Exhortaciones a los presbíteros y a los fieles
1P 4,12-5,14
Queridos hermanos, no os extrañéis de ese fuego abrasador que os pone a prueba, como si os sucediera algo extraordinario. Estad alegres cuando compartís los
padecimientos de Cristo, para que, cuando se manifieste su gloria, reboséis de gozo.
Si os ultrajan por el nombre de Cristo, dichosos vosotros, porque el Espíritu
de la gloria, el Espíritu de Dios, reposa sobre vosotros.
Que ninguno de vosotros tenga que sufrir por homicida, ladrón, malhechor o
entrometido. Pero, si sufre por ser cristiano, que no se avergüence,
que dé gloria a Dios por este nombre.
Ha llegado el momento de que el juicio empiece por la casa de Dios;
y, si nosotros somos los primeros, ¿cuál será el final de los que no han
obedecido al Evangelio de Dios? Si el justo, a duras penas, se salva,
¿qué sucederá con el impío y pecador? En consecuencia, los que padecen
por designio de Dios practiquen el bien y pónganse en manos del Creador,
que es fiel.
A los presbíteros en esa comunidad, yo, presbítero como ellos, testigo de los
sufrimientos de Cristo y partícipe de la gloria que va a manifestarse, os exhorto:
Sed pastores del rebaño de Dios que tenéis a vuestro cargo, gobernándolo
no a la fuerza, sino de buena gana, como Dios quiere; no por sórdida ganancia,
sino con generosidad; no como déspotas sobre la heredad de Dios,
sino convirtiéndoos en modelos del rebaño.
Y, cuando aparezca el supremo Pastor,
recibiréis la corona de gloria que no se marchita.
Igualmente, los jóvenes: someteos a las personas de edad.
Tened sentimientos de humildad unos con otros, porque Dios resiste a
los soberbios, pero da su gracia a los humildes.
Inclinaos, pues, bajo la mano poderosa de Dios, para que, a su tiempo,
os ensalce.
Descargad en él todo vuestro agobio, que él se interesa por vosotros.
Sed sobrios, estad alerta, que vuestro enemigo, el diablo,
como león rugiente, ronda buscando a quién devorar.
Resistidle firmes en la fe, sabiendo que vuestros hermanos en
el mundo entero pasan por los mismos sufrimientos.
Tras un breve padecer, el mismo Dios de toda gracia,
que os ha llamado en Cristo a su eterna gloria, os restablecerá, os afianzará,
os robustecerá. Suyo es el poder por los siglos. Amén.
Os he escrito esta breve carta por mano de Silvano, al que tengo por
hermano fiel, para exhortaros y atestiguaros que ésta es la verdadera
gracia de Dios. Manteneos en ella. Os saluda la comunidad de Babilonia,
y también Marcos, mi hijo. Saludaos entre vosotros con el beso del amor
fraterno.
Paz a todos vosotros, los cristianos.
R/. Estad alegres cuando compartís los padecimientos de Cristo, para que, cuando se manifieste su gloria, reboséis de gozo. Aleluya.
V/. Dichosos vosotros, cuando os odien los hombres por causa del Hijo del hombre.
R/. Para que, cuando se manifieste su gloria, reboséis de gozo. Aleluya.
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