SAN AGUSTIN

¿Cómo aprender Humildad? ¡Sólo con humillaciones!
(Beata Teresa de Calcuta)

...Llenaos primero vosotros mismos; sólo así podréis dar a los demás. (San Agustín)

Dios no pretende de mí que tenga éxito. Sólo me exige que le sea fiel.
(Beata Teresa de Calcuta)

GOTA

... lo que hacemos es tan solo una gota en el mar, pero el mar sería menos si le faltara esa gota.
(Beata Teresa de Calcuta)

Contento, Señor, Contento (San Alberto Hurtado)

...y ESO ES LA SANTIDAD, DEJAR QUE EL SEÑOR ESCRIBA NUESTRA HISTORIA... (Papa Francisco)

«No ser, no querer ser; pisotear el yo, enterrarlo si posible fuera...».
(Santa Ángela de la Cruz)

Reconoce cristiano, tu dignidad, que el Hijo de Dios se vino del Cielo, por salvar tu alma. (San León Magno)

domingo, 22 de junio de 2014

CORPUS CHRISTI



De rodillas, Señor, ante el sagrario,
que guarda cuanto queda de amor y de unidad,
venimos con las flores de un deseo,
para que nos las cambies en frutos de verdad.
Cristo en todas las almas, y en el mundo la paz.
Cristo en todas las almas, y en el mundo la paz.


Como ciervos sedientos que van hacia la fuente,
vamos hacia tu encuentro, sabiendo que vendrás;
porque el que la busca es porque ya en la frente
lleva un beso de paz, lleva un beso de paz.



Como estás, mi Señor, en la custodia
igual que la palmera que alegra el arenal,
queremos que en el centro de la vida
reine sobre las cosas tu ardiente caridad.
Cristo en todas las almas, y en el mundo la paz.
Cristo en todas las almas, y en el mundo la paz. 
Amén.




¡Oh banquete precioso y admirable!
Santo Tomás de Aquino
Opúsculo 57, en la fiesta del Cuerpo de Cristo 1-4
El Hijo único de Dios, queriendo hacernos partícipe de su divinidad, tomó nuestra
 naturaleza, a fin de que hecho hombre, divinizase a los hombres.
Además, entregó por nuestra salvación todo cuan tomó de nosotros.
 Porque, por nuestra reconciliación ofreció, sobre el altar de la cruz, su cuerpo 
como víctima a Dios, su Padre, y derramó su sangre como precio de nuestra libertad 
y como baño sagrado que nos lava, para que fuésemos liberados de una miserable 
esclavitud y purificados de todos nuestros pecados.
Pero, a fin de que guardásemos por siempre jamás en nosotros la memoria de tan
gran beneficio, dejó a los fieles, bajo la apariencia de pan y de vino, su cuerpo, 
para que fuese nuestro alimento, y su sangre, para que fuese nuestra bebida.
¡Oh banquete precioso y admirable, banquete saludable y lleno de toda suavidad!
¿Qué puede haber, en efecto, más precioso que este banquete en el cual no se nos 
ofrece, para comer, la carne de becerros o de machos cabríos, como se hacía
antiguamente, bajo la ley sino al mismo Cristo, verdadero Dios?
No hay ningún sacramento más saludable que éste, pues por él se borran los pecados,
se aumentan las virtudes y se nutre el alma con la abundancia de todos los dones 
espirituales.
Se ofrece, en la Iglesia, por los vivos y por los difuntos para que a todos aproveche, 
ya que ha sido establecido para la salvación de todos.
Finalmente, nadie es capaz de expresar la suavidad de este sacramento,
en el cual gustamos la suavidad espiritual en su misma fuente y celebramos la memoria
del inmenso y sublime amor que Cristo mostró en su pasión.
Por eso, para que la inmensidad de este amor se imprimiese más profundamente
en el corazón de los fieles, en la última cena, cuando, después de celebrar la Pascua
con sus discípulos, iba a pasar de este mundo al Padre, Cristo instituyó este 
sacramento como el memorial perenne de su pasión, como el cumplimiento de las 
antiguas figuras y la más maravillosa de sus obras; y lo dejó a los suyos como 
singular consuelo en las tristezas de su ausencia.
R/. Reconoced en el pan lo que estuvo colgado en la cruz; en el cáliz, lo que manó del costado. Tomad, pues, y comed el cuerpo de Cristo; tomad y bebed la sangre de Cristo. Ya estáis hechos, vosotros, miembros de Cristo.
V/. Para que no viváis separados, comed al que es vínculo de vuestra unión; para que no os estiméis en poco, bebed vuestro precio.
R/. Ya estáis hechos, vosotros, miembros de Cristo.

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