SAN RAFAEL ARNÁIZ |
Ave María.
Después de una larga temporada (casi un año) pasada en casa de mis padres, reponiéndome de un achaque de mi enfermedad, vuelvo de nuevo a la Trapa para seguir cumpliendo mi vocación, que es solamente amar a Dios, en el sacrificio y en la renuncia, sin otra regla que la obediencia ciega a su divina voluntad.
Creo hoy cumplirla, obedeciendo sin votos y en calidad de oblato, a los superiores de la abadía cisterciense de San Isidro de Dueñas.
Dios no me pide más que amor humilde y espíritu de sacrificio.
Ayer, al dejar mi casa y mis padres y hermanos, fue uno de los días de mi vida que más sufrí.
Es la tercera vez que por seguir a Jesús abandono todo, y yo creo que esta vez fue un milagro de Dios, pues por mis propias fuerzas es seguro que no hubiera podido venir a la enfermería de la Trapa, a pasar penalidades, hambre en el cuerpo, debido a mi enfermedad y soledad en el corazón, pues encuentro a los hombres muy lejos. Sólo Dios..., sólo Dios..., sólo Dios. Ése es mi tema..., ése es mi único pensamiento.
Sufro mucho..., María, Madre mía, ayúdame.
He venido por varios motivos:
- 1º Por creer cumplir en el monasterio, mejor mi vocación de amar a Dios en la Cruz y en el sacrificio.
- 2º Por estar España en guerra, y ayudar a combatir a mis hermanos.
- 3º Para aprovechar el tiempo que Dios me da de vida, y darme prisa a aprender a amar su Cruz.
A lo que solamente aspiro en el monasterio es:
- 1º A unificarme absolutamente y enteramente con la voluntad de Jesús.
- 2º A no vivir más que para amar y padecer.
- 3º A ser el último, menos para obedecer.
Que la Santísima Virgen María, tome en sus divinas manos mis resoluciones y las ponga a los pies de Jesús, es lo único que hoy desea este pobre oblato.
21 de diciembre de 1937 - martes
De una cosa me tengo que convencer: Todo lo que hago es por Dios. Las alegrías El me las manda; las lágrimas, Él me las pone; el alimento por Él lo tomo, y cuando duermo por Él lo hago.
Mi regla es su voluntad, y su deseo es mi ley; vivo porque a Él le place, moriré cuando quiera. Nada deseo fuera de Dios.
Que mi vida sea un "fiat" constante.
26 de diciembre de 1937 - domingo
En la vida de comunidad, mientras no aprenda a dominar todo mi «sistema nervioso", no sabré jamás lo que es aprender a mortificarme.
Pobre hermano Rafael... luchar hasta morir; he ahí su destino. Ansias de cielo por un lado, y corazón humano por otro. Total... sufrimiento y cruz.
Pobre hermano Rafael, de corazón demasiado sensible a las cosas de las criaturas... Sufres al no ver amor y caridad entre los hombres... Sufres al no ver más que egoísmo. ¿Qué esperas de lo que es miseria y barro? Pon tu ilusión en Dios y deja a la criatura..., en ella no hallarás lo que buscas.
Pero, ¿y si Dios se oculta?... Qué frío hace entonces en la Trapa. La Trapa sin Dios..., no es más que una reunión de hombres.
Son los días de Navidad y en ellos no tengo más que una enorme soledad... Una pena muy honda... Nadie en quien reposar, enfermo y débil... Ah, Señor, y muy poca fe! Dios mío, Dios mío, eres muy bueno... Tu misericordia perdonará mis olvidos..., pero es tanto, Señor, lo que sufro, que mi flaqueza sola no lo podrá resistir.
Nada veo más que mi miseria y mi alma mundana con poca fe y sin amor.
Llegaré, Señor, hasta donde Tú quieras, pero dame fuerzas, y el socorro a su debido tiempo..., mira, Señor, lo que soy.
El día de Nochebuena le entregué al Señor Jesús Niño, lo último que quedaba de mi voluntad. Le entregué hasta mis más pequeños deseos... ¿Qué me queda?... Nada. Ni aun deseos de morir. Ya no soy más que una cosa en posesión de Dios. Mas Señor, ¡qué pobre cosa posees!
Pobre hermano Rafael..., viniste a la Trapa a sufrir..., ¿de qué te quejas?... No me quejo, Señor, pero sufro sin virtud.
Unas lagrimillas en mi soledad el día de Nochebuena... Tú, Señor, que todo lo sabes y todo lo ves..., también todo lo perdonas.
Llena, Señor, mi corazón… Llénalo de eso que no me pueden dar los hombres.
Mi alma sueña con amores, con cariños puros y sinceros. Soy un hombre hecho para amar, pero no a las criaturas, sino a Ti, mi Dios, y a ellas en Ti... Sólo a Ti quiero amar, sólo Tú no defraudas. Sólo en Ti se verá la ilusión cumplida.
Dejé mi hogar... Destrocé pedazo a pedazo mi corazón... Vacié mi alma de deseos del mundo... Me abracé a tu Cruz: ¿Qué esperas, Señor? Si lo que deseas es mi soledad, mis sufrimientos y mi desolación..., tómalo todo, Señor, nada te pido.
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