ADORACIÓN DE LOS REYES MAGOS DE ORIENTE |
Confiada mira la luz dorada
que a ti hoy llega, Jerusalén:
de tu Mesías ve la alborada
sobre Belén.
El mundo todo ve hoy gozoso
la luz divina sobre Israel;
la estrella muestra al prodigioso
rey Emmanuel.
Ya los tres magos, desde el Oriente,
la estrella viendo, van de ella en pos;
dan sus primicias de amor ferviente
al niño Dios.
Ofrenda de oro que es Rey declara,
incienso ofrece a Dios su olor,
predice mirra muerte preclara,
pasión, dolor.
La voz del Padre, Cristo, te llama
su predilecto, sobre el Jordán.
Dios en los hombres hoy te proclama
valiente Juan.
Virtud divina resplandecía
del que del agua vino sacó,
cuando el anuncio de Eucaristía
Caná bebió.
A darte gloria, Señor, invita
la luz que al hombre viniste a dar,
luz que nos trae gloria infinita
de amor sin par. Amén.
**********************************
Dios
ha manifestado su salvación en todo el mundo
San León Magno
que a ti hoy llega, Jerusalén:
de tu Mesías ve la alborada
sobre Belén.
El mundo todo ve hoy gozoso
la luz divina sobre Israel;
la estrella muestra al prodigioso
rey Emmanuel.
Ya los tres magos, desde el Oriente,
la estrella viendo, van de ella en pos;
dan sus primicias de amor ferviente
al niño Dios.
Ofrenda de oro que es Rey declara,
incienso ofrece a Dios su olor,
predice mirra muerte preclara,
pasión, dolor.
La voz del Padre, Cristo, te llama
su predilecto, sobre el Jordán.
Dios en los hombres hoy te proclama
valiente Juan.
Virtud divina resplandecía
del que del agua vino sacó,
cuando el anuncio de Eucaristía
Caná bebió.
A darte gloria, Señor, invita
la luz que al hombre viniste a dar,
luz que nos trae gloria infinita
de amor sin par. Amén.
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Edward Burne-Jones y Morris and Co., Tapiz La adoración de los Magos (1901) Art Gallery of South Australia, Adelaide La corona que vemos en el suelo, justo debajo de los pies del ángel, simboliza el reinado de Jesucristo sobre la humanidad y es una copia descarada de la que pintó Jan van Eyck, en el siglo XV, para la figura de la Virgen del Políptico de Gante, también conocido como La adoración del Cordero Místico (un retablo que, por sí solo, justifica una visita a la ciudad belga). |
San León Magno
Sermón
en la Epifanía del Señor 3,1-3.5
La misericordiosa providencia de Dios, que ya había
decidido venir en los últimos tiempos en ayuda del mundo que perecía, determinó
de antemano la salvación de todos los pueblos en Cristo.
De estos pueblos se trataba en la descendencia
innumerable que fue en otro tiempo prometida al santo patriarca, Abrahán,
descendencia que no sería engendrada por una semilla de carne, sino por la
fecundidad de la fe, descendencia comparada a la multitud de las estrellas,
para que de este modo el padre de todas las naciones esperara una posteridad no
terrestre, sino celeste.
Así pues, que todos los pueblos vengan a incorporarse
a la familia de los patriarcas, y que los hijos de la promesa reciban la
bendición de la descendencia de Abrahán, a la cual renuncian los hijos según la
carne. Que todas las naciones, en la persona de los tres Magos, adoren al Autor
del universo, y que Dios sea conocido, no ya solo en Judea, sino también en el
mundo entero, para que por doquier sea grande su nombre en Israel.
Instruidos en estos misterios de la gracia divina,
queridos míos, celebremos con gozo espiritual el día que es el de nuestras
primicias y aquél en que comenzó la salvación de los paganos. Demos gracias al
Dios misericordioso quien, según palabras del Apóstol, nos ha hecho capaces de
compartir la herencia del pueblo santo en la luz; el nos ha sacado del dominio
de las tinieblas y nos ha trasladado al reino de su Hijo querido. Porque, como
profetizó Isaías, el pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande;
habitaban en tierra de sombras, y una luz les brilló. También a propósito de
ellos dice el propio Isaías al Señor: Naciones que no te conocían te invocarán,
un pueblo que no te conocía correrá hacia ti.
Abrahán vio este día, y se llenó de alegría, cuando
supo que sus hijos según la fe serían benditos en su descendencia, a saber, en
Cristo, y él se vio a sí mismo, por su fe, como futuro padre de todos los
pueblos, dando gloria a Dios, al persuadirse de que Dios es capaz de hacer lo
que promete.
También David anunciaba este día en los salmos cuando
decía: Todos los pueblos vendrán a postrarse en tu presencia, Señor; bendecirán
tu nombre; y también: El Señor da a conocer su victoria, revela a las naciones
su justicia.
Esto se ha realizado, lo sabemos, en el hecho de que
tres magos, llamados de su lejano país, fueron conducidos por una estrella para
conocer y adorar al Rey del cielo y de la tierra. La docilidad de los magos a
esta estrella nos indica el modo de nuestra obediencia, para que, en la medida
de nuestras posibilidades, seamos servidores de esa gracia que llama a todos
los hombres a Cristo.
Animados por este celo, debéis aplicaros, queridos
míos, a seros útiles los unos a los otros, a fin de que brilléis como hijos de
la luz en el reino de Dios, al cual se llega gracias a la fe recta y a las
buenas obras; por nuestro Señor Jesucristo que, con Dios Padre y el Espíritu
Santo, vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.
R/. Éste es el día señalado en que se ha
manifestado el salvador del mundo, aquel a quien habían anunciado los profetas,
al que adoraron los ángeles. Los magos, al ver la estrella, se llenaron de
alegría y le ofrecieron regalos.
V/. Nos ha amanecido un día sagrado; venid,
naciones, adorad al Señor.
R/. Los
magos, al ver la estrella, se llenaron de alegría y le ofrecieron regalos.
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