Había de reunir en una sola vida: la penitencia de los Padres del desierto con la
caridad de san Vicente de Paul; la contemplación y pobreza de la más oculta religiosa
con la vida laboriosa de quien trabaja para aumentar el socorro de los pobres.
caridad de san Vicente de Paul; la contemplación y pobreza de la más oculta religiosa
con la vida laboriosa de quien trabaja para aumentar el socorro de los pobres.
Pensaba en jóvenes, desprendidas de todo lo terreno hasta de ellas mismas,
sin nada terreno más que la ropa puesta y ésta de limosna: sin flores
ni estampas ni ninguna clase de animalitos, para que en nada pueda apegarse el corazón;
ocultas y desconocidas y sin ninguna apariencia que las haga especiales; una comunidad
de vida extraordinaria por su penitencia, obediencia y mortificación en todo.
"De oración continua a imitación de los ángeles, que bajan del cielo para aliviar
"De oración continua a imitación de los ángeles, que bajan del cielo para aliviar
a sus hermanos los hombres sólo cuando Dios se lo manda. Silenciosas
por las calles, lo único que debería distinguirlas es la modestia, compostura y
dulzura con que habían de tratar a todos". El Instituto ayer y hoy.
En la casa había de reinar un profundo silencio, con sus paredes blancas y
En la casa había de reinar un profundo silencio, con sus paredes blancas y
toda muy limpia. En el corredor ningún mueble más que de trecho en trecho
un cuadrito sencillo con la estación del Vía Crucis.
El ajuar basto y limpio. Todo había de ayudar y convidar a la oración, el desprendimiento
de todo, sugerir la limpieza de cuerpo y de espíritu, predicar la pobreza con solo su estilo
y el seguimiento de Cristo crucificado.
Veía a las Hermanas como ángeles volar con diligencia a la asistencia de los pobres
enfermos a domicilio, para evitarles el desconsuelo de verse abandonados, o apartados
de la familia, porque no tienen quien se ocupe de ellos.
En invierno de 1873 Ángela formula votos perpetuos fuera del claustro, y por el
voto de obediencia queda unida al padre Torres. Pero su mente y su corazón inquietos
comienzan a "reinar" en una idea que continuamente le asalta:
formar la "Compañía de la Cruz".
Obstinada en su empeño el 17 de enero de 1875 comienza a trazar su proyecto, que,
como toda obra noble, se verá colmado por el éxito, más ante los ojos de Dios que ante
los ojos de los hombres.
El ajuar basto y limpio. Todo había de ayudar y convidar a la oración, el desprendimiento
de todo, sugerir la limpieza de cuerpo y de espíritu, predicar la pobreza con solo su estilo
y el seguimiento de Cristo crucificado.
Veía a las Hermanas como ángeles volar con diligencia a la asistencia de los pobres
enfermos a domicilio, para evitarles el desconsuelo de verse abandonados, o apartados
de la familia, porque no tienen quien se ocupe de ellos.
En invierno de 1873 Ángela formula votos perpetuos fuera del claustro, y por el
voto de obediencia queda unida al padre Torres. Pero su mente y su corazón inquietos
comienzan a "reinar" en una idea que continuamente le asalta:
formar la "Compañía de la Cruz".
Obstinada en su empeño el 17 de enero de 1875 comienza a trazar su proyecto, que,
como toda obra noble, se verá colmado por el éxito, más ante los ojos de Dios que ante
los ojos de los hombres.
Últimos días
A los 85 años de edad, en junio de 1931, se presentaron los primeros síntomas de su última enfermedad.
Tuvo una embolia cerebral gravísima. En julio perdió el habla y, después de nueve meses
clavada en la cruz, la muerte le sorprendió con las manos llenas de amor, pero vacías de
entregar a los demás su vida hecha dulzura, milagro cotidiano de luz. A las tres menos
veinte de la madrugada del día 2 de marzo de 1932, desde su tarima alzó el busto, levantó
los brazos hacia el cielo, abrió los ojos, esbozó una dulce sonrisa, suspiró tres veces y se
apagó para siempre, cayendo recostada sobre su tarima. Su espíritu ya estaba desde hace
tiempo en las manos del señor.
Sus hijas espirituales se han transmitido como testamento sus últimas palabras
que habían sido:
"No ser, no querer ser; pisotear el yo, enterrarlo si posible fuera......"
Pero hacía ya tiempo que había escrito para sí misma con toda autenticidad:
La nada calla, la nada no se disgusta , la nada todo lo sufre... la nada no se impone,
la nada no manda con autoridad, la nada en fin en la criatura es la humildad práctica
Había vivido particularmente iluminada como maestra en la práctica de la virtud.
Personas de todas las clases sociales rindieron homenaje a la hoy Santa, por privilegio
del Gobierno de la Segunda República Española, fue sepultada en la cripta de la
Casa Madre en Sevilla. Dos días después el Ayuntamiento republicano de la ciudad
de Sevilla, presidido por el alcalde don José González Fernández de Lavandera,
decidió por unanimidad que constase en acta el sentimiento de la Corporación por
la muerte de la religiosa y decidió se rotulase con su nombre la entonces llamada
calle Alcázares, donde estaba y continúa el convento.
Esta decisión tiene gran importancia, si tenemos en cuenta las ideas anticlericales
imperantes en la época.
Tuvo una embolia cerebral gravísima. En julio perdió el habla y, después de nueve meses
clavada en la cruz, la muerte le sorprendió con las manos llenas de amor, pero vacías de
entregar a los demás su vida hecha dulzura, milagro cotidiano de luz. A las tres menos
veinte de la madrugada del día 2 de marzo de 1932, desde su tarima alzó el busto, levantó
los brazos hacia el cielo, abrió los ojos, esbozó una dulce sonrisa, suspiró tres veces y se
apagó para siempre, cayendo recostada sobre su tarima. Su espíritu ya estaba desde hace
tiempo en las manos del señor.
Sus hijas espirituales se han transmitido como testamento sus últimas palabras
que habían sido:
"No ser, no querer ser; pisotear el yo, enterrarlo si posible fuera......"
Pero hacía ya tiempo que había escrito para sí misma con toda autenticidad:
La nada calla, la nada no se disgusta , la nada todo lo sufre... la nada no se impone,
la nada no manda con autoridad, la nada en fin en la criatura es la humildad práctica
Había vivido particularmente iluminada como maestra en la práctica de la virtud.
Personas de todas las clases sociales rindieron homenaje a la hoy Santa, por privilegio
del Gobierno de la Segunda República Española, fue sepultada en la cripta de la
Casa Madre en Sevilla. Dos días después el Ayuntamiento republicano de la ciudad
de Sevilla, presidido por el alcalde don José González Fernández de Lavandera,
decidió por unanimidad que constase en acta el sentimiento de la Corporación por
la muerte de la religiosa y decidió se rotulase con su nombre la entonces llamada
calle Alcázares, donde estaba y continúa el convento.
Esta decisión tiene gran importancia, si tenemos en cuenta las ideas anticlericales
imperantes en la época.
Capilla ardiente de Sor Ángela de la Cruz el 2 de Marzo de 1932
situado en la Casa Madre donde los sevillanos acudieron en masa
a llorarla a una mujer que ya en vida fue considerada Santa.
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