. Pero ¡cuánta rutina se observa ya en este punto! Cuántas
personas piadosas están haciendo cada día consagraciones que hallan en los
libros píos, y, sin embargo, no son almas consagradas de verdad; más bien que
hacer consagraciones las rezan, son rezadoras de consagraciones. Oye, hijo mío,
en qué consiste la Consagración completa según Yo mismo enseñé a mis amigos más
íntimos, según ellos lo explicaron en sus diversos escritos, y según lo dejaron
confirmado con su ejemplo.
UN PACTO
La Consagración puede reducirse a un pacto: a aquel que Yo pedí a mi primer
apóstol de España, Bernardo de Hoyos, y antes, en términos equivalentes, a mi
sierva Santa Margarita: Cuida tú de mi honra y de mis cosas; que mi Corazón
cuidará de ti y de las tuyas. También contigo desearía hacer este pacto. Yo,
que como señor absoluto podría acercarme exigiendo sin ningunas condiciones,
quiero pactar con mis criaturas. Y tú ¿no quieres pactar conmigo? No tengas
miedo que hayas de salir perdiendo. Yo en los tratos con mis criaturas, soy tan
condescendiente y benigno, que cualquiera pensaría que me engañan. Además, es
un convenio que no te obligará de suyo ni bajo pecado mortal, ni bajo pecado
venial; Yo no quiero compromisos que te ahoguen; quiero amor, generosidad, paz:
no zozobras ni apreturas de conciencia.
Ya ves que el pacto tiene dos partes: una que me obliga a Mí, y otra que te
obliga a ti. A Mí, cuidar de ti y de tus intereses; a ti, cuidar de Mí y de los
míos, ¿Verdad que es un convenio muy dulce?
PRIMERA PARTE DE LA CONSAGRACIÓN
Principiaremos por la parte mía: Yo cuidaré de ti y de tus cosas. Para eso
es necesario que todas, es a saber: alma, cuerpo, vida, salud, familia,
asuntos, en una palabra: todo, lo remitas plenamente a la disposición de mi
suave providencia y que me dejes hacer. Yo quiero arreglarlas a mi gusto y
tener las manos libres. Por eso deseo que me des todas las llaves; que me
concedas licencia para entrar y salir cuando Yo quiera; que no andes
vigilándome para ver y examinar lo que hago; que no me pidas cuenta de ningún
paso que dé, aunque no veas la razón y aun parezca a primera vista que va a
ceder en tu daño; pues, aunque tengas muchas veces que ir a ciegas, te
consolará el saber que te hallas en buenas manos. Y cuando ofreces tus cosas,
no ha de ser con el fin precisamente de que Yo te las arregle a tu gusto,
porque eso ya es ponerme condiciones y proceder con miras interesadas sino para
que las arregle según me parezca a Mí; para que proceda en todo como dueño y
como rey, con entera libertad aunque prevea alguna vez que mi determinación te
haya de ser dolorosa. Tú no ves sino el presente, Yo veo lo porvenir; tú miras
con microscopio, Yo miro con telescopio de inconmensurable alcance; y
soluciones, que de momento parecerían felicísimas, son a veces desastrosas para
lo que ha de llegar; fuera de que en ocasiones, para probar tu fe y confianza
en Mí y hacerte merecer gloria, permitiré de momento, con intención deliberada,
el trastorno de tus planes.
Mas con esto no quiero que te abandones a una especie de fatalismo
quietista y descuides tus asuntos interiores. Debes seguir como ley aquel
consejo que os dejé en el Evangelio: "Cuando hubiereis hecho cuanto se
os había mandado, decid: siervos inútiles somos". Debes en cualquier
asunto tomar todas las diligencias que puedas, como si el éxito dependiera de
ti sólo, y después decirme con humilde confianza: "Corazón de Jesús, hice,
según mi flaqueza, cuanto buenamente pude; lo demás ya es cosa tuya, el
resultado lo dejo a tu providencia". Y después de dicho esto procura
desechar toda inquietud y quedarte con el reposo de un lago en una tranquila
tarde de otoño.
LO QUE SE DEBE OFRECER
Como dije, debes ofrecerme todo sin excluir absolutamente nada, pues sólo
me excluyen algo las personas que se fían poco de Mí.
EL ALMA - Ponla en mis manos: tu salvación eterna,
grado de gloria en el cielo, progreso en virtud, defectos, pasiones, miserias,
todo. Hay algunas personas que siempre andan henchidas de temores, angustias,
desalientos por las cosas del espíritu. Si esto es, hijo mío, porque pecas
gravemente, está muy justificado. Es un estado tristísimo el del pecado mortal,
que a todo trance debes abandonar en seguida, ya que te hace enemigo formal
mío. Esfuérzate, acude a Mí con instancia, que Yo te ayudaré mucho, y sobre
todo confiésate con frecuencia, cada semana, si puedes, que este es un
excelente remedio. Caídas graves no es obstáculo para consagrarte a Mí, con tal
que haya sincero deseo de enmienda, la Consagración será un magnífico medio
para salir de este estado.
Hay otra clase de personas que no pecan mortalmente, y sin embargo, siempre
están interiormente de luto, porque creen que no progresan en la vida
espiritual. Esto no me satisface. Debes también aquí hacer cuanto buenamente
puedas según la flaqueza humana, y lo demás abandonarlo a Mí. El Cielo es un
jardín completísimo, y así debe contener toda variedad de plantas; no todo ha
de ser cipreses, azucenas y claveles; también ha de haber tomillos; ofrécete a
ocupar ese lugar. Todas esas amarguras en personas que no pecan gravemente
nacen de que buscan más su gloria que la mía. La virtud, la perfección tiene
dos aspectos: el de ser bien tuyo, y el de ser bien mío; tu debes procurarla
con empeño, mas con paz, por ser bien mío, pues lo tuyo, en cuanto tuyo, ya
quedamos en que debes remitirlo a mi cuidado. Además, debes tener en cuenta que
si te entregas a Mí, la obra de tu perfección más bien que tú la haré Yo.
EL CUERPO - También Yo quiero encargarme de tu salud y
tu vida, y por eso tienes que ponerlas en mis manos. Yo sé lo que te conviene,
tú no lo sabes. Toma los medios que buenamente se puedan para conservar o
recuperar la salud, y lo demás remítelo a mi cuidado, desechando aprensiones,
imaginaciones, miedos, persuadido de que no de medicinas ni médicos, sino principalmente
de Mí vendrá la enfermedad y el remedio.
FAMILIA - Padres, cónyuges, hijos, hermanos,
parientes. Hay personas que no hallan dificultad en ofrecérseme a sí, pero a
veces se resisten a poner resueltamente en mis manos algún miembro especial de
su familia a quien mucho aman. No parece sino que voy a matar incontinenti todo
cuanto a mi bondad se confíe. ¡Qué concepto tan pobre tienen de Mí! A veces
dicen que en sí no tienen dificultad en sufrir, pero no quisieran ver sufrir a
esa persona; creen que consagrarse a Mí y comenzar a sufrir todos cuantos les
rodean, son cosas inseparables. ¿De dónde habrán sacado esa idea? Lo que sí
hace la Consagración sincera, es suavizar mucho las cruces que todos tenéis que
llevar en este mundo.
BIENES DE FORTUNA - Fincas, negocios, carrera, oficio, empleo,
casa, etc. Yo no exijo que las almas que me aman abandonen estas cosas, a no
ser que las llame al estado religioso. Todo lo contrario; deben de cuidar de
ellas ya que constituyen una parte de las obligaciones de su estado. Lo que
pido es que las pongan en mis manos, que hagan lo que buenamente puedan, a fin
de que tengan feliz éxito; pero el resultado me lo reserven a Mí sin angustias
ni zozobras, ni medio desesperaciones.
BIENES ESPIRITUALES - Ya sabes que todas las
acciones virtuosas que ejecutes en estado de gracia, y los sufragios que
después de tu muerte se ofrezcan por tu descanso, tienen una parte a la cual
puedes renunciar en favor de otras personas ya vivas o ya difuntas. Pues bien,
hijo mío, desearía que de esa parte me hicieras donación plena, a fin de que Yo
la distribuya entre las personas que me pareciere bien. Yo sé, mejor que tú, en
quienes precisa establecer mi reinado, a quienes hace más falta, en donde
surtirá mejor efecto, y así podré repartirla con más provecho que tú. Pero esta
donación no es óbice para que ciertos sufragios que o la obediencia o la
caridad o la piedad piden en algunas ocasiones puedas ofrecerlos tú.
Todo, pues, has de entregármelo con entera confianza, para que Yo lo
administre como me parezca y, aunque no debes hacerlo con miras interesadas ya
verás cómo, a pesar de que en ocasiones sueltas pondré a prueba tu confianza
haciendo que salgan mal, sin embargo, en conjunto, tus asuntos han de caminar
mejor; tanto mejor, cuanto tú le tomes mayor interés por los míos. Cuanto más
pienses tú en Mí, más pensaré Yo en ti; cuanto más te preocupes de mi gloria,
más me preocuparé de la tuya; cuanto más trabajes por mis asuntos, más
trabajaré por los tuyos. Tienes que procurar, hijo mío, ser más desinteresado.
Hay algunas personas que sólo piensan en sí; su mundo espiritual es un sistema
planetario, en el cual ellos ocupan el centro, y todo lo demás, incluso mis
intereses, al menos prácticamente son especies de planetas que giran en derredor;
este egocentrismo interior es mal sistema astronómico.
SEGUNDA PARTE DE LA CONSAGRACIÓN
Hijo mío, hemos llegado con esto a la segunda parte de la Consagración:
cuida tú de mi honra y de mis cosas. Ésta es la parte para ti más importante,
porque en rigor es la propiamente tuya. La anterior era la mía: si en ella te
pedía aquella entrega de todo era con el fin de tener las manos libres para
cumplir la parte del convenio que me toca; mas la tuya, en la que debes poner
toda la decisión de tu alma, la que ha de formar el termómetro que marque los
grados de tu amor para conmigo, es la presente: el cuidar de mis santos
intereses.
¿Sabes cuales son mis intereses? Yo, hijo mío, no tengo otros que las
almas: éstas son mis intereses y mis joyas y mi amor; quiero, como decía a mi
sierva Margarita, establecer el imperio de mi amor en todos los corazones. No
ha llegado todavía mi reinado; hay cierta extensión externa en las naciones
católicas, pero este reinado hondo, por el cual el amor para conmigo sea quien
no de nombre, sino de hecho mande, gobierne e impere establemente en el alma,
ese reinado ¡qué poco extendido está aún en los pueblos cristianos! Y no es que
el terreno falte; son numerosas las almas preparadas para ello, y cada día
serán más, lo que falta son apóstoles; dame un corazón tocado con este divino
imán, y verás qué prontamente quedan imantados otros.
MANERAS DE APOSTOLADO
¡Qué fácil es ser mi apóstol! No hay edad, ni sexo, ni estado, ni condición
que puedan decirse ineptos. ¡Son tantos los modos de trabajar! Míralos:
1º La oración: O sea pedir al cielo mi reino
continuamente: pedirlo a mi Padre, pedírmelo a Mí, a mi Madre, a mis Santos.
Pedirlo en la Iglesia, en casa, en la calle, en medio de tus ocupaciones
diarias. "¡Que reines!, Corazón Divino"; esta ha de ser la
exclamación que en todo el día no se caiga de tus labios; repítela diez,
veinte, cincuenta, cien, doscientas veces por día, hasta que se haga habitual;
busca mañas e industrias para acordarte.
¿Quién no puede ser apóstol? ¡Y qué buen apostolado éste de oración por
instantánea! Dame una muchedumbre de almas lanzando de continuo estas saetas, y
dime si no harán mella en el Cielo; son moléculas de vapor que se elevan,
forman nubes y se deshacen después en lluvia fecundante sobre el mundo.
2º El sacrificio: Primero pasivo o de aceptación. ¡Cuántas molestias, disgustos, malos ratos, tristezas,
sinsabores, pequeños o grandes, suelen sobreveniros a todos, como
sobreviniéronme a Mí, a mi Madre y a mis Santos! Pues bien, todo eso, llevado
en silencio, con paciencia y aún con alegría, si puedes; todo eso, ofrecido
porque reine, ¡qué apostolado tan rico! Hijo mío, la cruz es lo que más vale,
porque es lo que más cuesta. ¡Cuántas cruces se estropean tristemente entre los
hombres! ¡Y son joyas tan preciosas! En segundo lugar, el sacrificio activo o de mortificación; procura habituarte al
vencimiento frecuente en cosas pequeñas, práctica tan excelente en la vida
espiritual. Vas por la calle y te asalta el deseo de mirar tal objeto, no lo
mires; tendrías gusto en probar tal golosina, no la pruebes; te han inculpado
una cosa que no has hecho, y no se sigue gran perjuicio de callarte, cállate, y
así en casos parecidos, y todo porque Yo reine. Y si tu generosidad lo pide,
puedes pasar a penitencias mayores. Ya ves ¡qué campo de apostolado se presenta
ante tus ojos, y éste sí que es eficaz!
3º Ocupaciones diarias: Algunas personas dicen que no pueden trabajar por el reinado del Corazón de
Jesús por estar muy ocupadas, como si los deberes de su estado, las
obligaciones de su oficio y sus quehaceres diarios, hechos con cuidado y con
esmero no pudieran convertirse en trabajos apostólicos. Sí, hijo mío, todo
depende de la intención con que se hagan. Una misma madera puede ser trozo de
leña que se arroje en una hornilla, o devotísima imagen que se ponga en un altar.
Mientras te ocupas en eso procura muchas veces levantar a Mí tus ojos y como
saborearte en hacerlo todo bien, para que todas tus obras sean monedas
preciosísimas que caigan en el cepillo que guardo para la obra de mi reinado en
el mundo. Debes también esforzarte, aunque con paz, por ser cada día más santo;
porque cuanto más lo seas, tendrá mayor eficacia lo que hicieres por mi gloria.
4º La propaganda: A veces pudieras prestar tu favor a alguna
empresa de mi Corazón divino; recomendar tal o cual práctica a las personas que
están a tu alrededor, ganarlas si puede ser, a fin de que se entreguen a Mí
como te entregaste tú. Y si tienes dificultad en hablar, una hoja o un folleto
no la tienen; dalo o recomiéndolo; colócalo otras veces en un sobre y envíalo de
misión a cualquier punto del globo. ¡Cuántas almas me han ganado donde menos se
pensaba estos misioneros errabundos!
¡Ya ves si existen maneras de trabajar por mi reino! Si no luchas, no será
por falta de armas, no hay momento en todo el día en que no puedas manejar
alguna de ellas. Debes imitar al girasol o al heliotropo, que miran sin cesar
al astro rey. Es muy fácil ser mi apóstol. Y ¡qué cosa tan hermosa una vida de
continuo iluminada por este ideal esplendoroso! ¡Todas las obras del día
selladas con sello de apostolado, y del apostolado magnífico del amor! ¡Todas
las obras del día convertidas en oro de caridad! A la hora de la muerte, qué
dulce será, hijo mío, echar una mirada hacia atrás y ver cinco, diez, veinte o
más años de trescientos sesenta y cinco días cada uno, pasados todos los días
así.
LA REPARACIÓN
¿Quieres amarme de veras? Dos cosas hace el amor: procurar a quien se ama
todo el bien de que carezca, y librarle del mal que sobre él pesare. Con el
apostolado me procuras el bien, me das las almas; con la reparación me libras
del mal, lavas mi divino honor de las manchas que le infieren los pecados. Sí,
hijo mío, puede una injuria borrarse, dando una satisfacción. Y ¡cuántas
podrías tú darle no sólo por tus pecados, sino por los infinitos que cada día
se cometen! Yo no quiero agobiarte con mil prácticas; las mismas oraciones,
sacrificios, acciones de cada día y propaganda entusiasta que sirven de
apostolado, sirven de reparación si con esa intención se hacen, ¡Que reines,
perdónanos nuestras deudas! Porque reines, y por lo que te ofendemos, han de
ser jaculatorias que siempre estén en tus labios. Dos oficios principales tuve
en mi vida terrestre: el de apóstol, que funda el reino de Dios, y el de
sacerdote y víctima que expía los pecados de los hombres. Quiero que los mismos
tengas tú. Con la devoción a mi Corazón divino pretendo hacer de cada hombre
una copia exacta mía, un pequeño redentor. ¡Qué sublime y qué honroso para ti!
CONCLUSIÓN
Ánimo, pues, ¡lánzate! Si mil personas lo han hecho y eran de carne y hueso
cual tú; escoge un día de fiesta, el primero que ahora llegue; te vas
preparando mientras tanto con lectura reposada de todas estas ideas; llegado el
día escogido, confiesas y comulgas con fervor, y cuando dentro de tu pecho me
tuvieres, es la mejor ocasión de hacer tu consagración. Para facilitarte el
trabajo, y porque es muy necesario que la consagración sea completa, ya que ha
de constituir todo un programa de vida, tienes abajo un esbozo con todas las
ideas necesarias. Pero repito, hijo mío, que no te asustes; no te obliga nada
de eso a pecado ni venial, quiero anchura de corazón, generosidad y amor; sólo
pido que te resuelvas a hacer por cumplirla lo que puedas buenamente. ¡Quién no
pude hacer lo que buenamente pueda!
Después no te olvides de volverla a renovar cada día en la Iglesia o en tu
casa, porque el hacerla a diario es punto muy importante, si no la renuevas
cada día pronto la abandonarás; si la renuevas, acabarás por cumplirla. Así lo
hagas, hijo mío. Si con decisión abrazas este santo derrotero, ¡Qué brisa
primaveral, qué corriente de sangre joven y vigorizante advertirás en tu alma!
Y ahora, hijo mío, dos consejos para terminar: Uno es que procures no
olvidarme en el sagrario. Me agrada el culto a mi imagen, pero más vale mi
persona que mi imagen. La Eucaristía es mi Sacramento porque es el del amor. Yo
quisiera que me recibieses con alguna más frecuencia, y quisiera también verte
alguna vez entre día; ¡no sabes lo que agradezco estas visitas de amigo!;
¡estoy frecuentemente tan solo! El otro consejo es que procures, si es posible,
sacar un ratito al día para leer y meditar cosas de mi corazón; de este modo
poco a poco irás abriendo la ostra en que se guarda la perla de esta devoción
divina.
LA DIVINA PROPORCION
Amar lo que vemos y sentimos, es relativamente sencillo. Amar lo que no vemos y no entendemos del todo, es muy complicado. No digo que Dios no pueda sentirse y verse, sino que no es posible amarlo cuando tenemos el corazón lleno de suciedad. Vivir en la oscuridad no es agradable para nadie. Todos sentiríamos una necesidad imperiosa de luz. De la misma forma, vivir sin ver a Dios nos lleva a necesitar su presencia.
De la necesidad que anida en nosotros, podemos obtener algunas respuestas, de igual forma que de la falta de luz podemos obtener respuestas sobre lo que hace necesaria la luz. San Agustín toma la necesidad de Dios para describir qué es amar a Dios.
¿Qué es lo que amo, cuando amo a Dios? No una belleza corpórea, ni una armonía temporal, ni el brillo de la luz, tan apreciada por estos ojos míos; ni las dulces melodías y variaciones tonales del canto ni la fragancia de las flores, de los ungüentos y de los aromas, ni el maná ni la miel, ni los miembros atrayentes a los abrazos de la carne. Nada de esto amo cuando amo a mi Dios. Y, sin embargo, amo una especie de luz y una especie de voz, y una especie de olor, y una especie de comida, y una especie de abrazo cuando amo a mi Dios, que es luz, voz, fragancia, comida y abrazo de mi hombre interior. Aquí resplandece ante mi alma una luz que no está circunscrita por el espacio; resuena lo que no arrastra consigo el tiempo; exhala sus perfumes lo que no se lleva el viento; se saborea lo que la voracidad no desgasta; queda profundamente inserto lo que la saciedad no puede extirpar. Esto es lo que amo cuando amo a mi Dios. (San Agustín. Las confesiones, X, 6, 8)
Amar a Dios es amar aquello que anhelamos, esa especie de luz, fragancia, alimento y abrazo que va más allá de las limitadas apariencias físicas. Es una luz que no está limitada por el espacio y que no se desgasta ni termina. Amar a Dios es amar lo que nos completa como seres humanos y no encontramos en lo que nos rodea.
¿Cómo amar a Dios sobre todas las cosas? Empezando por entender que Dios está por encima de todo lo que nos rodea y que contentarnos con cualquier sucedáneo, es perder la el camino que nos conduce hasta Él. La tentación de encerrarnos en nosotros mismos y olvidarnos de aquello que nos trasciende, es muchas veces tremendamente fuerte. Basta con escuchar un anuncio para darnos cuenta cómo el marketing nos ofrece continuamente sustitutos falsos que buscan acallar el ansia de ser que llevamos dentro de nosotros.
Dentro de la Iglesia, a veces nos contentamos con las apariencias y los sustitutos asequibles. Oramos a Dios para que nos dé lo que deseamos o necesitamos y con esto olvidamos orar a Dios para que nos transforme y no tengamos necesidad más que de Él. Es complicado llevar hasta el final la negación de sí mismos. Nos duele en carne propia “perder” la vida por Señor, para llegar a salvarla.
¿Quién puede salvar su vida sin dejarla totalmente en manos del Señor? ¿Quien puede recibir la misericordia de Dios, sino se arrepiente con sinceridad y profundidad? ¿Queremos que el Señor nos abrace llenos de perdón? Tendremos que andar el camino del arrepentimiento para volver a casa. Amar a Dios sobre todas las cosas, disponerse a andar el camino de la santidad.
Pero nuestro ofrecimiento y confianza son contantes en el tiempo. Cuando nos parece que no tenemos nada que perder, no tememos entregar todo. Cuando nos parece que cuando creemos tener algo de valor, ya no estamos tan dispuestos. En todo lo que es sólido, eterno, imperturbable “queda profundamente inserto lo que la saciedad no puede extirpar. Esto es lo que amo cuando amo a mi Dios”
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Este es el blog de Miguel Martínez Galindo, Laico Misionero de la Caridad de la Beata Teresa de Calcuta,Grupo de Málaga, que quiere aprovechar el momento presente para Crecer en Humildad, que no es otra cosa que la Auténtica Verdad Recemos, sirviendo a los demás, para llegar a esa Verdad:Dios Nuestro Padre y Señor..
SAN AGUSTIN
¿Cómo aprender Humildad? ¡Sólo con humillaciones!
(Beata Teresa de Calcuta)
Dios no pretende de mí que tenga éxito. Sólo me exige que le sea fiel.
(Beata Teresa de Calcuta)
GOTA
... lo que hacemos es tan solo una gota en el mar, pero el mar sería menos si le faltara esa gota.
(Beata Teresa de Calcuta)
Contento, Señor, Contento (San Alberto Hurtado)
...y ESO ES LA SANTIDAD, DEJAR QUE EL SEÑOR ESCRIBA NUESTRA HISTORIA... (Papa Francisco)
«No ser, no querer ser; pisotear el yo, enterrarlo si posible fuera...».
(Santa Ángela de la Cruz)
Reconoce cristiano, tu dignidad, que el Hijo de Dios se vino del Cielo, por salvar tu alma. (San León Magno)
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viernes, 12 de junio de 2015
SOLEMNIDAD DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS. CONSAGRACIÓN
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