ENTREVISTA ANTES DE SER CREADO CARDENAL POR EL PAPA
Monseñor Fernando Sebastían |
El arzobispo emérito de Pamplona y Tudela, Mons. Fernando Sebastián, ha concedido una entrevista antes de dirigirse a Roma para ser creado cardenal por el papa Francisco. Don Fernando cree que el principal reto de la Iglesia es «saber llegar a la gente con la credibilidad y el calor suficientes para anunciarle de manera aceptable y creíble la gran verdad del amor de Dios, del señorío de Jesucristo y de la esperanza en la vida eterna como garantía y fuente de nuestra verdadera humanidad y de nuestra felicidad».
17/02/14 2:28 PM | Imprimir | Enviar
(Diócesis de Málaga/InfoCatólica) Entrevista al cardenal electo Fernando Sebastián:
–¿Cómo afronta este nueva etapa de su vida?
Con tranquilidad. Con naturalidad. Con confianza en el Señor que nos lleva en la vida mar adentro. He vivido otros momentos más comprometedores, que suponen más cambios y comportan también obligaciones importantes, como la profesión religiosa, la ordenación sacerdotal o episcopal. Veo que en esta nueva etapa tendré más responsabilidad y posiblemente algunas obligaciones más. Trataré de cumplir con todo lo mejor que pueda, con la ayuda del Señor y de la Virgen María. Cuento con ellos, con su ayuda y su misericordia.
–¿Qué le ha aportado la figura de Jesucristo a su vida?
Todo. Gracias a Dios, desde mi adolescencia la figura de Jesús ha sido el centro de mi vida, mi ideal, mi apoyo, mi Señor. Esta relación se ha ido ahondando más en cada época de mi vida. La figura de Jesús es infinita, nos lleva a Dios y nos descubre la verdadera humanidad, según Dios. Es un ideal muy real y muy cercano que tira de nosotros continuamente hacia Dios, hacia los hermanos, hacia la verdad de nosotros mismos. Es la vida eterna de Dios al alcance de la mano. Sin Él no sería lo que soy, no sería nada de provecho. Él es la fuente y el cauce de mi vida, el océano en el que quiero perderme.
–¿Qué puede proponer la fe cristiana a la sociedad actual?
Podemos y debemos proponer, con palabras verdaderas y comprensibles, la buena noticia que Jesucristo trajo a este mundo y que cada generación, cada persona, tiene que escuchar, acoger y vivir: hay un Dios infinito y eterno que es nuestro Padre, que nos ama y cuida de nosotros, que nos ha creado para que vivamos felices con Él eternamente. En esta verdad, acogida, creída, vivida... está el camino de nuestra humanidad, la fuerza y la alegría de nuestra vida. Y sin esta fe, nuestra sociedad, nuestros contemporáneos, nuestros vecinos, viven perdidos y angustiados en el laberinto de este mundo. Todo lo demás es secundario, muy secundario. Hoy este mensaje, que es el de siempre, resulta más urgente, porque los hombres, en occidente, estamos perdiendo la memoria de Dios, la conciencia de su soberanía y de nuestra indigencia.
–Ha publicado un libro sobre la figura de María, ¿qué ofrece la manera de vivir de María al creyente del siglo XXI?
María es la demostración viva de la verdad de lo que acabo de decir. Ella, por su singular maternidad, es la persona más cercana a Cristo, más profundamente marcada por su Espíritu, por la Trinidad de Dios. Ella es el adelanto de la Iglesia, la muestra de lo que Dios quiere para nosotros y la humanidad entera. En ella se nos manifiesta la bondad de Dios y el poder de Jesucristo con la elocuencia y el atractivo de la maternidad. Por eso mismo, por su perfección y belleza espiritual es modelo y madre de la fe, en ella y con ella aprendemos a creer en Jesús, a dejarnos gobernar por él y a obedecer a Dios en todo lo quiera de nosotros. Ella nos ayuda a descubrir la grandeza y la belleza de la fe que nos hace dóciles a la presencia de Cristo en nuestra vida hasta vivir con Él y por Él como verdaderos hijos de Dios.
–A su juicio, ¿cuáles son los retos a los que se enfrenta la Iglesia Católica en la actualidad?
El reto principal, el reto de siempre, es saber llegar a la gente con la credibilidad y el calor suficientes para anunciarle de manera aceptable y creíble la gran verdad del amor de Dios, del señorío de Jesucristo y de la esperanza en la vida eterna como garantía y fuente de nuestra verdadera humanidad y de nuestra felicidad. La historia hace que este reto fundamental se concrete y se complique cada vez más. Hoy este anuncio nos obliga a enfrentarnos con la presunción del laicismo, con la seducción de la secularización y del mundanismo, en todas sus formas de relativismo, egoísmos, escepticismos y desconfianzas. Este compromiso evangelizador implica también la recuperación de la unidad entre los cristianos y el acercamiento evangelizador a las religiones no cristianas. En España vivimos ahora agudamente la dificultad de anunciar el Evangelio en el mundo del laicismo y la dificultad de hacer que el mensaje de la Iglesia sea escuchado con atención verdaderamente religiosa, sin enredarse o distraerse en mil apreciaciones secundarias del presente o del pasado. Nos ven como una realidad sociológica, como un poder fáctico, con ojos exclusivamente seculares, más que como discípulos de Jesucristo, testigos de Dios y de la vida eterna. Hay demasiadas hojas secas para que se vea la cepa, demasiado ruido para oír el silencio de Dios.
–¿Qué valoración hace de los meses de pontificado de Francisco?
Muy positiva. Todos los papas aportan cosas nuevas e importantes para la vida de la Iglesia, para nuestra vida de fe, para el bien del mundo. La vida y la historia de la Iglesia son integradoras, acumulativas, no excluyentes ni disyuntivas. Cada papa asume el ministerio de los anteriores y se apoya en ellos. Quien no entiende esto no entenderá nunca la realidad de la Iglesia. El papa Francisco, gracias a las aportaciones de los papas anteriores, nos está ayudando a vivir la verdad y la eficacia del Concilio Vaticano II, la llamada personal e interpelante a la renovación espiritual de cada uno y de las instituciones eclesiales, la urgencia de la evangelización universal, el testimonio visible y creíble de la bondad y de la misericordia de Dios ante todos los errores, las heridas y los sufrimientos de la humanidad. Es el papa que el Señor ha querido para su Iglesia, para todos nosotros, para el mundo entero, en estos momentos. La eficacia de su misión y de su mensaje depende en buena parte de la docilidad y de la resolución de cada uno de nosotros.
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